Despoblación
“La desvitalidad de Castilla y León es palpable. No tenemos capacidad de retener a la población y nunca hemos sido un destino atractivo para el colectivo inmigrante. El panorama es bastante desolador”.
El profesor contratado doctor de Análisis Geográfico Regional de la Universidad de Salamanca, Luis Alfonso Hortelano, es claro y se ciñe a los datos y a la realidad, tantos los que posee en sus manos como los de la Secretaria del Reto Demográfico del Miteco: Castilla y León se acerca a las características de Laponia y ya son casi dos de cada tres (64 por ciento) los municipios que se encuentran en riesgo de despoblación, con una densidad inferior a ocho habitantes por kilómetro cuadrado, o lo que es lo mismo, 1.435 de un total de 2.248, que se sitúan principalmente en las áreas periféricas, en áreas interiores de Burgos y en la comarca de Tierra de Campos, que abarca cuatro provincias.
El llamado invierno demográfico es a día de hoy el principal problema de la Comunidad, donde cuestiones como el paro pasan a un segundo plano en comarcas en las que no hay gente para trabajar. Así, a la característica despoblación se suman los problemas derivados de la dispersión territorial y la baja densidad, que dificultan la prestación de servicios básicos. La media en Castilla y León es hoy de 25,4 habitantes por kilómetro cuadrado, muy por debajo de España (93,8).
“Estos datos se enmascaran mucho en el análisis por provincias cuando se va a escala municipal, ya que al contar la población de las capitales de provincia la media de la densidad aumenta, porque hay áreas con densidades muy bajas, como por ejemplo Tierra de Campos en la provincia de Valladolid, comarca que sin la agregación de la capital tendría menos de ocho”, expone Hortelano, uno de los ponentes de la Estrategia contra la despoblación en la que trabajan la Junta y las cuatro universidades públicas y que ultiman un diagnóstico y radiografía de la situación actual de la Comunidad.
Para que una comparación ayude mejor a entender el dato, la densidad de la Península del Labrador (Canadá) es de 9,3 kilómetros por habitante; o el Outback australiano (todo aquello que no está cerca de la costa), con 9,42. La situación extrema se va acercando negativamente a la región finlandesa de Laponia (92.675 kilómetros cuadrados) y 178.530 habitantes; es decir, es ligeramente más pequeña que Castilla y León, solo 2.000 kilómetros cuadrados menos, pero apenas supera en población a la ciudad de Burgos, cuyo censo está ligeramente por encima de los 175.000 residentes.
Pero es que 1.731 municipios, el 77 por ciento, cuenta con una densidad inferior a 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado, es decir, el umbral que la Unión Europea considera como de “riesgo demográfico”.
Hortelano justificó este comportamiento demográfico de la población autonómica en el primer éxodo rural que transcurrió entre las décadas de los 50 al 80 del siglo pasado; a partir del 2000 “se disipó algo por la llegada de inmigración que tenía una formación cultural de natalidad mayor, pero a partir de ahí otra vez negativo, recrudecido con “una segunda oleada de salida joven”, principalmente desde el inicio de la crisis económica. “A partir de ahí, Castilla y León no tiene capacidad de retener a la población. Los mejores jóvenes formados se van a Madrid porque tienen mejor oferta laboral”, expuso.
“Nunca ha sido esta tierra un destino atractivo para la población inmigrante. Nunca ha sido palpable la población inmigrante en la sociedad, salvo en zonas mineras o vinícolas”, comenta Hortelano, quien cree que “buscan oportunidades laborales que no hay ni para los nacionales y toman empleos que muchas veces no quieren los de aquí, como mano de obra agrícola o ganadera”.
Igualmente, a pesar de algunas tendencias positivas puntuales, recordó que el índice de crecimiento natural es negativo desde 1988 en la Comunidad y en el mundo rural, lo es en una proporción de 1 a 30, es decir, nace una persona mientras muere una treintena.
En su análisis desvela que las ciudades de Castilla y León son de tamaño mediano “y aún así pierden población o se mantienen porque la ganan las áreas periurbanas”. A su juicio, el “problema fue la quiebra del modelo territorial de la crisis de las cabeceras comarcales, que no son capaces de retener a la población”.
Ideas para revertir la situación
Para atraer población, este experto consideró que iniciativas como el cheque bebé puede visualizar el problema, “pero no es la solución”, sino que debe ser un “conjunto de medidas que toquen la economía, la población y los servicios”. Por ejemplo, destacó soluciones “creativas” para reabrir bares y espacios de encuentro social que sí están atrayendo a nuevos vecinos, como ha sucedido en Cevico Navero (Palencia) con una pareja de Cáceres, que además ha contratado a un joven de la comarca. Aún así, también lamenta que se han registrado “casos que han fracasado”.
Pérdida generalizada
Tal y como remarcan los datos de la Secretaría de Reto Demográfico del Miteco, a los que tuvo acceso Ical, entre 2001 y 2021 Castilla y León pasó de 2,47 a 2,38 millones de habitantes, 96.286 personas menos, es decir, un cuatro por ciento. En ese periodo perdieron población 1.939 municipios de Castilla y León, el 86,3 por ciento. De hecho, en estas dos décadas el peso sobre el total nacional ha bajado en un punto, al pasar del 6,03 al 5,03 por ciento.
En la última década, la Comunidad ha perdido 162.939 habitantes, un 6,4 por ciento, la que más población ha perdido esta década en términos absolutos y relativos. Es decir, que en los primeros años del nuevo milenio Castilla y León ganó población, como aseguró Luis Alfonso Hortelano, pero desde 2008, la reducción ha sido sangrante en las nueve provincias. De hecho, en la última década ha caído el censo en el 88,4 por ciento de los municipios (1.988).
Si se baja al detalle, se observa, según los datos del Ministerio, que la despoblación ha dejado de ser, al menos en la Comunidad, un proceso vinculado únicamente a las áreas rurales para convertirse en un fenómeno mucho más generalizado, que afecta también de forma muy intensa a las zonas urbanas. Así, en la última década perdieron población las diez áreas urbanas de Castilla y León (las nueve capitales y Ponferrada).
Municipios forestales y protegidos
Uno de los criterios que históricamente se ha relacionado con actividades que podrían ayudar a mantener la población rural es el de los municipios con protecciones medioambientales. Así, de los 2.248 municipios de Castilla y león, el 46 por ciento tiene más de la mitad de su superficie de carácter forestal; y de estos, el 93,4 por ciento ha perdido población entre 2011 y 2020, esto es, 965 municipios. “Esto tiene un gran efecto sobre el territorio: mantener un medio rural poblado es fundamental para la conservación de los ecosistemas y recursos relacionados, pero también ayuda a mantener un medio forestal cuidado, evitando incendios forestales, entre otros”, alude el informe ministerial.
Asimismo, el 96,6 por ciento de los municipios con espacios naturales protegidos en Castilla y León también redujo su censo, a pesar de que este patrimonio “ha de contribuir a luchar contra la despoblación y abordar la cohesión social y territorial y poner en valor los espacios naturales para avanzar hacia un territorio y una sociedad más sostenible, inclusiva, innovadora y resiliente”.
Por último, el estudio también profundiza en los municipios de la Red Natura 2000 que están en riesgo de despoblación. Se trata de la figura de protección que permite conectar ecológicamente las áreas urbanas y rurales del país a través de la protección de especies y hábitat naturales y seminaturales de interés comunitario. En Castilla y León, 1.385 municipios, el 76 por ciento de los que tienen espacios en la Red Natura, tiene una densidad de población por debajo de los 12,5 habitantes por kilómetros cuadrados.