Cultura

¿Qué pequeño convento cerca de Madrid cuenta con tres pinturas de Goya?

Se trata de las obras "La Muerte de San José", "Santa Ludgarda" y "Los santos Benito y Roberto, y el pobre"

Cuadros de Goya en el Monasterio de San Joaquín y Santa Ana en Valladolid
Cuadros de Goya en ValladolidAyuntamiento ValladolidAyuntamiento Valladolid

La riqueza cultural y artística con la que cuenta España sorprende a propios y extraños. Son muchos los universales autores que ha dado nuestro país. Pero sorprende aún mucho más, los lugares donde se encuentran "escondidos" estos "tesoros". Un ejemplo claro de estos pintores es Francisco de Goya, y sus tres cuadros que custodia un pequeño convento de una ciudad española a poco más de dos horas en coche de Madrid.

Francisco de Goya nació el 1746 en la localidad zaragozana de Fuendetodos. Era el hijo de un artesano muy famoso y de buena reputación, y aunque su padre quería que siguiera con su negocio, él quiso pintar los cuadros que creaba en su imaginación. En el colegio no destacó como estudiante, así que a los 14 años comenzó su formación como artista siendo el aprendiz de un pintor de su mismo pueblo llamado José Luzán. Con él estuvo cuatro años copiando estampas y dibujos y haciendo algún que otro encargo hasta que decidió emprender su camino por su cuenta.

El año 1763 se fue a Madrid para entrar en la Academia de San Fernando, pero no lo consiguió. Sí que conoció aun así a un artista llamado Francisco Bayeu que le ayudó mucho en su trayectoria como pintor y le consiguió varios trabajos importantes que hicieron que Goya destacara y se crease una buena fama como artista.

 

Se casó con Josefa Bayeu en 1773, que era la hermana de su buen amigo Francisco Bayeu. Tuvieron ocho hijos, pero sólo uno de ellos consiguió sobrevivir al parto y se convirtió en el futuro heredero de Goya. El año 1790 el rey Carlos IV le convirtió en el pintor oficial de palacio. Como trabajaba para la realeza, muchos de sus cuadros se guardan en el Museo del Prado de Madrid y se han conservado intactos.

Cuando su esposa Josefa murió, empezó una relación con una sirvienta que tenía 35 años menos que él y que le acompañó hasta el día en que murió, que fue el 16 de abril de 1828 en Burdeos. En el día de hoy sus restos están enterrados en la ermita de San Antonio de la Florida.

En cuanto a su obra, Goya hizo muchas series de diferentes estampas y también se dedicaba a pintar murales en las catedrales. Cuando se convirtió en el pintor de palacio, el rey y el resto de nobles que vivían allí le pedían retratos y cuadros para sus salones. Además de eso, Goya pintó una serie de cuadros denominados “Los desastres de la guerra” basados en la guerra de independencia española. Con ellos intentaba retratar cómo era la sociedad del momento y cómo era la guerra en España.

La mayoría de sus obras están guardadas o expuestas en el Museo del Prado de Madrid. Algunas de sus obras más conocidas son "La maja vestida" y "La maja desnuda", "Saturno devorando a un hijo" y "La carga de los mamelucos".

A pesar de que la mayoría de sus cuadros están en la capital de España, hay otros que se encuentran en otras ciudades de España, y aunque no son tan famosos, son de una tremenda belleza. Es el caso del pequeño convento de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid, que guarda con mimo "La Muerte de San José", "Los santos Benito y Roberto, y el pobre" y "Santa Ludgarda". Se trata de los únicos lienzos de Goya que se encuentran en Castilla y León.

El Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana es un monasterio de monjas de la Congregación de Monasterios de Monjas Cistercienses de San Bernardo construido a finales del siglo XVIII siguiendo planos de Francesco Sabatini, en estilo Neoclásico, ubicado en pleno centro de la capital vallisoletana.

 

El convento primitivo fue fundado en 1596 para acoger una comunidad de monjas Bernardas Recoletas (Cistercienses) y su construcción corrió a cargo de Francisco Praves. En 1777, encontrándose el edificio muy deteriorado y amenazando ruina, la comunidad se dirigió al rey Carlos III solicitando amparo y la reconstrucción del mismo, ya que era fundación de patronato regio. El monarca encargó los planos de la nueva construcción a su arquitecto Francisco Sabatini, iniciándose las obras en 1780. Como director de las mismas ofició primero Francisco Balzaina, teniendo como contratista a Francisco Álvarez Benavides, y más tarde a M. Mariátegui. El nuevo edificio se inauguró en 1787.

La actual comunidad de monjas pertenece a la Orden Cisterciense de San Bernardo o de Castilla. El Monasterio es también la sede de la Cofradía del Santo Entierro. En 1956 fue declarado Monumento Histórico-Artístico Nacional, tratándose por tanto de un Bien de Interés Cultural (BIC).

En 1978 la iglesia fue habilitada como museo de arte sacro. El 1 de septiembre de 2016, el museo acaparó la atención de expertos y medios nacionales e internacionales al presentarse y estrenarse en su iglesia la cantata "K. 477a Per la ricuperata salute di Ofelia de Wolfgang Amadeus Mozart y Antonio Salieri", cuya partitura estuvo más de dos siglos perdida. En este edificio se han realizado exorcismos.

