Teatro

El misterio de quemar el escenario

Paula Bonet y Ramón Rodríguez presentan en La Villarroel un espectáculo en el que fusionan pintura y música con voluntad de arte efímero

La Villarroel estrena 'Quema la memoria', una "experiencia multisensorial"
Paula Bonet y Ramón Rodríguez durante rueda de prensaEUROPA PRESS31/01/2020larazonEUROPA PRESS

Federico García Lorca hablaba de la posibilidad de llenar el teatro de espigas frescas, de cambiar la escena y huir de lo que es habitual, hasta el punto de impactar a un espectador acostumbrado a lo de siempre en escena. Esa ruptura promovida por el poeta granadino surge también, aunque con diferente corte, en una propuesta escénica que todos los lunes del mes de febrero podrá verse en La Villarroel. Se trata de «Quema la memoria», una propuesta de Paula Bonet y Ramón Rodríguez que toma como punto de partida el libro homónimo que recogía las letras de The New Raemon, todo ello acompañado del trabajo gráfico de la pintora. Pero lo que verá el público de este espectáculo –que ya tiene agotadas las entradas para su presentación barcelonesa del día 3 de febrero– no es una adaptación sino algo distinto, muy distinto.

«Es un espectáculo teatral, pero que cada vez es diferente. Cuando acaba no queda nada, ni aquello que se vincula con lo plástico. Es una de las cosas que más me gustan porque el trabajo que hago siempre se relaciona con aquello físico, con lo que perdura, con lo que se puede capitalizar después. En este caso solo perdura mientras Ramón está interpretando sus canciones», explica Bonet en declaraciones a este diario junto con Rodríguez.

La aspiración es hacer de «Quema la memoria» algo efímero, el recuerdo de lo que hemos encontrado sobre el escenario donde Paula Bonet interpreta con su trazo firme lo que canta Ramón Rodríguez. Este último recuerda que «nuestra obra queda fijada cuando se publica. La magia de un concierto es que es una interpretación de algo que has enlatado, pero que solamente dura mientras estás en directo. Esto es lo mismo, pero también con pintura». Y es aquí donde la voz se funde con la pintura en una armonía perfecta. El ritmo no lo marca la percusión sino la coreografía de gestos de la artista que se enfrenta ante la hoja en blanco mientras el músico interpreta de cara al público. En este sentido, el cantante recuerda que «el hecho de que este ella hace que el tempo sea diferente. No toco igual cuando hago una actuación solo donde yo marco mi propio ritmo que cuando está ella. Tengo que estar pendiente de una serie de pautas que tenemos de entradas y salidas. Los dos vamos al mismo tiempo», matiza Rodríguez. A este respecto, Paula Bonet añade que «el diálogo es constante. No es Ramón interpretando su trabajo y yo pintando la mía, acabando el concierto con una obra hecha. Cada obra que hago dialoga absolutamente con el contenido de las letras de las canciones y con lo que él hace con la música. Las imágenes mutan con la palabra y el trazo va de la mano de su interpretación, de los ritmos, de las pausas que hace, de todo lo que tiene que ver con el sonido».

Otro factor importante para «Quema la memoria» es el papel que tanto el público como el mismo teatro en el que tiene lugar el espectáculo. Buena prueba de ello fue la primera vez que levantó el telón este montaje, el pasado año en el Monasterio de Veruela. «Fue algo muy diferente de lo que pasará en La Villarroel que es un espacio cerrado. Estábamos en el altar y fue algo precioso. La acústica del monasterio era impresionante», rememora Paula Bonet. Para Barcelona, como cuenta Ramón Rodríguez, «nos tenemos que adaptar al sonido, a cómo estará distribuida la gente. Todo esto influye incluso en la manera de interpretar».

Los dos creadores permiten de esta manera que el público sea una especie de observador de la creación artística. Y es que, como si pudiera mirar por la cerradura de las puertas de los respectivos talleres, podemos adentrarnos en lo que supone asistir al hecho de la creación artística, ya sea una canción o un cuadro. «Estamos compartiendo un proceso. Habitualmente lo que yo hago es en un taller con unos tiempos muy lentos, con un material muy concreto y con una comodidad obvia. Con Ramón está comodidad se transforma en otra cosa que hace que sea muy interesante porque me lleva al proceso. Me da a entender que lo que importa no es lo que acaba resultando sino aquello que está pasando mientras la obra se configura. Evidentemente también se configura a través de lo que el público nos va transmitiendo», dice la pintora. «Es muy interesante porque nos vamos adaptando en función del espacio en el que actuamos», sostiene el músico.

Es también este «Quema la memoria» una reflexión sobre lo que supone el hallazgo, lo que ocurre cuando se experimenta a la búsqueda la obra maestra desconocida, algo que ha obsesionado a artista de todo tipo, desde Balzac a Picasso. Por eso, Paula Bonet se atreve a jugar con el «collage» y a deshacer y a rehacer lo pintado, todo ello mientras Ramón Rodríguez interpreta temas como «Tú, Garfunkel», aquella canción donde afirma que «desmemoriado quiero estar/para ser olvidadizo/y desatender lo nuestro».

Es la posibilidad de poder conocer de primera mano un misterio como es el de quemar el escenario a base de unas letras que te atrapan y unas imágenes que no pueden olvidarse.