Barcelona

«Plantearse tener hijos da pánico, pero no tenerlos cuando lo deseas, también»

Entrevista a Noemí López Trujillo, periodista y autora de «El vientre vacío»

Noemí López Trujillo
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Noemí López Trujillo a menudo pregunta a sus amigas treintañeras cómo se ven dentro de diez años. Pero siempre tropieza con la misma respuesta. Si no sé qué haré dentro de tres meses, cómo voy a saber cómo voy a ser dentro de diez años. ¿Tendré trabajo? ¿Me echarán de mi casa? ¿Habré conocido a alguien? De niña, lo tenía más claro, se imaginaba cuidando a un bebé. En su libro, «El vientre vacío» (Editorial Capitán Swing), cuenta cómo se ponía un cojín bajo el jersey y fantaseaba con tener una barriga de embarazada. Pero al cumplir los 30 su vida dio un giro, perdió el trabajo y rompió con su pareja. Su libro es el relato de una generación, la que va de los 25 a los 35, «precaria y sin hijos», donde la incertidumbre que ha generado la crisis ha dibujado un escenario en el que plantearse tener hijos da pánico, «pero no tenerlos cuando lo deseas, también». López Trujillo saca los colores a un país donde apenas hay ayudas a la crianza, donde alquilar un piso en solitario obliga a la gente joven a dedicar el 94% de su salario neto y donde la maternidad frena la carrera laboral de las mujeres. Así las cosas, en 2050, España será el país más envejecido del mundo, junto a Japón. ¿Seremos capaces de cambiarlo?

-Ahora que tienes 30, ¿cómo te ves dentro de 10 años?

-No me imagino dentro de diez años. No tengo un terreno fértil para imaginar otra situación. Me gustaría seguir en mi trabajo, Newtral, me gustaría tener un hijo y una casa más grande. Pero sólo imagino una yo con más arrugas.

-Hablando con la generación de los 25 a los 35 años, ¿qué realidad has descubierto?

-La mayoría de mujeres quiere ser madre. Pero aunque la vida es impredecible y eso la hace excitante, la falta de seguridad y de unas políticas sociales que deberían sustentar un mínimo de calidad de vida, dificulta hacer planes a corto plazo. No sabes si vas a poder quedarte en la misma ciudad, si vas a tener un trabajo o vas a tener que volver a casa de tus padres. Vemos la maternidad como un lugar de opresión, porque un bebé quita libertad y perjudica la vida laboral, pero queremos vivir la experiencia.

-Cuando se habla de maternidad opresiva, es porque no hay políticas que ayuden a la familia o porque nos hemos equivocado al colocar el trabajo en el centro de todo.

-El feminismo ha hecho un ejercicio brutal de resignificar lo que es la maternidad e indagar por qué las mujeres creemos que ser madre es casi una obligación. La maternidad es un lugar de opresión por muchas cuestiones. Porque no puedes conciliar. Porque se construye desde la mirada masculina: una buena madre es una proveedora de cuidado y de amor. También porque se legisla sobre nuestros cuerpos, por un lado, se nos empuja a tener hijos para hacer frente al invierno demográfico, pero por otro nos siguen penalizando en el trabajo. En las entrevistas, se nos sigue preguntando si queremos ser madre. Además, no nos dejan elegir cómo y cuando ser madre. Ser madre es una decisión muy íntima, pero todo el mundo mete mano.

-La ginecóloga, Sofía Fournier, autora de «Una mami que se mima», comenta que el 80% de las mujeres que pasan por su consulta introducen cambios en su carrera laboral tras ser madres.

-Este es el problema de que no haya permisos de paternidad iguales e intransferibles. Cuando llega un hijo, las mujeres asumen el rol de cuidadoras, se profesionalizan en cuidados y desde el momento en el que te profesionalizas en unos cuidados no reconocidos en el mercado laboral, la carrera del hombre se dispara y la de la mujer se estanca. Si la mujer decide coger jornada reducida, el hombre intenta compensar la falta de salario que no entra en casa. La sociedad no está poniendo los cuidados en el centro.

-La reforma horaria ayudaría.

-Con horarios más racionales tendríamos más igualdad.No es justo que te obliguen a elegir entre familia y trabajo.

-Cuando una mujer decide no se madre, ¿qué es primero el deseo o el sistema la empuja?

-El deseo o la falta de deseo es inexplicable. Pero cuando tienes claro que quieres tener hijos es normal que quieras analizar las circunstancias para saber si eso es viable. No es una cuestión solo de querer ser madre, sino de cómo queremos llevar a cabo esa maternidad. No quiero tener que trabajar de ocho de la mañana a ocho de la tarde y casi no ver a mis hijos crecer. No quiero tener que renunciar a mi carrera laboral, tener que pensar si llego o no a final de mes con ansiedad. No quiero abocar a mi hijo a la precariedad ni a la pobreza. No quiero traerlo a un mundo que no le garantice una vida digna. Faltan garantías para tener una maternidad tal y como te la habías planteado. Tampoco quiero abocar a mis padres a cuidar de mis hijos.

-No nos hemos vuelto demasiado exigentes y precavidos, hace años los niños venían con un pan bajo el brazo.

-Seguramente hay algo de sesgo cognitivo. Nos hemos creado una idea de maternidad que quizás es imposible. Pero desde el momento en no eres exigente con el sistema político, estás haciendo una renuncia. No creo que seamos la generación más castigada, pero la crisis nos ha hecho más conscientes.

-En el libro, habla de María Fernanda, una mujer de 44 años que se quedó sin ser madre, te recomienda congelar óvulos si piensas retrasar la maternidad. ¿Falta información?

-Siempre nos han hablado del reloj biológico. Pero la crisis arrasó con nuestras expectativas y la publicidad ha creado la idea de que la juventud iba a ser eterna.