Este centro cultural se puede visitar todos los días de la semana y festivos, excepto los martes, de 10 a 14 horas y de 17 a 20,30 horas. Además de los cuadros de Goya, el Museo cuenta con obras de Gregorio Fernández, Ramón de Bayeu y Francesco Sabatini. Junto de las visitas guiadas celebra actividades culturales como conciertos, exposiciones, etc.

El conjunto pictórico que custodia el convento vallisoletano está formado por las tres pinturas realizadas por Goya (Santa Ludgarda, La muerte de San José y Los Santos Bernardo y Roberto), en el lado de la epístola, y otras tres realizadas por su cuñado Ramón Bayeu (Santa Escolástica, La Inmaculada con San Francisco de Asís y San Antonio de Padua y San Benito), éstas en el del evangelio.

La historia de todas estas pinturas comienza recién acabada la reconstrucción del monasterio, costeada por la Hacienda Real. Las obras se alargaban y a pesar de no estar concluidas las obras, porque los seis retablos laterales de la iglesia carecían de imágenes, las monjas volvieron a "su casa".

Por ello solicitaron que “inmediatamente se pinten y ejecuten dichas pinturas en la prontitud que exige la necesidad”. Además, existía el problema de que las cuatro pinturas para altares que tenía la comunidad, además de ser insuficientes en número, no podían utilizarse para este fin porque sus dimensiones excedían las de los nuevos retablos-marco. En el convento aún se conservan varios cuadros que pudieron formar parte de esos cuatro altares. Uno de ellos es el de San Joaquín y Santa Ana llevando a la Virgen al templo, obra del primer cuarto del siglo XVII cercana a los estilos de Bartolomé de Cárdenas y a Blas de Cervera. Otro es el de San Benito y San Bernardo adorando al Santísimo Sacramento, obra seguramente de Gregorio Ferro, el cual pintó un cuadro similar para el altar mayor del Convento del Sacramento de Madrid. También existen otros dos cuadros de similar tamaño (y que no podrían colocarse en los nuevos retablos) que pudieron pertenecen al referido conjunto de cuatro pinturas que existían en la antigua iglesia. Se trata del Cristo vestido de sacerdote), obra relacionada con el estilo de Felipe Gil de Mena; y un Cristo de Burgos, óleo firmado por Mateo Cerezo.

 

El 12 de abril de 1787 Sabatini propuso encargar las seis pinturas que se necesitaban a Ramón Bayeu y Francisco de Goya, y ese fue el motivo por el que los cuadros se encuentran en el Real Monasterio de San Joaquín y Santa Ana de Valladolid.

No se sabe muy bien quien decidió los temas que habían de representarse en las pinturas, aunque se ha pesando que fuera el mismo Sabatini. Cuatro de los lienzos forman parte de un programa totalmente adecuado a la orden Bernarda propietaria del monasterio, pues se dedican a santos benedictinos y cistercienses, en “paridad” de orden religiosa y de género. Tres de ellos, San Benito, Santa Escolástica –ambos en el lado del Evangelio– y San Bernardo, fueron fundadores, mientras que Santa Ludgarda –en el lado de la Epístola, al igual que el anterior– se distinguió por sus visiones místicas. La elección de la Inmaculada Concepción, acompañada por San Francisco y San Antonio de Padua –obra de Ramón Bayeu, al igual que las otras dos pinturas del lado del Evangelio– resulta lógica en un ámbito dedicado a los padres de la Virgen.

En referencia al cuadro de la Muerte de San José hay que reseñar que no fue la única vez que Goya trató el tema, puesto que en ese mismo año de 1787 se fecha un boceto con idéntica iconografía. La presencia de una pintura dedicada al padre adoptivo de Cristo en este contexto pudo estar determinado por la devoción del monasterio vallisoletano, para componer, en unión de la representación de la Virgen y de los padres de ésta, una evocación del tema de la Sagrada Parentela, aunque la comunidad ya poseía un cuadro representando a la sacra familia. Entre los fondos del convento también se encuentran dos esculturas de San José, además de varias pinturas con escenas en las que participa.

Hay que reflejar que los rostros del lienzo del Tránsito de San José representan a la familia de Goya. Por lo tanto Jesús sería el propio Goya, pero no solo eso, sino que además la fisionomía del cuerpo de Cristo correspondería a la de Goya. La Virgen efigiaría el rostro de la madre de Goya (Gracia Lucientes), y San José la del padre (José Goya).

El convento está muy presente en la vida de los vallisoletanos. Durante la Semana Santa, que acaba de celebrarse, la vida en el Museo cambia. Cada cuaresma, la imagen procesional del Cristo Yacente de Gregorio Fernández, durante un acto íntimo a través del interior del Monasterio, es portada a hombros desde su sala en el museo hasta la Iglesia del Real Monasterio, donde descansará hasta la noche del Sábado Santo.

 

Tanto el interior de la Iglesia como el exterior, la fachada del Monasterio y la misma plaza Santa Ana donde se ubica, se engalanan con los reposteros, lienzos y enseres negros y dorados de la Cofradía del Santo Entierro, hermandad titular de la imagen. La iglesia permanece abierta al público durante todas las festividades, permitiendo la adoración del pueblo fiel a la hermosa talla. Asimismo, la imagen se procesiona portada a hombros por las calles de la ciudad en varias ocasiones, y participa en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor el Viernes Santo por la tarde.