Sociedad
El Zangarrón de Montamarta (Zamora) reedita en Reyes “el espíritu original de un démone”
La espectacular máscara circular de corcho, de color negro en Año Nuevo, es de color rojo en la mascarada del 6 de enero
El Zangarrón de Montamarta, una de las mascaradas de invierno más conocidas dentro y fuera de España, vuelve a salir el día de Reyes por las calles del municipio, con su espectacular máscara circular de corcho, profusamente decorada con papeles de colores, con huecos para los ojos y la boca y dos orejas de liebre aunque, en esta ocasión, cambia el color negro de Año Nuevo por un llamativo color rojo.
“Es la mascarada más pura de las de Castilla y León. Representa el espíritu original de un démone, sin contaminaciones posteriores”, subraya el investigador y experto en mascaradas Bernardo Calvo Brioso, fallecido el pasado día 26 de octubre.
“Mientras el día 1 dicen en el pueblo que va de diablo porque viste careta negra y los colores de los pantalones son más apagados, el día 6 va con careta roja y los pantalones son de colores más vivos”, detalla Bernardo Calvo Brioso.
“Para mí, el personaje representa al chamán de cada tribu antigua. Solo había un chamán, un hechicero. El único que podía hacer los ritos mágicos para conseguir purificar a las comunidades y darles la fertilidad”.
Al igual que hicieron en la madrugada de Año Nuevo, los mozos se acercan a casa del joven que tiene el honor de ser el Zangarrón y se desarrolla una auténtica ceremonia para vestirlo de forma artesanal, cosiendo dos toallas que, a su vez, van cosidas a los calcetines de color blanco. Vestirlo es todo un arte en la que se emplean, frecuentemente, más de tres horas, contando con la blusa hecha con una colcha de cama de matrimonio en la que se deja una bolsa interior para guardar el aguinaldo.
El Zangarrón corretea y brinca como un auténtico atleta desde las nueve de la mañana, pasando por las inmediaciones de todas las casas del pueblo, excepto de aquellas en la que haya luto, haciendo sonar los cencerros. Mientras tanto, pide el aguinaldo, antes de dirigirse hacia la ermita de Nuestra Señora del Castillo, donde se celebra una misa.
Los visitantes menos avezados pueden llevarse algún que otro toque en la espalda con el tridente, aunque suele propinar los golpes especialmente a mozos que conoce. No es el mejor momento para que el turista se despiste, salvo que se quiera llevar de recuerdo un buen zurriagazo, atenuado por la ropa de abrigo pero que se nota.
El Zangarrón describe un círculo en el suelo con el tridente y los quintos, chicos y chicas, se ubican junto a él. Al llegar las autoridades a la eucaristía, flexiona la pierna izquierda, calva el tridente en el suelo, se levanta la careta y hace tres venias. Cuando pasan, da tres saltos, para aguardar en el atrio de la iglesia durante la misa.
Cuando el curada la bendición, el Zangarrón se levanta la careta, hace tres reverencias y va al altar, clava las dos hogazas que han dejado las quintas y sale de la iglesia, sin mostrar nunca la espalda al altar y repitiendo las tres genuflexiones. Una vez fuera del templo reparte los panes bendecidos entre los presentes y corre hasta el pueblo, donde se producirán numerosas escaramuzas hasta las tres de la tarde.
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