Música

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¿Por qué cantar siempre envejece?

El éxito de la canción «Seventeen» de Sharon Van Etten vuelve a poner de moda las canciones en torno a una edad, de «22» de Taylor Swift pasando por «I’m eighteen» de Alice Cooper o «13», de Big Star

Sharon Van Etten en el videoclip de "Seventeen" junto a la actriz, de 26 años, que interpreta a su yo de 17
Sharon Van Etten en el videoclip de "Seventeen" junto a la actriz, de 26 años, que interpreta a su yo de 17larazon

Clara era una niña de trece años que siempre decía que tenía 37. «Cuántos años tienes, cariño», le preguntaban los amigos de sus padres y ella decía seria, «tengo 37 y me parece fatal ese tono aflautado de voz que pone para hablar conmigo». Los amigos de sus padres se reían, pero ella seguía en sus trece. «Sí, claro, es toda una señorita ya», continuaban y Clara los miraba con desprecio. «¿Y cuantos añitos tiene usted, ricura, 68? Que viececita tan mona», contestaba. «¿Verdad que no le gusta que le hable así», añadía.

«¡Clara, no seas maleducada!», decía entonces su madre y Clara se ponía echa una furia, «¡pues díselo a tu amiga también, ella ha empezado». Y aquí los amigos de su madre ya no se reían, la que se reía era Clara, que se marchaba a su cuarto contenta de desesperar un poco a los viejos y demostrarles que aunque ellos podían haber tenido 13 años, no tenían ni idea lo que era tener 13 años ahora, así que más les valía no dar nada por supuesto.

Sola en su cuarto, la niña ponía música a todo trapo y empezaba a cantar con los pulmones en alto. Porque entonces nunca tenía 13 años, tenía 37, y era una mujer melancólica que creía saber lo que se siente cuando se es una adolescente, y lo canta con vértigo, como si sus gritos fueran manos suplicantes intentando agarrarse al tiempo y no caer. «¡Clara, por favor!», exclamaba su madre, que entraba en tromba en la habitación y le bajaba la música. «¡Mamá, que estoy sufriendo!», gritaba ella y volvía a poner más volumen.

Su madre apagaba la música. «¡Para ya!», exclamaba, «qué crees, que no he tenido tu edad», decía entonces prohibiéndole que la volviese a encender. «No, nunca has tenido mi edad, eso es una obviedad. Habrás tenido la tuya, pero no creas que tienen nada que ver, jolines», gritaba Clara y cerraba su puerta de un portazo.

Un año delicado

La representación de la edad en la música siempre es un juego de espejos donde alguien pierde. El o la cantante se ponen en frente de ese espejo de mal representación e invocan a su yo de 13 de 17 de 22 años y lo que sale sólo es un monstruo, es decir, un miedo, una incapacidad de volver de facto a esa edad. Por tanto, aunque crean que hablan de su yo de trece años, lo que hacen es hablar de un monstruo de 13 y lo que creemos melancolía es en realidad terror. Es decir, la melancolía, la base de la música pop, es el terror ante la mala representación.

En la historia de la música pop hay registradas más de 560 canciones con una edad en el título, y las que hacen referencia dentro de las letras multiplican esa cifra por cinco. En el 85 por ciento de todas ellas se hacen desde una perspectiva histórica, es decir, reminiscente, y por tanto melancólica. Y la melancolía sólo es el terror ante la incapacidad monstruosa de recuperar de facto esa edad.

Imaginemos que estás hablando de cuando tenías 17 años. Es un poema bonito. Has tenido 17 años, crees que sabes de lo que hablas. Pero entonces te das cuenta de la imagen que estás proyectando y lo que ves es una bestia perdida, un animal que no reconoces y que encima parece que se burla de ti. Cantas entonces para protegerte de ese monstruo que tú mismo has creado.

Pensemos, por ejemplo, en una de las mejores canciones de 2019, editada justo hace un año, el 8 de enero. Nos referimos a «Seventeen», de la genial Sharon Van Etten. La cantante de New Jersey, que el próximo 26 de febrero cumple 39 años, nos dice que «solía ser libre, solía tener diecisiete años» y empieza a tener una conversación con la que se presupone es ella con esa edad, o cualquier otra chica con 17 años. La angusita y la belleza crecen a medida que la distancia entre las dos va creciendo, hasta un clímax final en la que Van Etten grita, «¡Sé lo que vas a ser; sé que vas a ser; te estás desmoronando sólo para ver; assutada de ver que serás como yo». Es decir, reconoce su figura como ese monstruo en el espejo que la chica de 17 años no querría ser nunca.

