Medio rural
El trufiturismo pide paso con fuerza desde un pequeño pueblo de Valladolid
Raquel, Fernando y su fiel amigo Lucas son los protagonistas de RFTrufas, una iniciativa de desarrollo rural en Canalejas de Peñafiel que está dinamizando la zona y divulgando este aún desconocido mundo
En la provincia de Valladolid pero al límite de las tierras segovianas, en la cima de un páramo junto a la ribera del Duero pero mirando de reojo al Duratón, se encuentra el municipio de Canalejas de Peñafiel.
Un pueblo de poco más de doscientos habitantes que pertenece a la comarca Campo de Peñafiel, a cuyos vecinos se les llama castaños, que cuenta con un mirador natural desde el que se pueden contemplar unas vistas estupendas al afluente del gran río que nos une con Portugal y que, pese a estar en una zona de cordero lechal, su plato típico es el bacalao.
Un municipio con encanto, tierra de agricultores pero también de emprendedores que, en los últimos tiempos, están enfocando su futuro al turismo -sus siete casas rurales así lo acreditan- especialmente de naturaleza pero también a todo lo que tiene que ver con el vino y, desde hace dos años, con las trufas y el trufiturismo de la mano de Raquel, Fernando y su fiel amigo Lucas. Los grandes protagonistas de esta historia de pasión por el terruño y de compromiso e implicación con el medio rural.
Una historia de coraje, de esfuerzo y dedicación diarias para cumplir un sueño: RF Trufas, el primero de muchos más que están por venir, y que tiene a la trufa negra de invierno -Tuber Melanosporum- una de las más apreciadas por los chefs de hoy, como hilo conductor y producto estrella.
Un proyecto que, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, se está abriendo paso con fuerza y consolidándose como foco de atracción turística en la Ribera de Duero y de desarrollo rural. Una iniciativa que está empezando a recoger los frutos sembrados hace nueve años, cuando esta pareja decidió plantar las más de mil encinas truferas ecológicas que se extienden a lo largo y ancho de las 2,5 hectáreas de terreno a 900 metros de altitud que tienen en Canalejas de Peñafiel, bajo cuyas raíces se encuentran escondidos estos exquisitos hongos.
De hecho, este viernes pasado recogían orgullosos y agradecidos en la localidad segoviana de Pedraza uno de los prestigiosos Premios Vivaces en la categoría de Sector Primario, entre otras cosas, por promover el consumo de proximidad e impulsar el trufiturismo en colaboración con otros productores locales.
Un galardón, por el que han recibido 2.000 euros en metálico, acceso a financiación y en condiciones bonificadas por 8.000 euros para desarrollar el proyecto, asesoramiento gratuito durante un año por expertos en aquellas materias que necesiten o requieran y, sobre todo, el reconocimiento, el prestigio y la visibilidad que otorga un premio de estas características además del empujón que supone para seguir en la lucha.
"Ha sido una alegría y una satisfacción tremendas porque se ve recompensado todo el trabajo que hay detrás de este proyecto", señala a LA RAZÓN Raquel de Dios, impulsora de esta iniciativa que, desde que comenzaron hace dos años con las visitas más degustación, está llenando Canalejas de Peñafiel de turistas ávidos de empaparse de todo lo referente a este desconocido mundo de la trufa pero que sigue ganando adeptos cada día.
Un proyecto que no es flor de un día ni es fruto del azar, ya que está todo pensado al milímetro, y surgía del deseo de esta emprendedora y su marido por hacer algo diferente en su municipio que lograra dinamizarlo.
"Hace nueve años decidí dejar el trabajo que tenía porque necesitaba abrir otra etapa en mi vida y lo que tenía claro es que queríamos hacer algo distinto pero siempre que fuesen árboles y en Canalejas", apunta, mientras recuerda que finalmente apostaron por las encinas y las trufas porque les llamó la atención el desconocimiento que había y sigue habiendo en torno a este producto de la tierra y pensaron que ahí podía haber un nicho de negocio que podía tener futuro ya que tampoco hay mucha gente que se dedique a ello en la zona y, de paso, poner en el mapa a su pueblo.
Aunque admite que igual se lanzaron a la piscina sin ver si tenía agua, ya que empezaron a plantar antes que a estudiar qué podían hacer, destaca que siempre fueron optimistas y confiaron en que podía salir adelante. Y ahora, viendo como poco a poco el proyecto está repuntando tras tantas horas de cuidados y mimos quitando hierbas a esta plantación ecológica, no descarta seguir innovando y hacer crecer el negocio, si bien tiene claro que la evolución pasa por enfocarlo más al trufiturismo y a la venta de trufas a pequeña escala entre los vecinos y restaurantes de la zona o gente que no la haya probado nunca.
De hecho, ya están preparando la nueva campaña de visitas durante los fines de semana que empieza a finales de noviembre y se prolongará hasta marzo ya que la trufa se recoge en tiempo invernal, porque con el frío madura y es el momento de recogerla. Como novedad, este año tienen pensado vender dos productos truferos nuevos aparte del frasquito con unos gramos de trufa que venden, para diversificar la producción y ofrecer otras alternativas y nuevas sensaciones y experiencias a los visitantes. Se trata de una crema de queso y trufa y una miel con trufa, y cuentan para ello con la colaboración de una maestra quesera.
El cultivo de trufas no se hace en dos días y para que crezcan bajo tierra han de darse varios factores, desde haber plantado y cuidado bien las encinas, hasta que estén a una cierta altitud, en un sitio con inviernos fríos donde haya bastantes heladas y nieve, con veranos que sean también calurosos y que el terreno sea pedregoso para favorecer el drenaje del agua y que la trufa no se encharque y se estropee, además de calizo para favorecer su crecimiento.
