Historia
El espectacular castillo que acogió el mayor cautiverio de España y hoy es un hotel de lujo
Cuenta con 23 sugerentes habitaciones y suites, salones, comedores y un restaurante de primer nivel
Los castillos en España son sinónimo de historia, leyendas y tradiciones. Las fortalezas se construían como un lugar fuerte, cercado de murallas, baluartes, fosos y otras fortificaciones. Además no solo cumplía funciones puramente castrenses, sino que servía también de residencia a los señores de la nobleza y a los propios reyes, llegando con el tiempo a ser un auténtico palacio fortificado.
Si bien podía estar enclavado en los núcleos urbanos, lo común es que se situase en lugares estratégicos, normalmente en puntos elevados y próximos a un curso de agua para su abastecimiento, desde donde pudiera organizarse la propia defensa y la de las villas que de él dependían.
Pues en uno de ellos se llevó a cabo el mayor cautiverio de la historia de España, que es, según la Real Academia Española de la Lengua (RAE), es la “privación de libertad en manos de un enemigo”. Y esto fue lo que sucedió en un pequeño pueblo castellano durante los siglos XIV y XV.
No son muchos los que conocen esta historia, que se ha convertido en leyenda, ya que provocó la privación de libertad de una persona durante un total de 54 años. El lugar donde se produjo este encarcelamiento fue el Castillo de la pequeña localidad vallisoletana de Curiel de Duero, un pueblo muy próximo a Peñafiel.
Y el protagonista fue Diego de Castilla, segundo de los dos hijos ilegítimos que el rey Pedro I el Cruel tuvo con su amante Isabel de Sandoval. Su tío paterno y nuevo rey Enrique II de Castilla lo mantuvo encerrado en la fortaleza vallisoletana, durante más de medio siglo.
Diego de Castilla nació en Murcia, donde su padre el Rey Pedro en febrero de 1365 envió a su amante Isabel de Sandoval y a su hermano mayor, Sancho de Castilla, que tenía unos tres años durante la Guerra de los Dos Pedros, cuando su hermanastro Enrique de Trastámara preparaba una incursión en Castilla para usurpar el trono.
Durante la Primera Guerra Civil Castellana, cuando su padre partió hacia la batalla de Montiel el 14 de marzo de 1369, llevó a ambos hermanos a la localidad sevillana de Carmona donde quedaron al cuidado de Martín López de Córdoba, mayordomo mayor del rey y maestre de la Orden de Calatrava.
Tras el asesinato de su padre, se capituló la entrega de Carmona a Enrique de Trastámara quien pudo entrar en la ciudad en mayo de 1371. Enrique prometió no ir contra los dos niños pero incumplió su palabra y los hizo presos porque ambos representaban una amenaza para la nueva dinastía.
Diego fue enviado primero al castillo del municipio vallisoletano de Peñafiel y después al de Curiel de Duero, donde permaneció 54 años; mientras que Sancho fue enviado a la localidad zamorana de Toro, donde murió en 130, a la edad de ocho años. Durante su cautiverio, Diego de Castilla mantuvo correspondencia con la reina Catalina de Lancaster quien lo trataba «como muy caro e muy amado tío» y le enviaba ropa y dinero.
Tras su liberación en 1434 durante el reinado de Juan II y por mediación de Álvaro de Luna, se retiró a la localidad segoviana de Coca, donde falleció en 1440. Su hija Catalina obtuvo la autorización del rey Juan II para que sus restos fueran trasladados en 1448 al monasterio de Santo Domingo el Real en Toledo, donde ya habían sido llevados los restos de su hermano Sancho en 1409 por intermediación de la priora Teresa de Ayala.
Esta impresionante fortaleza también piedras ha sido testigos presenciales de las gestas de las reconquista al Islam del valle del Duero y la repoblación del mismo durante los siglos IX a XI.
Situado en una roca sobre un cerro, a 927 metros de altura, era prácticamente inexpugnable; aún hoy su imagen sobrecoge a quién lo visita si piensa en cómo pudo construirse en ese lugar, y el esfuerzo que ha supuesto recuperar de una inevitable pérdida sus históricas ruinas.
En el interior del recinto se ha edificado un lujoso complejo hotelero de 23 habitaciones y suites, salones, restaurante, comedores para banquetes, salas de conferencias, salas de música, piscina y solarium en las almenas.
Curiel de Duero está inmerso en el Valle del Cuco, un lugar privilegiado que destaca por sus verdes y estrechos valles bañados por numerosos arroyos. Además, se enmarca en la región vitícola de la Ribera de Duero, que ofrece al turista un inmejorable paisaje de viñedos y bodegas.
Su casco histórico es un reflejo del esplendor medieval de este municipio, y cuenta con el título de ser uno de los pueblos españoles con más castillos por número de habitantes. Pues, además de la antigua fortaleza del cerro, a sus pies, se levanta otra: el Palacio fortificado de los Zúñiga. Este edificio no cuenta con un final feliz. Su decaída comienza en 1920, cuando fue arrancado y vendido todo aquello que tuviera cierto valor artístico. El castillo gozaba de una planta cuadrangular, grandes torreones en las esquinas y un patio central porticado.
Entre sus muchas joyas expoliadas están las yeserías toledanas y los artesonados y armaduras de la cubierta, cuyos restos se encuentran dispersos entre el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, una finca particular de Torrelodones, donde se montó el patio del castillo, en el Alcázar de Segovia, donde se instaló un artesonado, y otro localizado en California.
En cuanto al patrimonio religioso de Curiel de Duero destacan, la iglesia gótico-mudéjar de Santa María, con un recién restaurado artesonado, y la iglesia románica de San Martín, templo que hoy es propiedad particular y que ha sido convertido en bodega.
Asimismo, resaltan sobre su rollo jurisdiccional del siglo XVI situado a la entrada del pueblo, y la Puerta de la Magdalena, única, de las cuatro que existían, que se conserva de la desaparecida muralla del siglo XII que rodeaba la localidad.
Como curiosidad, a partir de 1977 con la restauración de la democracia y de 1978 con la aprobación de la Constitución Española no fue necesario cambiar el nombre de la plaza de la localidad, como en diversos lugares, porque un azulejo se ha conservado siempre con el nombre de Plaza de la Constitución.
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