Sanidad

‘Shukran’: La recompensa de volver a ver el desierto de Tinduf

La oftalmóloga vallisoletana Belén Carrasco acaba de regresar de una misión humanitaria en los campamentos de refugiados saharauis "haciendo de la dificultad una virtud" y con una experiencia para toda la vida

Belén Carrasco, oftalmóloga del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, durante una misión humanitaria en los campamentos de refugiados de Tinduf
Belén Carrasco, oftalmóloga del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, durante una misión humanitaria en los campamentos de refugiados de TindufIcalIcal

‘Shukran’ significa gracias en árabe, y desde ahora para Belén Carrasco mucho más: una experiencia de vida y de ‘guerra’ donde se crece con la dificultad, hasta llegar a convertirla en virtud. Esta oftalmóloga, que trabaja en el Hospital Clínico Universitario de Valladolid, decidió en verano que haría las maletas en octubre y se marcharía de misión humanitaria. Llegó a los campamentos de refugiados saharauis en Tinduf, de donde acaba de regresar. Se marchó con el objetivo de devolver a cientos de personas la luz del desierto, y lo consiguió.

De la mano de Médicos del Mundo, Belén se sumó a las comisiones de oftalmología en el Sáhara, un proyecto que nació en 1995 con el oftalmólogo Tomás Pellicer. En 15 días de trabajo incesante, de pobreza extrema, con la carga de que allí “la gente come una vez al día, tiene un infiernillo para calentar la comida, una cabra y poco más, donde se raya no, se supera la extrema pobreza”, operó con un equipo de 13 profesionales a 157 personas, principalmente de cataratas, lo que se traduce en diez diarias en jornadas maratonianas. Todo, con solo tres oftalmólogos, seis enfermeros, un técnico, un informático y dos anestesistas.

También, intervinieron algunas otras patologías que surgieron sobre la marcha, como fue el caso de un niño de 16 años que se clavó un pincho y se perforó un ojo. “Depende del sitio donde esté la perforación, pues se puede salir distinto contenido ocular, en este caso se produjo una expulsión de una parte del iris. Tuvo la suerte de que estábamos allí, que pudimos reponer la herida, lavarle toda la parte anterior del ojo que se había llenado de sangre; suturar y cerrarlo todo”. “Le dejamos viendo. Ese ojo hubiera sido una catástrofe, porque se hubiera infectado y se hubiera quedado ciego”, explica Belén a Ical.

Esta vallisoletana lamenta que los campamentos vivan de la caridad de las ongs en la zona. Estuvieron trabajando en varias de las cinco wilayas, como en la de Rabuni y en Smara. También, denuncia que no se sepa ya no la prevalencia de las patologías oculares, sino que ni qué enfermedad es más frecuente, porque “no se ve a los pacientes”.

“Donde más podemos actuar es sobre la catarata, que es lo que hemos hecho, y en los pterigión (un crecimiento anómalo de la conjuntiva, la mucosa transparente que recubre la esclera del ojo). Es donde podemos ser resolutivos quirúrgicamente, porque hay patologías como el glaucoma, que también se podría operar, pero exige un tratamiento al que muy poca gente podría tener acceso a un seguimiento y a medicación”, comenta, por no hablar de retinopatías diabéticas, donde la mayoría de la gente está sin diagnosticar. “Sobre lo que podemos ayudar es fundamentalmente en esto o en alguna patología aguda o algún dolor ocular extremo”.

En estos 15 días, pasaron unas 540 consultas oftalmológicas, que derivaron en 157 intervenciones quirúrgicas, casi todas cataratas, y unos 20 pterigión, que “es sencillo de operar y hacer ver muy mal”. También, actuaron en algún ojo doloroso, que está perdido, pero que duele, y realizaron procedimiento con láser que, como casi toda la tecnología, o ha sido donada, o adquirida por Médicos del Mundo, o por el propio Pellicer.

“Son microscopios, aparatos ya descatalogados aquí en España, lentes intraoculares que están a punto de caducar que le dan distintos laboratorios… La ayuda no es cuantiosa, o sea que casi todo es una labor bastante personal”, añade, para explicar que pese a que los aparatos sean peores, con menor potencia, menor luz, al final uno se “las arregla” y aprende mucho. “Cuando hay deficiencias de este tipo, pues de la dificultad que tú tienes que resolver acabas haciendo una virtud en el sentido de explotar alguna rama que no tenías ahí a la vista”, incide.

Salir de la zona de confort

Belén, que se pasó horas operando casi de puntillas porque la silla no tenía un buen soporte, ya es una convencida de las comisiones de Pellicer. Destaca lo bueno de salir de la zona de confort, de convivir con médicos iguales, sometidos todos a muchas tensiones. “Todo eso enriquece muchísimo. Desde luego es muy recomendable para la gente que pueda ayudar así, y hacerlo, es muy gratificante”. Además, destaca que también se convive con médicos y enfermeros saharauis, que permite tener otra visión de la medicina.

“Hacíamos turnos para operar las cataratas. Como teníamos dos facos, uno de los tres oftalmólogos descansaba e iba poniendo lentes y ayudaba en lo que necesitaban los otros dos en quirófano. Parabas el rato de comer, nos turnábamos un poco... pero no nos íbamos hasta que termináramos todas las cataratas que se hubieran apuntado el día anterior”. Y pese a estos 15 días tan intensos, Belén, no lo duda. “Volvería ahí porque es una cooperación que no tiene nada de turística, porque en realidad vas al desierto, no hay nada que te pueda distraer y estás metida en un quirófano, en una consulta, todo el tiempo” para aportar, para ayudar.