Caza
Así se protege y controla a la cabra montés
La Reserva de Caza de Las Batuecas celebra cada año unas subastas cinegéticas destinadas a tal fin en varias especies
Al sur de la provincia de Salamanca, y a lo largo de más de 32.000 hectáreas, entre brezos, jaras y madroñales; enebros, alcornoques y pinos, se extiende el Parque Natural de las Batuecas. Un terreno que discurre entre los enérgicos relieves de la Peña de Francia, que dan lugar a profundos y alisados valles, y que acoge un jardín botánico de carácter mediterráneo, hogar de especies como el corzo, el jabalí, el lince ibérico o la cabra montés.
Esta última supone una “especie emblemática” de la zona. Una casta que se extinguió pero que comenzó a reintroducirse con ejemplares procedentes de la Sierra de Gredos en 1973, año en el que se creó la Reserva Regional de Caza de Las Batuecas.
Un total de 21.513 hectáreas, de las que el 80 por ciento son propiedad de los ayuntamientos de Nava de Francia, La Alberca, Herguijuela de la Sierra y Monsagro, y parcialmente los de Serradilla del Arroyo, El Cabaco y El Maillo, en las que desde la Junta de Castilla y León trabajan para “fomentar y conservar las principales especies cinegéticas del país”.
Un objetivo que, según explica el director técnico de la Reserva, Luis Alfonso Sarmiento, trabajan “a través de un aprovechamiento sostenible de los recursos”, y utilizando la caza como su principal “herramienta de gestión”.
Para ello, cada año lanzan una subasta donde la “joya” es el macho montés. Las Batuecas puede presumir de tener los “mejores trofeos de la especie” de los últimos años, que les han llevado a conseguir un prestigio tanto nacional como internacional.
El primer fin de semana de marzo el Centro de Recepción de Cazadores de El Cabaco acogió esta subasta presencial, en la que se repartieron 5 machos monteses A1, 3 machos monteses A2, 3 machos monteses tipo B, 10 hembras de cabra montés, 12 corzos tipo B y 5 permisos colectivos de becada. Además, se incluyeron ocho lotes de caza de control poblacional de macho y hembra de cabra montés, que consiguieron unos “resultados espectaculares”, alcanzando precios a los que habían llegado los machos monteses.
Así, ejemplares con un precio de salida de 8.500 euros se vendieron entre 11.500 y 12.800 euros, mientras permisos menores doblaron su precio inicial. Una puja que alcanzó un beneficio de 111.550 euros, y que se completa con otra online, celebrada este fin de semana con motivo de la feria cinegética celebrada en Madrid.
En esta, se subastaron un total de 21 ejemplares de cabra montés de diferentes rangos. En la última temporada, las cifras alcanzaron los 300.000 euros, y la previsión continúa siendo de crecimiento, no solo con la cabra montés, sino también con el jabalí, el corzo y la becada.
Con todo, Sarmiento incide en que la mayor parte de estos permisos “son de control poblacional”.
“Cazamos machos y hembras de todas las edades para adecuar la población a la capacidad de carga del medio. Luego los machos más grandes, los que ya tienen las edades de 13, 14, 15, incluso 16 años, son los que se obtienen los trofeos importantes”, explica.
Estos trofeos atraen a público tanto nacional como internacional y suponen la mayor forma de recaudación de la subasta, en un entorno “seguro” y en el que los ejemplares machos “cada año han ido aumentando un poco en su calidad y en sus tamaños”, continúa.
Una caza que no funciona “a toda costa”
Desde la Reserva Regional de Caza de Las Batuecas se diferencian del resto de figuras cinegéticas que contempla la normativa. En un lado estarían ellos, y en el otro, los cotos intensivos de caza. “Nosotros no cazamos a toda costa y hay especies cinegéticas dentro de la reservan que no se cazan”, detalla el director técnico, quien concibe la caza como esa “herramienta de gestión” que convierten en un “aprovechamiento sostenible”.
“Por lo menos no empeoramos la situación de la especie. En muchos casos igual sí se mejora, por eso se podría discutir, pero no la empeoramos”, afirma Sarmiento, quien señala que el control cinegético de estas especies viene marcado por la cantidad y el tipo de ejemplares que determinan desde la Reserva. En el caso de la cabra montés, el grueso de los permisos está destinados al control poblacional y son selectivos de una especie gregaria, que tiende al agrupamiento, y a la propagación de enfermedades difíciles de tratar, como la sarna.
Con todo, el director técnico incide en que “la única herramienta que tenemos efectiva es controlar las poblaciones”, para que esta “no crezca exponencialmente, que se supere la capacidad de carga del medio, que al final el estado de los ejemplares no sea el idóneo, que al final eso puede ser que, dentro de una enfermedad, como es una especie gregaria, se puede extender en toda la población”.
Una práctica que también extienden en las monterías de jabalíes, animales que “están dando problemas a la agricultura y accidentes en las carreteras”. “Siempre teniendo claro que el objetivo no es el aprovechamiento. Eso viene después”, matiza.
Un aprovechamiento que repercute directamente en las zonas rurales, y del que también destaca su importancia. La recaudación anual está destinada a los ayuntamientos pertenecientes a la Reserva, repartido en función de la superficie que aporten a la Reserva, mientras que desde la Junta únicamente recaudan un 15 por ciento destinado a reinversiones en mejoras de la reserva.
Importancia del personal de campo
Además de la caza, desde la Reserva trabajan en realizar más mejoras en el medio para propiciar una mejora del hábitat, aunque, según reconoce Sarmiento, quedan “muy lejos” de la actividad cinegética. Así, llevan a cabo mejoras en las condiciones de seguridad de las monterías, haciendo desbroces para evitar accidentes, y también a lo largo de las carreteras para evitar accidentes de tráfico.
Tanto para llevar a cabo estas mejoras como para realizar un buen ejercicio de la caza, el personal de campo resulta uno de los “pilares del estado actual de la Reserva”.
Figuras como celadores de medio ambiente, los agentes medioambientales y otro personal de campo, encargados de acompañar a los cazadores y guiarles para que determinar qué es lo que pueden cazar. Asimismo, el plan de caza se realiza junto a estos profesionales, responsables de la ejecución sobre el terreno.
Otro de los problemas a los que se enfrenta el personal de campo es al furtivismo. Una práctica contra la que se han aumentado los medios, a través de sistemas de vigilancia, y que han evitado que se produzcan algunos delitos.
Desde la Reserva inciden en que la “buena sintonía” en el servicio es importante para esta “gestión integral” de la mejora de las poblaciones cinegéticas y de las especies protegidas. En el Parque de las Batuecas-Sierra de Francia conviven actividades como el senderismo y la micología con la caza, que se compatibilizan para evitar problemas de “coincidencia en el espacio y en el tiempo”, y para mejorar el hábitat y la vida de las especies que lo habitan.
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