Cataluña
Y Caterina Albert lanzó a un bebé a la piedra de un molino
La sala Atrium acoge una nueva adaptación de «La infanticida», de Víctor Català, en versión ópera electrónica con música de Clara Peyà
Laura Borrràs, la diputada de JxCat, definió a Caterina Albert, alias Víctor Català, como «la Quentin Tarantino de la literatura catalana», y todo por «La infanticida», una historia donde una mujer no sólo mataba a su hijo, sino que lo hacía con una violencia extrema, prácticamente goyesca, tirando al bebé a la piedra de un molino. La imagen quería ser una crítica simbólica contra la idea de la mujer como mera imagen de carga pasiva, de maternidad intrumental, de absoluta invisibilidad fuera de su servil función de mama.
La sala Atrium acoge ahora una nueva adaptación del tarantiniano texto de Albert, esta vez en un formato del todo inusual y por eso extraordinario, una ópera electrónica. La pianista, compositora, interprete, artista, actriz, y performer, Clara Peya compone una música a partir de la adaptación firmada por Marc Rosich. Neus Pàmies y Gerard Marsal interpretan el texto bajo la dirección de Marc Angelat, en un montaje que es a veces cantado, que es a veces un recitativo, que es a veces un desconsulo y un silencio, pero que es siempre ópera y es siempre abrumador y terrible.
La obra se estrenó ayer por la noche, a resguardo del temporal, y continuará hasta el 2 de febrero. «Alzar la voz de Caterina Albert nos parece ahora más necesario que nunca. Hoy podemos ver que los clichés femeninos todavía son muy presentes y comportan muchas limitaciones. Seguimos viviendo en una sociedad castradora y represora, incluso en las que podrían parecer libertades más básicas», remarcan desde la compañía,
La obra teatral, escrita en formato de monólogo por Albert en 1896, es un vuaje por el tiempo que permite ver cómo el horror no terminará nunca para los niños. La historia cuenta la vida de Nela, una chica sencia que vive en el campo junto a su padre y su hermano. Trabajan en un molino, que les sirve de sustento y acomodo. Un día, la joven conoce a Reiner, hombre del que se enamorará perdidamente y del que creerá que seré su vehículo de escape a su tiránica realidad, conformada por un padre opresor que la reduce a mero radial numero tres del molino.
De esta forma, empezarán una relación amorosa a escondidasdel padre hasta que quedará embarazada. Reiner, al ver su futuro junto a aquella mujer y un bebé, huirá y la abandonará a su suerte ante la idea de un padre que no sólo verá a su hija embarazada, sino a un una nueva carga y una nueva vergüenza a la que hacer frente. Intentará abortar, pero fracasará, así que vivirá escondiendo su embarazo. Lo logrará, incluso tendrá a su hijo a escondidas, hasta que su padre descubrirá la verdad y se encontrará frente a frente a ese niño.
El final tarantiniano empieza aquí, cuando Nela, sin saber que hacer, temerosa de la reacción de su padre y de la sociedad en pleno, lance prácticamente de forma refleja, al bebé a la piedra del molino acabando con su vida. No hay sorpresas, el título de la obra obliga a mirar a la realidad desde el primer momento. Nela explica su historia desde un centro psiquiátrico. Ella está loca, el niño está muerto, el hombre joven y seductor no sabe nada, y el padre viejo lo sabe todo. El niño vuelve a llevarse la peor parte, porque el niño nunca es real, sólo es utilizado de símbolo. En «Medea» ocurre lo mismo, incluso en todo el cristianismo. La niño nunca es sujeto que se piensa, sino objeto que se utiliza como carga moral. Los hombres y las mujeres son siempre despreciables. Los autores los utilizan. Los polítiicos los utilizan, como podemos ver ahora. Y los niños no pueden hacer nada, porque son los únicos sin voz. Una pena.
Una voz a reinvindicar
Clara Peyà firma la música de esta ópera electrónica tan emocional como simbólica. La intérprete ha conseguido en nueve álbumes y más de 20 espectáculos convertirse en todo un faro de la nueva creación catalana capaz de r de obra concedidos por el consistorio a la planta química de Iqoxe, debido a la doble explosión.
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