La canción resume en cuatro minutos lo que hace la música pop a la hora de intentar reflejar una edad. El lastre siempre es el mismo, esa distancia monstruosa que produce el vértigo y la melancolía. La música, entonces, es hermosa porque es un intento de mitigar el dolor a partir de una melodía, de darle un carácter épico que refleje una belleza, cualquiera que sea,en el hecho de envejecer, y por tanto una heroicidad. Toda la música pop va del paso del tiempo o cómo lo cantamos para que no pase. Es paradójico y por eso es genial.

Ni siquiera cuando la cantante hace referencia a su propia edad escapa de este desfase de la mala representación y aparece el monstruo. Por ejemplo, pocas canciones hay más vigorizantes, frescas y alegres como «22» de Taylor Swift. La cantante de Pennsilvania describía in situ lo que era tener veintidós años y lo hacía sin ninguna evidente melancolía, sólo unas ganas locas de reivindicarse y autocomplacerse. «Sí, estamos felices, libres, confundidas y solitarias a un tiempo; es mágico y miserable, oh sí; esta noche es la noche en que nos olvidamos de fechas límite; no sé tú, pero yo me siento 22», canta Swift con espíritu liviano, presentando un dibujo fijo de lo que es tener 22 años, es decir, congelando una edad, desnaturalizandola, es decir, bestializándola.

Por mucho que quiera reivindicar una edad, lo que hace es justamente todo lo contrario, crea una burla, un estereotipo, un sentimiento atroz. «No sé tú, pero me siento 22», es decir que ya hemos trasladado la edad a la emoción de dicha edad, o sea a un recuerdo. Ni siquiera Taylor Swift pudo escribir sobre sus 22 años y lo hizo con 23. Nadie se escapa de la lógica de la música pop, nadie, ni siquiera las artistas que cantan sobre lo divertido que es ser joven consiguen ser jóvenes y divertidas en la canción, sino ser épicas y reminiscentes para poder matar al monstruo de la música pop. Es decir, Taylor Swift, cuando cantaba que se sentía 22, parecía una mujer de 37 años.

Y el rock es lo mismo. Veamos lo que hace Alice Cooper en «I´m eighteen», una canción dedicada a la confusión que significa tener esa edad. Desde luego, Alice Cooper no tenía 18 años cuando la compuso y el chico que alcanza la mayoría de edad que representa es una especie de monstruo de dos caras entre la certidumbre de un hombre de 30 describiendo aun adolescente y la propia indefinición que intenta representar. Es decir, allí no hay un chico de 18 años, hay un monstruo que Cooper está encantado de crear. Toda su carrera se ha dedicado a crear monstruos. Cooper es el gran melancólico del heavy junto a Ozzy Osbourne, porque los dos basan su música en el terror de la melancolía.

A partir de aquí los ejemplos son infinitos. Hace dos años estuvo muy de moda la canción «Seven years» del grupo danés Lukas Graham. El tema arranca con la frase «una vez tenía siete años» y luego pasa a tener once y 21 y 30 y después ya es más viejo que su padre y acaba con 60 y el festival de monstruos es tan grande que la melancolía es espectral. Por eso tuvo tanto impacto comercial, porque era una canción melancólica primaria.

Lo mismo podía decirse del famoso «When I’m 64» de los Beatles. Por supuesto es una canción melancólica pues funciona a la inversa, con la imaginación de una persona de 64 años que ellos, con 28 cuando la compusieron, no tenían ni idea como eran. El fecto de inventar un personaje es el mismo. Crean un monstruo de ellos mismos tan falso como si compusiesen un canción de ellos cuando tenían 8 años.

Las mejores de la historia

Entre las más melancólicas y por tanto mejores, pues ante la creación de un mayor monstruo se ha de crear una música mejor para intentar domarlo, están «13» de Big Star, donde Alex Chilton recuerda cómo era intentar ligar a un niña de su edad, pero otorgando a su personaje todo el valor y deseo explícito que nunca tuvo a esa edad. Aquí hay otra de las teorías de las canciones sobre la edad, y es la de la compensación o ajuste de cuentas. Como en «Seventeen» de Ladytron, donde repite una y otra vez me quieres cuando tengo 17, y con 21 ya me tiras a la basura. La creación del monstruo como venganza. Por no hablar de «18 & a life», de Skid Row. No hay duda, cantar siempre envejece, pero es la única forma de no envejecer. Y todos pierden. Sí, los cantantes son héroes.