Cataluña

El amor nunca es para el futuro

La Sala Beckett acoge “Demà” un thriller distópico de Helena Tornero y La Virgueria sobre una sociedad que sufre “indigencia emocional”

El thriller distópico 'Demà' ahonda en el amor y la indigencia emocional en la Sala Beckett
El thriller distópico 'Demà' ahonda en amor e indigencia en la Sala BeckettSALA BECKETT18/02/2020larazonSALA BECKETT

El amor no es algo que ocurra en el futuro, puesto que sólo sucede en el ahora, por tanto el futuro es el único lugar, por lógica, sin amor y por eso siempre da tanto miedo. Imaginar el futuro es imaginar un espacio sin amor y por eso surgen siempre imaginaciones distópicas del porvenir. Es inevitable. El amor es un verbo siempre en presente, un imperativo enfocado, si quieres, en buscar un movimiento hacia adelante, por lo que a veces puede confundirse con el futuro, que también es un movimiento hacia adelante. Sin embargo, hay una gran diferencia, el futuro mira ese movimiento desde la perspectiva del destino y el amor desde del punto de partida. El amor siempre es un punto de partida, nunca un destino. Por ello no hay nada más contrario al amor que el futuro. Nadie te dirá nunca quiéreme mañana, pues hoy es el único momento en que el amor existe. Quien no se atreve a amar ahora, está claro que no se atreverá a amar mañana, es estúpido pensar lo contrario. Por eso, quiere hoy, quiere ahora, y deja que las personas sin amor sueñen con el futuro, porque es lo único que les queda, el lugar donde no existe el amor.

¿Se puede entonces imaginar una historia de amor en el futuro? Se puede imaginar absolutamente todo, por supuesto, pero es muy difícil que una historia así hable del amor, sino que más bien hablará del futuro. Repetimos, el futuro es el único espacio sin amor. Lo contrario sería un milagro. La última en intentarlo es la excelente dramaturga Helena Tornero, que en “Demà", traza un intenso thriller emocional sobre un futuro distópico en que la sociedad parece haber llegado a la perfección, pero que fuera del error ha creado un mundo sin espacio para la contradicción, aséptico y frío, donde querer sólo es manipular con sentido.

La Sala Beckett acoge ahora una pieza que encantará al público joven tanto como al adulto y que protagoniza la compañía La Virgueria, que llega a su décimo aniversario como compañía residente del teatro dirigido por Toni Casares. “Empezamos a trabajar pensando que queríamos hablar de la indigencia, pero en el proceso de creación el tema fue evolucionando y hemos acabado abordando la indigencia emocional”, asegura el director de la obra, Aleix Fauró. El montaje arranca en un mundo donde “no hay contaminación, no hay suciedad, no hay pobres, no hay indigentes y todo el mundo sonríe, sin embargo, enseguida notas que hay algo oscuro escondido”, añade Fauró.

Toni Casares puso en contacto a la compañía con la dramaturga y juntos enfrentaron sus lenguajes hasta crear una pieza homogénea llena de detalles líricos. La Virgueria está centrada en un lenguaje más audiovisual y multidisciplinar, con lo que centrarse en un texto tan potente como el de Tornero ha sido todo un reto. “Tienen una texturalidad diferente y no están axostumbrados a una carga tan literaria, pero la poética que se consigue es muy propia”, asegura Guillem Gafaell, uno de los actores de la obra

El montaje se centra en dos parejas, Cassandra y Saül, que desde el principio vemos que es una relación caída, y otra formada por Daniela y Raúl, que son los que actúan como la voz del espectador que está intentando unir todas las piezas del puzzle. La historia se desarrolla del futuro al pasado y poco a poco vamos entendiendo que ha sucedido o que sucederá, es difícil determinarlo con certeza. El punto de partida ya indica que esta es una historia que habla del futuro, no del amor, puesto que habla desde el destino, no desde el punto de partida, como ya habíamos definido. La obra incidirá en la capacidad del hombre en manipular a las personas que tienen alrededor en busca de una fácil recompensa. ¿Otra historia de un futuro sin amor? No, es mucho más, es un intento de encontrar el amor incluso en el futuro, y eso, por imposible, tiene un gran valor.