
Sociedad
Un día bajo la lluvia
"Así que como dicen en Galicia: ¡Se chove que chova!"

Llevo varias semanas en las que el denominador común es surfear la racha de lluvia y feroces vientos que nos convierten en el Londres más lúgubre de los últimos años.
Todas las mañanas la rutina se escribe por sí sola, la lucha encarnizada con la tostada para evitar su giro de la ley de Murphy adereza el ruido de las ruidosas vecinas, mientras la mantequilla hace su aparición estelar deslizándose sutilmente sobre una insípida rebanada de pan sin gluten.
Llega el momento de un poco de bici estática en tanto que las noticias salpican de fondo algunos pensamientos de derrota moral. A continuación, un breve remanso de paz mientras el agua caliente tarda en llenar como siempre la alcachofa, el truco es dejar que llegue el calor al líquido elemento para no hacer más complicado el despegue de vida matutino.
Sazonado del mejor Varón Dandy y engalanado de mis mejores ropajes, por fin, me asomo tímidamente a la vorágine de la mañana naciente para empezar a desentramar la madeja de correos electrónicos del “gran jefe”, que puntuales llegan raudos de reclamos y atenciones diversas.
El teléfono se convierte en mi mejor aliado y en mi peor enemigo, mi capacidad de inmersión en la pantalla táctil consigue que saque a flote el estrés y a la vez la mejor de mis cualidades de calma y paz Zen suficientes para escribir el mejor curso de yoga y meditación en mitad del Himalaya.
El Ave marca el rumbo a la capital y se avecina pernoctación madrileña, ¿qué buenas nuevas sucederán hoy?
La inercia me empuja a la ingesta rápida de alimentos y tras accidentados retrasos clásicos férreos populares volumen II, llego a mi destino.
A continuación, una deliciosa grabación con unos invitados salidos de cualquier novela de André Bretón, dibujan una sonrisa en mi cara, la realidad vuelve a ser maravillosa y una vez más supera a la ficción con creces.
A las ocho de la tarde los amigos me recuerdan vestigios de citas y cumplo raudo y veloz al mejor de los disfrutes: La cháchara superficial de la mundanidad.
Se acerca el final de la jornada y “quando arrivo a casa” hago usufructo de las zapatillas más cómodas del mundo, entre tanto me pongo mi flamante bata estrellada y veo un DVD para colocar una guinda a todo el pastel. Un último antojo, deliciosos bombones de nata surcan el cielo de mi paladar y vuelvo a sonreír.
Estoy bastante cansado y tal vez esta noche no duerma bien, pero caray, la de guerra que doy en la vida. Qué maravilloso es vivir y no pasar de puntillas. Sólo hay que esperar a que escampe para volver a montar en bici y sentir los rayos del sol, los antiguos agricultores sabían mucho de la vida y el refranero popular alberga todo ese fastuoso conocimiento. Ya lo dice el dicho: Con marzo, marzadas, aire, frío y granizadas.
No dejemos que la desazón nos empape y disfrutemos mientras de este baile cantando bajo la lluvia, como hace Gene Kelly en la famosa película.
¡Ya vendrán algunos en la época estival a recodarnos que no llueve!
Así que como dicen en Galicia: ¡Se chove que chova!
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