Sociedad

El sueño de ver el mar se cumple para más de medio centenar de mayores de una residencia de El Bierzo

Residentes de Campolar de Bembibre se meten en las aguas del Cantábrico en Gijón por sus propios medios, con la ayuda de ruedas para el agua y andadores acuáticos

Un sueño cumplido para muchos. Y un trabajo descomunal por parte de sus responsables. Pero el esfuerzo ha valido más que la pena. "Memorias frente al mar" es el proyecto que se ponía en marcha en la residencia Campolar de Bembibre con un objetivo fundamental. Visitar el mar.

Un viaje soñado para muchos de los residentes, algunos de ellos no lo habían visto nunca y otros llevaban muchas décadas sin observarlo. Y lo que era una ilusión efímera se convirtió en una realidad esta semana, cuando más de medio centenar de residentes, todos ellos mayores de 65 años, montaban en un autobús y se dirigían hasta Gijón, concretamente a la Playa del Poniente y allí por fin cumplían su sueño. Ver el mar y bañarse.

Varios residentes bañándose en Gijón
Varios residentes bañándose en GijónMiriam del Eo

Pero detrás hay una historia de esfuerzo, superación, arduo trabajo y muchos nervios, tal y como detalla a LA RAZÓN, una de las enfermeras Natalia Moratiel. La historia se remonta a hace siete años cuando se ponía en marcha un taller de costura. Poco a poco, la gente de la residencia se fue apuntando a hacer pequeñas artesanías hasta contar en la actualidad con unos 25, todas ellas mujeres, pero uno de los primeros fue Gonzalo, que llegó a trabajar en una sastrería de su abuelo. Unos talleres terapéuticos y donde la amistad y el buen ambiente marcaban el día a día. Cada una hace lo que puede y cómo puede, desde pendientes hasta peluches o adornos para la casa.

Remojando los pies en el mar
Remojando los pies en el marMíriam del Eo

Y gracias a la organización de Rotary Club Ponferrada, asociación que les proporcionó también telas nuevas y materiales, conseguían un stand en el centro comercial El Rosal para su venta. Y una de las actividades según recuerda Natalia fue las de llevar a algunas de las residentes hasta el centro comercia (alguna era la primera vez que entraba en uno de ellos). Y gracias a la venta de las artesanías conseguían esos 2.500 euros que les ha permitido hacer ese ansiado viaje, que cuando los propusieron "se emocionaron muchísimo".

Y este pasado martes el autobús cubría la distancia de 215 kilómetros que separan Bembibre con la playa del Poniente, en Gijón, adaptada para personas con movilidad reducida. Ana María, María Jesús y Juan Domingo quedaban extasiados al ver a su edad el mar por primera vez.

Los residentes montando en el autobús
Los residentes montando en el autobúsMíriam del Eo

Caso especial fue el de Paquito, cántabro de nacimiento y al que le llamaban el Ángel de la N-VI ya que son su motociclor y una emisora avisaba a la Guardia Civil de los accidentes de tráfico. Sin apenas movilidad, gracias a las sillas anfibias se pudo mojar en las aguas cantábricas y luego no quería salir de ellas.

La expedición al completo en Gijón
La expedición al completo en GijónMíriam del Eo

O Fernanda, que se dejó olvidado el bañador en el autobús y tuvo que volver a por él por que no quería perderse esta oportunidades de meter sus pies en el agua. Y caso especial el de Lourditas, una de las residentes con mayor ilusión por ver el mar, pero que justo ese día la ingresaban en el hospital. "En cuanto le den el alta vamos a planear otra salida", señala Natalia, que muestra su emoción por que todo haya salido tan bien. "Tenía mucho pánico, por que detrás hay mucho trabajo pero también muchas responsabilidad. Nuestra directora cuando vio que se había logrado, no pudo dejar escapara alguna que otra lágrima", confiesa la enfermera del centro.

Una de las residentes es ayudada a introducirse en el mar
Una de las residentes es ayudada a introducirse en el marMíriam del Eo

Y es que la felicidad y que los residentes, por unas horas vuelvan a ser niños y cumplan uno de sus sueños, no tiene precio. Una historia humana que nos reconforta con todas aquellas personas anónimas que buscan el bien común y la solidaridad. Y de eso, en la residencia Campolar de Bembibre, saben mucho. Y mejor ejemplo que éste, pocos hay.