Coronavirus

“¿Confinabirras a las diez?”

Los “bares virtuales” se abren paso como espacios de ocio durante el confinamiento

Confinabirras
ConfinabirrasDavid Fernández

De fondo suena "el calor del amor en un bar", la archiconocida canción de Gabinete Caligari. "Nostalgia gatuna", se justifica el improvisado dj con el móvil en la mano mientras se esfuerza en mirar a todo el mundo a la cara. No es fácil con cuatro, cinco o seis minipantallas enfrente. Buena parte del tiempo invertido a lo largo de la primera semana de confinamiento, al fin y al cabo, ha consistido en establecer nuevas rutinas. Entre ellas, la sociabilización en tiempos de coronavirus. Y a falta de bares, hay que improvisarlos.

A lo largo del confinamiento, Jorge ha quedado cuatro veces con los amigos por alguna de las aplicaciones que facilitan las videollamadas. "Bebo más que nunca. Estoy opositando para dirigente de la URSS", comenta entre risas. "Me está dando aire", señala Dario, que esta pasando la cuarentena en solitario. "Era un poco escéptico al comienzo. Daba un poco de penilla. Pero me ha servido para mantener el contacto con la gente. E incluso ver a amigos que hacía mucho que no veía", añade.

El "dime, dime" se solapa cada poco por el pequeño retraso que acumulan algunas conexiones; eso que el 5G relegará de la faz de la tierra, aseguran los gurús. Aunque quizás no contaban con tener a medio mundo encerrado en sus casas. En cualquier caso, ese "dime, dime" ejemplifica las nuevas fórmulas de comunicación que se están gestando. "Crea deferencia hacia el turno de palabra", apunta Carles. "La gente se explica más cosas que en el ambiente festivo de la mesa y crea un cierto sentido de comunidad", subraya. Ingrid, a su lado, valora que, a diferencia de los bares, no se crean minigrupos y todo el mundo opina sobre las historias de cada uno: "Se verbalizan más las emociones".

James y Steve, una pareja de ingleses, profesores los dos en Barcelona, han compuesto una canción, "cuarentena", un blues sureño y canalla, que han mostrado a sus amigos. La ovación que arrancaron fue cerrada. Steve ha vuelto a beber después de una temporada reposando las tradiciones británicas. "Más que un bar, esto parece una cena con amigos", apunta. Con una larga sobremesa, sin duda. "Los ordenadores morirán por un exceso de cerveza", ríe. Dario levanta la cabeza del móvil, "me acaban de enviar un link de Youtube para una "rave" virtual, pero no tiene muy buena pinta". En efecto, un chico pinchando y una chica sentada en el suelo de un salón desordenado no resulta muy alentador.

Laura y sus amigas también han quedado. En su lugar, han optado por una aplicación curiosa, a propuesta de Mafalda. "House party" no solo permite la habitual videollamada, también incluye juegos tradicionales como Pictionary o el clásico postit en la cabeza con una cosa o un personaje famoso que los demás deben adivinar. Nuria, que ya venía de otro "copeo" con colegas, tuvo serios problemas para ilustrar una espinaca. Miriam, por su parte, ha obligado a las otras tres a arreglarse. Pequeñas tradiciones que inciden en ese sentimiento de comunidad tan necesario en estos días.

La espinaca de Nuria
La espinaca de NuriaDavid Fernández

Los esfuerzos por ponderar las nuevas formas de comunicación, sin embargo, no evita un poso de melancolía en las conversaciones. “Hemos perdido complicidad”, matiza Carles. La complicidad que solo las risas y el calor de los bares dan.