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La fragmentación de la extinta CiU amenaza la victoria de Puigdemont

Elecciones en Cataluña: los partidos surgidos de las cenizas de Convergència i Unió se preparan para competir y hacerse un hueco en el panorama político catalán

Artur Mas y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i), al término del Congreso Fundacional de la nueva Convergencia el fin de semana
Artur Mas y el presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont (i), al término del Congreso Fundacional de la nueva Convergencia el fin de semanalarazon

Tras cuatro años de gran inestabilidad por permanentes cambios de siglas y múltiples escisiones, el espacio heredero de Convergència i Unió (CiU) –ocupado ahora por hasta nueve organizaciones políticas– llega más atomizado que nunca a las elecciones autonómicas en Cataluña. El partido de Carles Puigdemont (JxCat), que es el que más opciones tiene de victoria y aspira a ello para mantenerse en la presidencia de la Generalitat, puede verse lastrado electoralmente por una compleja competencia con el PDeCat y el resto de formaciones que han ido surgiendo de las cenizas de CiU, que afrontan la cita con las urnas como una oportunidad para hacerse un hueco en el tablero catalán.

Para preparar el reto de vencer a Esquerra y liderar el Govern, que es esencial para la supervivencia política de Puigdemont y, sobre todo, de su nueva formación, el expresidente de la Generalitat ha impulsado un nuevo partido a su imagen y semejanza: ha convertido a JxCat en una nueva fuerza política desligada del pasado convergente, con la independencia de Cataluña como principal horizonte político y sin una definición ideológica muy concreta –aunque también es cierto que muchos de sus integrantes de peso lo sitúan en el centroizquierda–. Tiene la previsión de concluir el Congreso constituyente el 3 de octubre –ese día está fijado que se apruebe las ponencias política y organizativa–.

Esta maniobra de Puigdemont es el último eslabón de la cadena de escisiones y siglas que se han ido amontonando en el espacio heredero de Convergència. El partido de Jordi Pujol, que gobernó Cataluña casi 30 años y venció en todas las elecciones autonómicas desde 1980 a 2015, inició un proceso de refundación en 2016 para mutar al PDeCat con la intención de despojarse del lastre de la corrupción, pero la inestabilidad se ha convertido en la nota dominante estos años. El marco político ha ayudado poco a consolidar el partido: la política catalana ha estado en un permanente clima de agitación por el «procés», que ha monopolizado prácticamente toda la actividad de la formación y ha alimentado las divergencias internas.

La irrupción de la crisis del coronavirus y el desánimo entre el electorado independentista ante la falta de avance en el «procés», han cambiado las coordenadas de las próximas elecciones, que estarán más marcadas por aspectos económicos y sociales que la ruptura con España. El partido de Puigdemont, más pendiente de la confrontación con el Estado, ha cuidado poco este ámbito y puede pasarle factura en la cita con las urnas, pese a que ahora pretende corregirlo a marchas forzadas incorporando a su discurso el concepto de «buen gobierno» o expresiones como el «mientras tanto» –en alusión a la gestión de la autonomía mientras llega la independencia–.

JxCat es, junto a Ciudadanos, el único partido del panorama político catalán que se resiste a unas elecciones inmediatas. Necesita margen para ponerse a punto -hasta el 3 de octubre- tras las dudas generadas también en sus primeros pasos porque no ha conseguido engullir al PDeCat ni arrastrar a su militancia de manera masiva, como esperaba –tan solo se han dado de baja, por ahora, unos 500 asociados de los 13.000 que disponía el PDeCat–. El número de asociados de JxCat ronda los 4.000, lejos, de momento, de las adhesiones que han logrado otras iniciativas de Puigdemont, como la Crida (16.000) o el Consell per la República (90.000). Sí que es cierto que importantes exdirigentes convergentes -Josep Rull, Joaquim Forn o Jordi Turull- han dado el paso, aunque entre las ausencias en el nuevo partido de Puigdemont destacan dos por encima del resto: Quim Torra -poco favorable a las dinámicas internas de los partidos- y Artur Mas -que se queda en el PDeCat-.

El PDeCat, de confirmarse la ruptura con JxCat, se erigiría en una seria amenaza para Puigdemont porque podría arrebatarle una importante bolsa de votantes, determinante en sus aspiraciones a vencer a Esquerra. En el PDeCat, que dispone de músculo territorial –miles de asociados y centenares de alcaldes y concejales– y recursos –se quedaría con los derechos electorales–, cuentan con lograr seis escaños. Lo cierto es que el plan del partido heredero de Convergència, que prevé una legislatura muy «ideológica» y con menor espacio para el debate nacional, pasa por dar un vuelco a la línea estratégica de los últimos cuatro años y construir un proyecto que defienda la independencia, pero que se sitúe en el centroderecha, ponga en el centro la gestión y reivindique el legado político de Convergència.

En paralelo, también aspiran a competir por ese espacio electoral otras cinco formaciones catalanistas de centroderecha que han ido naciendo y consolidándose tras la extinción de CiU. Si bien, entre algunas de ellas se han ido imponiendo algunas diferencias que impiden un agrupamiento para unir fuerzas. El Partit Nacionalista de Catalunya (PNC), de Marta Pascal, que también es independentista, apuesta por el referéndum acordado y ha agrupado a exdirigentes convergentes como Carles Campuzano, ha mantenido tímidas negociaciones con Units per Avançar, del teniente alcalde de Seguridad del Ayuntamiento de Barcelona, Albert Batlle, y el diputado en el Parlament Ramon Espadaler, pero sin concreciones. Units, que forma parte del grupo parlamentario del PSC, defiende un proyecto en el que quepan independentistas, pero que no sirva para la independencia ni alargue más el «procés».

Ante la imposibilidad de acuerdo con el PNC y Units, la Lliga Democràtica –la politóloga Astrid Barrio–, Convergents –el exconseller Germà Gordó– y Lliures –el exconseller Antoni Fernández Teixidó– tratan también de confeccionar una candidatura conjunta con la que creen que podrían seducir hasta 500.000 votantes que podrían dar entre 15 y 18 escaños. De hecho, estos tres partidos han acordado ya un decálogo programático que apuesta por la mejora del autogobierno -con competencias exclusivas en puertos y aeropuertos, industria, energía, comercio, enseñanza, seguridad, territorio, ocupación y turismo- para dar salida a la crisis política, bajar impuestos, proteger a la pequeña y mediana empresa y a los autónomos y reforzar la educación y la sanidad.

Finalmente, hay otros dos partidos escindidos de Unió: Barcelona pel Canvi -candidatura fraguada para las elecciones municipales-, que lideran Manuel Valls y Eva Parera; y Demòcrates, que lidera Antoni Castellà (separatista), en el grupo parlamentario de ERC, aunque ahora ha cambiado el paso y se ha acercado a Puigdemont.