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Jeanette Winterson: “El futuro puede ser una zona de exclusión de las mujeres”

La escritora presenta «Frankisstein», novela en que traslada a una era post Brexit las historia creada por Mary Shelley, donde creaciones artificiales convierten prácticamente en redundantes al género femenino

La escritora Jeanette Winterson presenta su novela ""Frankissstein: Una historia de amor"
La escritora inglesa Jeanette Winterson posa para los medios gráficos durante la presentación de su novela "Frankissstein: Una historia de amor", situada en una Gran Bretaña post-Brexit, en la que recupera el debate público sobre los límites de la razón y lo que se considera humano, a través de la relación entre un médico transgénero y un especialista en inteligencia artificial. EFE/Alejandro García.Alejandro GarcíaEFE

¿Si Mary Shelley escribiera ahora, crearía un monstruo como Frankenstein? La respuesta es no, ya que el monstruo gótico era un fiel reflejo del boom de la primera revolución industrial. El tornillo, el hierro, el cuerpo, la dinámica causal, el humo, el rayo, la creación de vida era la creación de una máquina. En la época digital, el cuerpo no importa, sólo el conocimiento binario y la capacidad de alteración de la realidad. Frankenstein no sería tejido muerto devuelto a la vida, sino pensamiento líquido adaptable a cualquier realidad. El Víctor Frankenstein del futuro nunca intentaría reanimar, sino transfugar en el futuro seres ya vivos. O al menos eso es lo que ha imaginado la escritora Jeanette Winterson, que ha reubicado la maravillosa novela de Mary Shelley en la Inglaterra post Brexit en unos pocos años en el futuro en «Frankisstein. Una historia de amor» (Lumen/Periscopi).

En cierto sentido, el Víctor Frankenstein actual no estaría interesado en reanimar el cuerpo de Mary Shelley, sino en convertirla en datos y transportarla en un continente activo capaz de interectuar con la realidad. Y para ello necesitaría mucha mayor invención, inversión y bravura que su célebre antepasado. Si a todo esto unimos que la sociedad está plagada de robots sexuales y que los centros de inteligencia artificial están dominados por científicos masculinos heterosexuales, la mujer tiene el riesgo de convertirse en una redundancia, en ruido. «El futuro puede volver a ser, sin duda, una zona de exclusión de las mujeres. La obra se Shelley es, en muchos sentidos, profética. Somos la primera generación que nos acercamos a ella conociendo formas de vida autodiseñadas», comentó ayer la autora en su paso por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (Cccb).

Ron y los robots sexuales

La novela está cubierta de hallazgos, como Ron, el comerciante de robots sexuales, que acabará de la forma más iluminada e imprevisible posible o el dr Ry Shelley, transexual que empezará una relación con Víctor, aquí el científico loco. Identidad, deseo, amor, feminismo, ética, los límites de la ciencia y demás temas trascendentes se mezclan en la novela más divertida y dinámica de la autora que redescubre el lado romántico de Shelley de la forma más deslumbrante y moderna posible. «En disciplinas como la programación informática o la inteligencia artificial, sólo hay un 20 por ciento de mujeres, una cifra que es urgente revertir, pues la programación sigue siendo cosa de hombres y la parcialidad de género todavía existe», dijo Winterson.

La autora puso como ejemplo los robots sexuales, que ya existen, y éstos tienen mucho más éxito entre los hombres que entre las mujeres, entre otras cosas porque están basados en una lógica erótica masculina porque a ellas, «en general, lo que más nos gusta son las relaciones». «Pensamos que las máquinas y los programas son objetivos, pero no lo son, porque están alimentados con datos de hombres hechos por hombres», añadió.

La autora de obras como «La pasión», «¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal» «Escrito en el cuerpo» o «La chica del faro», vuelve a su particular universo en el que el amor no es sólo romántico, sino revolucionario, y en el que el cuerpo no sólo es principio de identidad, sino caligrafía de la voluntad. Este nuevo Krankisstein puede mirar a los ojos a su célebre antepasado. «Ante cómo éstan las cosas con internet y las redes sociales, hemos de hacernos más preguntas sobre si podemos o no continuar preservando nuestras relaciones humanas, si necesitamos tocarnos, hablarnos cara a cara, o podemos prescindir de todos estos preliminares comunicativos y pasar directamente a la mera trasposición de información», dijo Winterson.

Por todo ello, por la necesitad de límites y control, Winterson abogó ayer por castigar al «proyecto neoliberal que tenemos, en el que sólo para que una minoría pueda ganar mucho dinero se ha destrozado la vida de mucha gente». Winterson advirtió que la tecnología «nunca se utiliza de forma neutra, los datos no son neutros, consolidan los privilegios de una minoría de poderosos» y añadió que, por ejemplo, «en mi país, el referéndum del Brexit fue manipulado. Esta no es una época para quedarnos en el sofá, la tecnología puede ser utilizada en contra nuestra».

Por ello, aseguró que el concepto «elecciones libres» ha pasado en Occidente «a mejor vida». «Las próximas elecciones tendrán un gran nivel de injerencia tecnológica», concluyó. Y ante este panorama desolador sólo cabe un monstruo, el amor.