Curiosidades
El cocodrilo que aterró a Medina de Rioseco y la ingeniosa solución que se encontró para cazarlo
El caimán se ha convertido en un reclamo turístico de los más fotografiados en la Ciudad de los Almirantes
Cuenta la leyenda que un cocodrilo de grandes dimensiones que vivía cómodamente en el río Sequillo tuvo en vilo a los habitantes de la localidad vallisoletana de Medina de Rioseco, conocida como la Ciudad de los Almirantes, en los tiempos en los que se estaba construyendo la iglesia de Santa María del municipio.
De hecho, según parece, el caimán se dedicaba por las noches a derruir todo lo que se construía y se conseguía levantar durante el día para desesperación de los trabajadores y arquitectos del templo. Otra leyenda dice que, además, este fiero reptil semiacuático se dedicaba a devorar todo cuanto había junto al río además de causar estragos e innumerables daños a los cultivos de la ribera del río Sequillo.
Los riosecanos, además, tenían miedo a ser engullidos por este animal y vivían, como suele decirse por estos lares, en un "sinvivir" diario, atemorizados ante el solo pensamiento de que se podían cruzar en cualquier momento con este cocodrilo gigante y ser parte de su desayuno, almuerzo o cena.
Ante esta tesitura, la fábula dice que los "mandamases" de la época decidieron que la única solución que había para poner fin a este problema era tratar de capturar al sauro, pero el problema que se planteó entonces fue, como suele ocurrir, quién le ponía el cascabel al gato o en este caso al cocodrilo, ya que nadie levantaba la mano.
Si bien, sí que hubo alguien que lo hizo según se cuenta, y ese fue un preso condenado que se comprometió a dar caza al cocodrilo, pero cambio de que se le concediese a libertad.
¿Y que hizo el recluso? Pues, al parecer, el condenado se bastó simplemente de unos espejos para conseguir su objetivo, ya que el animal, al verse reflejado, quedó paralizado ante su misma imagen durante un tiempo, que fue suficiente para que el preso le diera muerte de una certera lanzada. Y así fue como la felicidad y la alegría regresó a Medina de Rioseco.
Pero esto no deja de ser una leyenda que se cuenta en Medina de Rioseco y de la que se presume de ella, aunque la realidad dice que este cocodrilo no se perdió entre las aguas del río Sequillo y que el protagonismo de este reptil en la Ciudad de los Almirantes se debe a la labor de un vecino del municipio, de nombre Manuel Milán, quien viajó a América en el siglo XVIII en busca de fortuna y que llegó incluso a ser alcalde de la ciudad mexicana de Puebla.
En ese lugar, según cuentan, Milán compró la piel de ese gran caimán que posteriormente fue donado por un sobrino, de nombre Félix, a Medina de Rioseco convirtiéndose con el paso del tiempo en todo un emblema del municipio, según se contó en un artículo de La Voz de Rioseco firmado por Ángel Gallego.
De hecho, una réplica de este magnífico caimán se encuentra en la calle Mayor de Medina de Rioseco para gozo y disfrute de autóctonos y forasteros que visitan la ciudad y que, sobre todo, quedan impresionados e impregnados de una leyenda que, aunque pasen los años, sigue sin dejar indiferente a nadie. Y es que se ha convertido en uno de los lugares más fotografiados desde que una empresa local decidiera convertir al sauro en un suvenir o recuerdo de viaje bajo el título, no exento de guasa, de "Los auténticos cocodrilos del Sequillo".
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