Patrimonio
El majestuoso pórtico renacentista que asombra al mundo desde un pequeño pueblo burgalés
Un lugar con un pasado esplendoroso donde antiguamente los jueces de Castilla, Nuño Rasura y Laín Calvo, impartían justicia
Castilla y León es un territorio con un patrimonio cultural y monumental en sus nueve provincias como no lo hay en ningún otro lugar del mundo.
Joyas arquitectónicas como castillos, palacios, monasterios, conventos, ermitas e iglesias de todos los estilos que se ubican en ciudades y pueblos, más grandes o más pequeños, pero que dan fe de un riqueza artística inigualable, forjada con sudor y sangre a lo largo de los siglos y siglos de historia de esta tierra formada por los antiguos reinos de Castilla y de León.
Ejemplos hay muchos y variados, pero en estas líneas de LA RAZÓN queremos trasladar y dar a conocer al lector uno de estos tesoros de los que presume esta Comunidad, que se ubica en un pequeño pueblo de La Merindad burgalesa de Villarcayo, y que asombra al mundo por su belleza y su buen estado de conservación, para disfrute de todos aquellos que quieran darse una vuelta por este municipio para empaparse de su historia y su patrimonio.
Nos referimos a Bisjueces, una pequeño pueblo a 69 kilómetros de la capital burgalesa que se sitúa al pie de una pendiente, con la sierra de la Tesla al fondo.
Una localidad con un pasado esplendoroso que se puede observar dando un paseo por su casco antiguo y contemplar algunas de sus casas blasonadas y en su interesante arquitectura popular, pero también porque antiguamente en este lugar los Jueces de Castilla, Nuño Rasura y Laín Calvo, impartían justicia.
Un pueblo, rodeado de cuevas y montañas para disfrutar también d el naturaleza y de la práctica del senderismo, que cuenta con
una espectacular iglesia parroquial de estilo renacentista, la de San Juan Bautista, construida en el siglo XVI sobre otro anterior de estilo románico, del cual solo se conservan los canecillos.
Un templo de grandes dimensiones, el más bello ejemplo del Renacimiento de las Merindades, pero, sobre todo, de gran interés artístico debido a su majestuoso pórtico con bóveda estrellada, posible obra de Juan de Vallejo y Simón Colonia, que cobija una elegante portada que tiene analogías con el popular Arco de Santamaria de Burgos, cuyos lados se encuentran unas estatuas sedentes de los jueces Rasura y Calvo en unas hornacinas.
Dos columnas estriadas enmarcan el arco de medio punto de la entrada, protagonizada por pegasos convertidos en grutescos, angelotes y dos medallones con el busto de un hombre con concha de peregrino y una mujer.
San Pedro, San Pablo y San Juan también sobresalen sobre el entablamento igualmente dentro de unas hornacinas y, sobre ellos, como remate, un tondo con la figura de Dios Padre bendiciendo.
La Iglesia, además, cuenta con una gran torre cuadrangular de tres pisos: un robusto basamento, un segundo cuerpo también muy cerrado y un cuerpo superior del campanario con huecos en las cuatro fachadas, y varios ejemplos de gárgolas típicas de la zona.
En la fachada sur tiene tres volúmenes añadidos que se corresponden con la sacristía, donde se conservan pinturas medievales que representan la Epifanía; las antiguas trojes o zonas de almacén; y una casa parroquial de dos plantas en su interior unidas por una pequeña escalera.
El templo, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 1991 del pasado siglo, es de una sola nave con tres tramos cubiertos con bóvedas de terceletes y crucería que desemboca en una cabecera con dos capillas a ambos lados.
En el interior hay un magnífico retablo de finales de siglo XVIII, obra de Bernardo de San Miguel y Juan Rojo, en el que estaca el púlpito renacentista de piedra que hay junto a él, y donde se encuentra una preciosa talla de la Virgen con el Niño y San Juanito, en el lado del Evangelio.
Un templo que goza en estos momentos en todo su esplendor desde que hace dos años la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte llevara a cabo una intervención en él garantizar su conservación.
Los trabajos que se acometieron han permitido recuperar la configuración original del edificio, su envolvente exterior, elementos estructurales y condiciones de estanqueidad de las cubiertas de la nave y dependencias anexas de la iglesia, así como la limpieza y reparación de las humedades interiores.
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