Cataluña
La farsa del escritor que predijo el coronavirus y todos los autores futurólogos
Ni Julio Verne inventó el submarino, ni Ballard imaginó en 1979 “facebook”, ni mucho menos Dean Koontz adivinó la epidemia del Covid-19
Dean Koontz es un buen escritor de género. Es como Stephen King, si a éste le hubiesen quitado su vivacidad y su pulsión nerviosa. Lo mejor que tiene es su sentido del humor, algo que hace que en sus novelas de terror a veces te sorprenda con auténticas carcajadas que te permiten liberar un poco la tensión. En 1981 escribió “Los ojos de la oscuridad”, la historia de una madre que pierde a su hijo, pero pronto es acosada por señales que le aseguran que sigue con vida y necesita su ayuda. Sí, la misma historia que luego robarían los hermanos Duffer en “Stranger things”, aunque ellos lo llaman homenaje.
Dentro de esta historia, Koontz imaginó una cruel centro gubernamental en Gorki, en la Unión Soviética, porque entonces estaba de moda “Gorki park”, libro de espionaje de Martin Cruz Smith, y todo el mundo sabía que los rusos eran los malos. Allí se creó una terrible arma biológica, el Gorki-400, un virus, “mucho más mortal que el ébola”, que mataba al 100 por 100 de los infectados en menos de 24 horas después del contagio. La misma idea detrás de “Apocalipsis”, de Stephen King, escrita tres años antes, y que sí que se habla de una “supergripe” capaz de eliminar al 94,9 por ciento de la población.
En 1989, con la caída del muro de Berlín y el desmantelamiento de la Unión Soviética, que culminaría en 1991, los editores de Koontz le dijeron que reeditarían la novela, pero que sería mejor quitar referencias de la Guerra Fría, que era un tema del pasado, y que era mejor situar al “enemigo” en otra superpotencia que pudiera ser vista como terrible. Koontz, un gran fan de las novelas de Sax Rohmer sobre el villano Fu Manchu, pensó en China, y decidieron que situarían allí el complejo biotecnológico donde se crearía el virus. Desde los años 50, los complejos tecnológicos y de desarrollo científico más importantes de china están en Wuhan, que muchos conocen como la Chicago de Asia. Así que el cambio estaba más que claro, el “Gorki-400” sería el “Wuhan-400”. Koontz nunca fue muy fan de esta novela, a pesar de que tuvo mucho éxito y estuvo a punto de tener una adaptación televisiva dentro de una serie con otras historias del escritor. “Es un pequeño thriller modesto. Fue mi primer intento de escribir una mezcla de géneros con acción, suspense, romanticismo y un toque paranormal. No tiene la intensidad, ni el humor, ni la profundidad de personajes, la complejidad de la trama o el ritmo de mis novelas posteriores, pero a la gente le encanta”, dice Koontz. Ni siquiera lo firmó con su nombre cuando lo publicó, sino que lo firmó Leigh Nichols. SIn embargo, visto el éxito popular, en la reedición del 89 ya lo firmó con su firma.
Parece evidente que a Koontz le han hecho una mala pasada uniendo su nombre al coronavirus. Incluso se han inventado un “bulo” para parecer que la historia tiene más visos reales. Según se lee en algunas noticias, el libro habla de: “Cerca del año 2020, una enfermedad similar a la neumonía se extendrá por todo el mundo, atacando a los pulmones y los conductos bronquiales, resistiendo a todos los tratamientos conocidos". No existe referencia alguna de esto en la novela. Es más, forma parte de otro libro, el de una futuróloga, Sylvia Browne, “End Of Days: Predictions and prophecies about the end of the world”, publicado en 2008.
Es más, a partir de aquí, ya ha habido teorías de todo tipo, como que si tu sumas los números de 1981, el año de la publicación de la novela, te da 19, o sea, 2019, el año que se produjo el inicio de la epidemia. ¿Parece una teoría? No más que unir wuhan-400 con la predicción del virus.
El pobre Koontz puede ser recordado únicamente por una de sus peores novelas, y sólo porque un día sus editores le convencieron por buscar otro malo. Donde ponía Gorki puso Wuhan e internet y después todos los medios, incluídos éste, se apresuraron en decir que el pobre hombre había predijo el virus que ha hecho caer la economía mundial y amenaza a la población. Muchos hasta le acusarán de haberlo creado él y le dirán, “hombre, por predecir, no podrías haber escrito una supercura para el cáncer”, y él dirá, “pero si yo sólo puse un nombre a un virus basado en una lógica sencilla”. A la gente le encanta pensar que la vida es fácil de prever y por tanto que los escritores nos pueden prevenir del futuro. Da una sensación de dirección, y por tanto de finalidad, y eso te permite creer en cosas como el destino y esto hace que irresponsabilizarte de tus actos sea sencillo. Pero no, los escritores nunca han predicho absolutamente nada.
Los lectores de Nostradamus saben que sus predicciones son ambiguas y si uno quiere leer que está en lo cierto, lo puede hacer. En la actualidad, las predicciones de Nostradamus que alguien ha querido leer como ciertas sólo llegan al 24 por ciento de todo lo que “adivinó”. Es decir, hay que hacer caso a alguien que si le preguntas si mañana hará frío, sólo acertará una vez cada cuatro días. El acierto sólo es probabilidad estadística. Si tocases el piano durante cien años mezclando las notas seguro que sacarías al menos 3 obras maestras del pop. ¿Eso te convertiría en Paul McCartney? No.
Pero se quiere creer en la vida como un libro fácil de leer y quién lee mejor que los escritores. Por ejemplo, existe la extraña creencia popular que Julio Verne fue el autor real del submarino por “20.000 leguas de viaje submarino” y su Nautilus. Sin embargo, se olvidan que el invento ya estaba en marcha 70 años antes. Y en 1859 nuestro genial Narcís Monturiol puso en el mar su “Ictíneo”. En 1866 se ponía en marcha el primer submarino eléctrico “Sub Marine Explorer”, diseño de Julius H Kröhl. Es decir, el submarino ya era una realidad cuando lo imaginó Verne. Eso sí, no existía cuando la primera escritora de ciencia ficción de la historia, Margaret Cavendish, la duquesa de Newcastle, habló de un submarino en 1666, aunque en este caso era tirado por hombres pez como si fuera un coche a caballos. Porque la imaginación sólo funciona con cosas que existen. Es decir, nunca inventa, sólo tergiversa. Nadie ha imaginado nunca algo que no haya existido previamente de alguna forma o la gente simplemente no sabría de qué demonios está hablando.
Por ejemplo, ¿saben cuántos autores se les acusa de haber predicho las redes sociales? Pues Mark Twain, J. D. Ballard, Isaac Asimov, Arthur C. Clarke, Aldous Huxley, etc... Las revelaciones son a veces hasta ridículas. Jonathan Swift, en “Los viajes de Gulliver”, afirmó en 1726 que Marte tenía dos lunas, algo que sólo se descubrió cien años después. Claro que lo hacía desde la isla de Laputa, una isla que tenía la particularidad de poder volar. ¿En 2020 vuelan las islas? Quizá lo harán en 2120 y dirán que Swift lo predijo. La farsa es perversa.
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