Opinión
Coratione et iustitia
“El corazón tiene momentos inesperados, inoportunos y la razón parece estar sometida a un orden en cuyos brazos se asienta también la justicia”
El corazón tiene momentos inesperados, inoportunos. La razón actúa con lentitud, como afirmaba Pascal. Y la razón parece estar sometida a un nomos/orden en cuyos brazos se asienta también la justicia.
Agradezco mucho todo el cariño mostrado a mi padre. Ayer decidieron manifestarse “coratione y iustitia”, en un solo acto, en unas horas.
La praxis del ánima entró en un engranaje rápido que removió el corazón de mi padre tras ser condecorado con la Cruz de San Raimundo de Peñafort. Afortunadamente está bien y debemos celebrar no solo esa mejoría, sino sus sabias palabras, su sentido de la lealtad, justicia, amistad, su trabajo como magistrado durante todos estos años.
En mi caso he de celebrar tener a una persona a mi lado que me ha educado con grandes valores, con nobleza y solidaridad, y que ha sabido mostrarme la natura: Desde cada uno de nuestros Somormujos otoñales al cuidado de los jardines comunes.
Un buen magistrado se sustenta también en la sensibilidad. Cuando Licofrón y Alcidamante comenzaron a defender la igualdad natural de todos los hombres en Grecia, poco sospechaban que un día existiese la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Una sensibilidad de apertura en Grecia comenzó a enseñarles las primeras manifestaciones de arete y justicia.
El mismo corazón de mi padre, invadido por “nomoi”, y “testimoi”, ha sabido durante muchos años unir la sensibilidad y preocupación social por lo que nos rodea, con la más férrea raíz de la razón que se supera a sí misma y es justa.
Ese corazón que hoy late un poco mejor, es también de un médico. Algo que quizá muchos desconozcan. Es un corazón que aparece en Gorgias de Platón, cuando Sócrates sostiene: “Y que si uno mismo o cualquier persona por la que se interesa ha cometido una injusticia, tiene que apersonarse en el sitio donde reciba lo más pronto posible el conveniente correctivo y apresurarse a buscar al juez como acudiría al médico, por miedo de que la enfermedad de la injusticia, permaneciendo en su alma, no engendre una corrupción secreta que la haga incurable”.
Mejora pronto, José Ramón González Clavijo, -o papá- , que debes seguir curando, debemos seguir curándonos todos, juntos, con coratio et iustitia, en comunidad.
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