Historia contemporánea
Edith Cavell: la enfermera que se enfrentó sin miedo al ejército alemán
Su ejecución en 1915 está considerada como uno de los crímenes más atroces realizados durante la I Guerra Mundial
“Las enfermeras no se encogen ante la muerte”. Bajo este lema, vivió y murió Edith Cavell, uno de los nombres más extraordinarios asociados a la medicina. Esta gran madre de la enfermería moderna fue ejecutada por el ejército alemán el 12 de octubre de 1915, acusada de espionaje y de servir a los ejércitos enemigos. De nada sirvieron las presiones diplomáticas de Inglaterra, Estados Unidos, incluso España para que se le perdonara la vida. Los alemanes tenían miedo que, si no daban ejemplo, más mujeres se atreverían a intervenir en la guerra y no aceptaron presiones. Cavell murió ante un pelotón de fusilamiento formado por 16 alemanes. Ella había salvado también a muchos de sus compañeros. No miró nunca con desprecio al uniforme del herido que tenía enfrente.
Al conocer la noticia de su muerte, la opinión pública se volcó contra el barbarismo de los alemanes y su imagen quedó asociada a salvajismo y crueldad. “Todo el mundo debe sentir asco y repulsión ante esta acción barbárica del ejército alemán al asesinar a este gran y glorioso espécimen de ser humano”, escribiría Arthur Conan Doyle. Nadie podía creer que se atrevieran a ejecutar a una mujer cuyo objetivo principal era salvar vidas.
Sin embargo, las sospechas alemanas indicaban que Cavell podía servir como espía para el MI-6 inglés. Según la acusación, utilizaba los uniformes de los soldados que ayudaba a escapar para coser mensajes en el forro e informar sobre las posiciones del ejército alemán. Cuando fue detenida, en el interrogatorio confesó haber ayudado a escapar a unos 60 soldados británicos, 15 soldados franceses y unos 100 hombres de edad suficiente para poder combatir. Los llevaba a la frontera con Holanda y desde allí podían regresar a sus países. A muchos de ellos incluso los escondía en su propia casa y aseguró que le encantaba saber de ellos cuando le daban noticias de su vuelta a Inglaterra. Nunca confesó su trabajo como espía. Estuvo diez semanas detenida antes del juicio que la condenó a muerte, pero nunca dijo ser espía.
Bélgica había sido invadida por los alemanes y funcionaba según sus leyes, así que el ejército del Kaiser Guillermo II consideró que tenía las suficientes pruebas para condenarla. Había sido descubierta por una de las comadronas de su hospital, que la delató. En sus últimos días de vida escribió a una amiga: “He visto a la muerte tan a menudo que no me resulta extraña ni me da miedo. Te aseguro que la devoción es lo único que te dará verdadera felicidad. El pensamiento de lo que has hecho, ante Dios y ante ti mismo, será tu gran apoyo en los momentos más duros de tu vida y, sobre todo, cuando te enfrentes a la muerte".
La socrática enfermera nació en Swadenton, un pequeño pueblo del condado de Norfolk en 1865. La primera vez que viajó a Bélgica fue para hacer de institutriz de un niño en 1890, pero la enfermedad de su padre la obligó a volver a Londres. Después de cuidarlo, volcó todo su interés en la enfermería y en 1896 entró a formar parte de la plantilla del hospital de Londres.
El doctor Antoine Depage, responsabel de la Cruz Roja belga, la propuso volver a Bruselas e iniciar un colegio de enfermería profesional para asistir a un publo que aún contaba con monjas y religiosas para realizar este trabajo. Ella aceptó, y durante esos años incluso dirigió la revista “Enfermería” en donde publicaba los nuevos avances sanitarios y de servicio de un sector cada vez más profesionalizado. Al estallar la I Guerra Mundial, su colegio de enfermeras se convirtió en hospital de la Cruz Roja y allí empezó a tratar tanto a soldados belgas y franceses como ingleses o alemanes. Intentaron que su ayuda a los alemanes sirviera de atenuante ante la fatal sentencia, pero el gobierno alemán ya había decidido dar ejemplo con ella. El 7 y 8 de octubre se realizó el juicio en que Cavell ni siquiera intentó defenderse. Entendía que no había hecho nada malo.
Dentro de la historia de la enfermería hay mujeres notables, desde la polaca Irena Sendler, que salvó a 2.500 niños del Holocausto, a Mary Seacole y su valor en la guerra de Crimea, pero Cavell merece una mención aparte, porque se atrevió prácticamente a enfrentarse al ejército alemán ella sola. Defendía tanto que lo que hacía era lo correcto que no tuvo miedo de morir por ello.
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