Literatura

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Los relatos son para el verano

De Chejov a Mansfield, los cuentos que ocurren en época estival son los mejores y ahora la editorial Univers reúne una nueva antología con autores como Sergi Pàmies o Llucia Ramis

Las noches de verano son las protagonistas de la antología de cuentos de la editorial Univers
Las noches de verano son las protagonistas de la antología de cuentos de la editorial UniversLa RazónArchivo

¿Cuál es el mejor relato de verano? Por supuesto, cualquiera que pase en invierno, no hay más, porque si todo lenguaje es una convención, entonces el verano también lo es, y los grandes relatos serán los que conviertan al verano en lo que ellos determinen. La escritura ha de definir sus propios contextos y realidades, es así de sencillo. El cuento será del verano por la pura y solemne voluntad del escritor, pase un 18 de febrero o un 15 de noviembre. Ese es el único verano real, el que se autoproclama. El lector comprenderá esta conquista y gritará con el autor: “¡Sí, hoy es verano!” Esa libertad, esa excitación, ese éxtasis feliz es la razón por la que se relaciona verano con imaginación y fogosidad, y al invierno con todo lo contrario.

Por eso, al contrario de lo que pudiera pensarse, el verano es el tiempo del relato y el invierno del sopor y la repetición de la novela. Quien se guarde “Guerra y paz” para leerla en verano porque “así tendré más tiempo” no entenderá absolutamente nada. Porque el verano es tiempo de fogonazos de autoafirmación, no de diatribas interminables. Resérvese siempre los libros de relatos para el verano, eso debería ser de obligatoria información en la solapa de los libros. Las novelas siempre son para el invierno.

¿Cuál es entonces el mejor relato dedicado al verano? Qué importa el mejor si has de perder toda una vida para encontrarlo. Los buenos son estos, como “El sueño de verano de un caballero”, de O. Henry, la historia de un hombre que ha de sacrificar sus idílicas vacaciones para quedarse a trabajar en el insoportable calor de Nueva York. ¿Qué hará él? Pues soñar despierto en aquel verano perfecto en que conoció a la mujer de su vida.

Hablar de mejores cuentos es hablar de Chejov. Su gran historia estival es: “En la villa veraniega”, en el que un hombre recibe la carta de una admiradora secreta y tendrá que decidir qué hacer, si continuar la conversación por carta, si verse en persona, porque, ¿quién puede ser? De nuevo, como O’Henry, el verano sólo es ensoñación. Todas las noches de verano son siempre un sueño shakespeariano. Nada es real, todo es deseo.

Otro genio del relato corto, Ambrose Bierce, publicó a principios del siglo XX “Una noche de verano”. En él nos presenta a Henry Amstrong, un hombre al que acaban de enterrar vivo. Apático, enfermo, sin resistencia, no ve motivos para luchar y espera resignado su suerte. Sin embargo, poco después aparecen dos estudiantes de medicina y un sepulturero, que suelen robar cadáveres en ese cementerio para su estudio en la universidad. Por supuesto, desenterrarán a Henry sólo para averiguar que... La sorpresa final radica en que, cuando abandonamos nuestros veranos, el destino ya no tiene vuelta atrás.

Por supuesto, está “Kew gardens”, de Virginia Woolfe, ejemplo de su escritura de vanguardias en que recoge los pensamientos perdidos de varias personas mientras pasean por el jardín del título. Un marido recuerda a la mujer que nunca llegó a pedir en matrimonio hace quince años; la mujer pensará en el beso de una anciana cuando era una niña; y un anciano, con evidentes signos de demencia, nos hablará de los espíritus y las noches mágicas de Uruguay. Estamos en julio, hace mucha calor, y los personajes se van perdiendo en unos recuerdos que los separan poco a poco de cualquier certeza, de cualquier realidad.

Otra que utiliza los contrastes para hablarnos del verano es Katheline Mansfield en “La fiesta en el jardín”. La protagonista es Laura, una chica sensible que está ayudando a su familia a montar la mejor fiesta veraniega que se pueda imaginar. Cuando la celebración empieza, les avisan de que el vecino, un pobre hombre de clase trabajadora, acaba de morir. Sólo Laura estará dispuesta, por respeto, a cancelar la fiesta, así que el convite continuará, sólo que obligarán a Laura a llevar una cesta de comida a la casa de al lado para mostrar sus respetos. Cuando vea el cadáver velado por su familia y gire la cabeza y vez su casa iluminada y llena de alegría se le abrirán toda una serie de emociones que la marcarán para siempre.

Y luego está “Un día perfecto para el pez banana”, de J. D. Salinger, otra historia feliz, sin duda. Su reconstrucción de la depresión en un resort estival de Florida en la que es la primera aparición, y la mejor, de la familia Glass en la ficción, es abrumadora. Todo el mundo respira muy hondo después de leerla. El verano, otra vez, como el final de nuestro descontento.

Siguiendo el ejemplo de esta breve y conmovedora antología del retrato veraniego, la editorial Univers acaba de publicar “Nits d’estiu”, once historias cuyo nexo común es su situación temporal. Sergi Pàmies, Roc Casagran, Jordi Nopca, Clara Queraltó, Sílvia Soler y Llucia Ramis, Mar Bosch Oliveras, Melcior Comes, Stefanie Kremser y la ganadora del premi Rodoreda 2019, Carlota Gurt, ponen su firma para unos cuentos que quieren celebrar el primer aniversario de la editorial.

La mayoría de cuentos fueron escritos en confinamiento, con única condición impuesta por la editorial, que tuvieran unas diez páginas. Los cuentos tienen los argumentos más variados, como no podría ser de otra manera. ¿No sería maravilloso que los once hubiesen escrito el mismo cuento? No ocurrió, claro, pero ese sería otro cuento de verano estupendo.

Mar Bosch Oliveras, por ejemplo, nos habla de una asesina jubilada que busca a una heredera para su trabajo. Clara Queraltó sí refleja una historia oscura centrada en un encierro forzoso. Jordi Nopca, en cambio, ha buscado en el humor un poco de luz a tanto pesimismo contemporáneo. Por su parte, Melcior Comes nos lleva al interior de una singular discoteca y sus veranos de juventud. Por último, Sergi Pàmies, con un relato inspirado por un médico. Carlota Gurt ha propuesto un relato donde los dos protagonistas no tienen género y Roc Casagran se ha puesto en la piel de los refugiados.

El verano acaba de empezar y parece que ya hablamos de él en pasado. Es curioso, parece como si el verano nunca estuviese aquí, pero nunca acabase de marcharse. Estos cuentos lo demuestran. Así que ya lo saben, los cuentos siempre son para el verano.