Cataluña
Florence Nightingale, la enfermera que dibujó el camino a seguir
Creó el modelo sanitario que ahora está salvando vidas y que después de la Guerra de Crimea redujo la mortalidad en hospitales de campaña del 42 al 2 por ciento
Si hay un personaje histórico que en estos momentos de crisis todos nos tenemos que apoyar y dar gracias es el de Florence Nightingale. La enfermera inglesa, nacida en 1820 en Florencia, está considerada la madre de la enfermería moderna y responsable del modelo sanitario basado en la higiene y la organización efectiva de los recursos. Se cumplen así 200 años del mito que ayudó a comprender que el enfermo necesita estar bien acompañado por hombres y mujeres que complementen la labor médica y la hagan más efectiva, siempre bajo un estricto mando de higiene y alimentación. Ahora salimos a aplaudir al balcón por el heroico trabajo de nuestro personal sanitaria. Sobre sus esfuerzos todavía brilla la inspiración de esta mujer que decidió huir de una vida acomodada de una familia de clase alta inglesa para volcarse en una revolución universal, mejorar la hospitalización y el trato a los enfermos.
El día mundial de la enfermería es el 12 de mayo, el día que nació esta inteligente y decidida mujer que dio al feminismo el mejor de los modelos donde apoyarse. Gracias a un padre decidido a que tuviese las misma educación que los hombres, estudió italiano, latín, griego, filosofía, historia, literatura y matemáticas y consiguió dominar todas las disciplinas. Su domino de la estadística hizo que fuese una de las pioneras en la reorganización funcional de los hospitales y los convirtió en lo que conocemos hoy día. “Para entender los pensamientos de Dios hemos de estudiar estadística, pues es la medida de su propósito”, llegó a decir.
“Qué pocas cosas se pueden hacer bajo el espíritu del miedo”, afirmaba Nightingale, que nunca aceptó ninguna excusa para intentar salvar una vida. En la guerra de Crimea consiguió que la acompañasen 37 voluntarias, pocas con conocimientos previos de trato a enfermos, y consiguió que los campos de campaña de heridos redujesen su mortalidad asociada a las infecciones por la mala higiene, la falta de alimentación y el desabastecimiento. Esto escribía de ella el diario “The Times” el 8 de febrero de 1855, en plena guerra. «Sin exageración alguna es un «ángel guardián» en estos hospitales, y mientras su grácil figura se desliza silenciosamente por los corredores, la cara del desdichado se suaviza con gratitud a la vista de ella. Cuando todos los oficiales médicos se han retirado ya y el silencio y la oscuridad descienden sobre tantos postrados dolientes, puede observársela sola, con una pequeña lámpara en su mano, efectuando sus solitarias rondas».
Esta dedicación llevó a que se la conociese como “La dama de la lámpara” y la convirtió en un mito. Ahora, los enfermeros tienen que hacer el “juramento Nightingale” antes de iniciarse en esta profesión que ahora está combatiendo con la pandemia más grave de los últimos 100 años. “La primera regla para trabajar en un hospital es no hacer ningún daño al enfermo”, señaló, algo tan simple, tan certero, que los eminentes doctores de la época no acababan de entender.
En 1856, con la guerra ya terminada, Nightingale, que había enfermado de fiebre tifoidea, solicitó audiencia con la Reina Victoria y a partir de su testimonio se iniciaron drásticas reformas higiénicas en los centros hospitalarios. En mayo se expidió una Real Orden para establecer una investigación sobre los desastres de la guerra de Crimea y gracias al testimonio de la enfermera durante su estancia en Scutari se establecieron de forma obligatoria protocolos preventivos en el trato con los heridos y enfermos.
Su trabajo continuó hasta los 90 años. Murió en 1910, pero su legado es enorme. Sentó las bases de la profesionalización de la enfermería con su propia escuela, después de años de adiestramiento a compañeras que iban consigo a zonas de conflicto. Ningún hospital del mundo sería igual sin sus conocimientos y experiencia. Sus palabras son hoy una inspiración y sus acciones, un ejemplo a seguir por millones de enfermeras. “Los horrores de la guerra no se pueden imaginar. Porque no son las heridas, ni la sangre, ni la fiebre, las manchas, la disentería, crónica y aguda, el calor y el fría o el hambre. No, el horror de la guerra es la intoxicación, la brutalidad borracha, la desmoralización generalizada y el desorden interior, los celos, la maldad, la indiferencia, el egoísmo de los superiores”, señalaba. Está claro que estamos en una horrible guerra contra un virus, pero tenemos ejemplos de cómo salir de ella, gracias a NIghtingale y todas las enfermeras y enfermeros que han venido después.
✕
Accede a tu cuenta para comentar