Cuenta Raquel que hasta el quinto año desde que plantaron las encinas no empezaron a recoger algo de trufa, pero muy escasa, aunque les dio pie para empezar a prepararse para lo que venía, y es cuando decidieron buscar al socio que faltaba para completar la terna: Lucas, el gran protagonista de todo por cuanto sin él nada de esto sería posible, apunta Raquel.
¿Y quien es Lucas? Pues el perro que se encarga de marcar el lugar donde están las trufas bajo la tierra y entre el barro gracias a su extraordinario olfato. Se trata de un animal de raza Lagotto Romagnolo, conocido como un perro de agua, que es el encargado de buscar las trufas además de entretener a los turistas.
"Tenía tres meses cuando lo cogimos hace ya cuatro años y, desde entonces, le entrenamos todos los días mediante juegos con mucha paciencia", señala Fernando, que es quien le adiestra. "Solo le falta hablar", bromea.
Pasión por divulgar
El sexto año recogieron un poco más y el séptimo, que es cuando arrancaron con las visitas al ver que la cosa iba para arriba, otro poco más, mientras no dejaban de prepararse y de conocer cada día más cosas sobre este mundo para luego contárselas a los turistas.
"Es lo que más me apasiona y disfruto con cada visita", señala Raquel, quien destaca que a la gente le gusta mucho saber todo sobre la trufa, oler la tierra y poder experimentar esos momentos de búsqueda con el perro.
Aunque tampoco esconde que ha habido momentos de "miedo escénico" por la preocupación que tenían por si se quedaban sin trufas y sin poder recogerlas en las visitas. "La gente viene y quiere ver como trabaja el perro y sacas la trufa de la tierra y si no están maduras o no hay pues quedas mal", señala Raquel, si bien Fernando apunta que, por suerte, al final siempre han salido bien las cosas.
"Queremos que la gente venga a conocer este mundo y lo hacemos transparente y divulgativo, tal como es sin ocultar nada", señala Raquel, quien también aporta recetas a los turistas sobre los platos y productos que "maridan" a la perfección con las trufas, como por ejemplo los quesos, la pasta, el arroz, las verduras con especial hincapié las alcachofas, las cremas o los huevos y las tortillas. "Y no hace falta cocinar la trufa, solo con el propio calor del plato es suficiente porque así sale más el aroma", apunta.
También intentan desmentir algunos mitos sobre la trufa, como que es un producto muy caro e inaccesible. En este sentido, explica que el kilo puede estar a 800 euros, pero que en su caso lo vende por gramos, por ejemplo dos gramos cuestan 1,60 euros, y que la trufa se ralla en el plato por lo que se aprovecha más. "Se nos ha metido en la cabeza que es muy cara la trufa porque la mayoría de la que hay se vende al extranjero, a Francia e Italia sobre todo, pero se está viendo ahora que es un producto que no es inalcanzable", afirma Raquel.
Visitas amenas
Las visitas son los sábados y los domingos entre finales de noviembre y marzo pero siempre que no llueva, y tienen una duración de dos horas aproximadamente. Lo primero que hacen es ir ala plantación y explicar el proyecto in situ. Una breve charla sobre las encinas, donde se encuentran las trufas y los perros. "Es curioso el desconocimiento que hay, y es que ha habido algún turista que pregunta al ver las encinas donde están colgadas las trufas", comenta Fernando, sorprendido.
Después comienza la búsqueda de las trufas con Lucas, que es lo que más gusta, sobre todo a los niños, dice Raquel.
La tercera parte de la visita es la degustación de productos locales de mujeres emprendedoras de la zona, como queso, pan de coscoja, nueces y vino, todo ello acompañado de trufa, en una bodega subterránea que tienen y acaban de rehabilitar.
Y, para finalizar, entregan a los turistas un jarrillo de vino típico de la zona elaborado por un artesano de la provincia de Valladolid como recuerdo de la experiencia mientras resuelve cualquier duda a los visitantes, la mayoría, dice, gente de fuera pero también de la zona de Peñafiel, muchas familias con niños y parejas, además de gentes del campo y que les gusta la micología.
Raquel y Fernando encaran esta nueva temporada con ilusiones renovadas y ganas de seguir creciendo espoleados por el Premio Vivaces que acaban de recoger y por la tendencia al alza en el número de trufas que recogen cada año que les hace ser optimistas. También por poner en valor la vida en el medio rural y las cosas buenas que hay en él así como por seguir vendiendo su pueblo y que se asocie el trufiturismo a Canalejas de Peñafiel.
En este sentido, aseguran ambos que lo que siempre intentan cuando la gente llama para reservar es explicar lo que hay también en la localidad, desde dos restaurantes y una carnicería que es también asador además de una tienda y hasta siete casas rurales donde alojarse e incluso rutas que puedan hacer por la comarca.
Museo de la trufa
De hecho, cuentan que en la campaña pasada tuvieron la visita de más de 200 personas y que más de la mitad se quedaron a comer en el pueblo. "Tenemos que buscar sinergias y asociarnos entre todos porque siempre digo que la unión hace la fuerza y que en un pueblo tan pequeño como este si entre todos nos ayudamos nos daremos a conocer más y nos irá mejor", apunta.
De cara al futuro, Raquel no para de pensar en nuevas ideas cada día con los que mejorar el proyecto y sueña con abrir un Museo de la Trufa. "Es algo utópico y a día de hoy complicado, pero cuando se me mete algo en la cabeza...solo hay uno en España y creo que es algo que se puede conseguir", finaliza.
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