Cataluña

Jaume Plensa imagina una utópica ópera de camara

El Liceo acoge en el foyer «Diàlegs de Tirant e Carmesina» obra musicada por Joan Magrané y con dramaturgia de Marc Rosich basada en «Tirant lo Blanc» y en el que el artistas ha realizado sus estilizados decorados

Un momento de la ópera de cámara de Marc Rosich y Joan Magrané
Un momento de la ópera de cámara de Marc Rosich y Joan MagranéToti FerrerToti Ferrer

La decepción siempre está unida con las expectativas. Vivir con las miras altas es un esfuerzo de emoción tan alto que al encontrarse cara a cara con la deseada empresa, uno está demasiado cansado y se decepciona. Por ello, la única forma de vencer las expectativas no es superándolas, porque eso es imposible, sino despreciándolas, incumpliéndolas, fracasándolas al extremo y disfrutar a gusto con el resultado. La tensión sexual entre Tirant, Carmesina y su doncella Plaedemavida en «Tirant lo Blanc» sufrió este choque entre decepción y expectativas y el caballero fracasó en despreciar cualquier ideal, incluso el del amor, y sufrió por ello. Porque hay que tener expectativas, hay que imaginar lo mejor, y hay que despreciar lo mejor igualmente y ser caballero hasta en la activación sexual. La vida sólo se construye a partir de la decepción. Huir de ella sólo es amar la muerte. Y los caballero no huyen, no aman la muerte.

Una de las sorpresas del pasado Festival de Peralada fue «Diàlegs de Tirant e Carmesina», una ópera de cámara capaz de reducir «las 1.000 páginas del libro de Joanot», en una obra de hora y media centrándose en la intimidad entre los dos amantes incómodos y su angustia sexual. Marc Rosich firma la brillante adaptación con música de Joan Magrané con una clara atmósfera medieval. Aunque la gran sorpresa de la pieza tenía al artista Jaume Plensa como protagonista, que se encargaba de los decorados.

La ópera propone un paseo por los juegos sexuales de esta pareja, siempre con la complicidad de Plaedemavida, pero tan difíciles de consumar siempre que, una vez materializados, deja en ellos una sensación de brevedad y decepción, una sensación que se refleja con un cronómetro que cada cuatro minutos y 33 segundos enciende sobre el escenario una luz de neón, un homenaje que Plensa quiso hacer a la obra de John Cage «4,33». «No entiendo la escenografía como espacio de objetos, sino como una actitud. El cronómetro ilustra una espera con un final utópico», señaló Plensa, que ha realizado un juego de luces de neón que se van encendiendo de forma progresiva. «Lo mejor de la vida siempre pasa en el último momento, y este momento justifica todo lo que ha sucedido antes», aseguró ayer Plensa.

En este sentido, el artista afirmó que la idea de finalidad como catapulta de resolución de objetivos, le ha hecho valorar mucho más todo lo que hace. «A veces mis exposiciones empiezan cuando se desmontan porque es cuando la gente echa de menos la obra y se encuentra con el vacío. Esto es la vida y la utopía para mí», concluyó Plensa.

La propuesta, que cuenta con un cuarteto de cuerda, arpa y flauta, apuesta por una música «que no es pequeña», defendió Magrané, que siente la pieza como una obra de orfebrería «para narrar sentimientos universales».Los cantantes son el barítono Josep-Ramon Olivé (Tirant); la soprano Isabella Gaudí (Carmesina) y la mezzosoprano Anna Alàs (Plaerdemavida).