ERC

Esquerra: sobrevivir sin Junqueras y contra Puigdemont

Elecciones en Cataluña (II): Con la vista puesta en el Supremo por el tercer grado de su líder, los republicanos presumen de gestión con Pere Aragonès, encarnan el independentismo pragmático y tratran de desmarcarse de JxCat y sus disputas

Esquerra, el partido más antiguo de Cataluña, se enfrenta a uno de los mayores retos en sus 89 años de historia: convertirse en la fuerza hegemónica del independentismo y lograr, como consecuencia, la parcela más preciada, el poder de la presidencia de la Generalitat. Sin embargo, los republicanos aguardan una hipotética convocatoria electoral enfrentándose, quizás, al intangible más difícil de dominar en política: el saberse favoritos, con todas las encuestas a favor pero con el aliento de Carles Puigdemont cada vez más cerca.

Y lo hacen en el punto de mira de Junts per Catalunya por las sucesivas polémicas en el Parlament –la investidura fallida a distancia del expresident fugado en Waterloo; la retirada del acta de diputado a Quim Torra; y el rechazo a publicar las resoluciones íntegras contra la monarquía y el TC, todo por parte de Roger Torrent, su máximo responsable institucional–, sin la mesa de diálogo atada con el gobierno de PSOE y Unidas Podemos y con el foco momentáneamente apartado de su líder, Oriol Junqueras.

La suspensión del tercer grado y el ingreso de nuevo en la cárcel de Lledoners alejado de los medios y de los actos públicos dejan a Junqueras en una situación de inferioridad respecto a su máximo rival en las urnas, Carles Puigdemont, a la espera de lo que decida el Supremo después de que la juez avalara ayer la semilibertad de los presos del «procés».

Por el momento, la situación recuerda al escenario de diciembre de 2017, cuando ERC perdió las elecciones posteriores al 1-O y a la aplicación del artículo 155 no sólo en detrimento de Ciudadanos sino también de JxCat. Los postconvergentes lograron una victoria parcial por la mínima (34 escaños por 32 de los republicanos) y se aseguraron el mando del independentismo y de la Generalitat con la carta de Quim Torra. Entonces, una Esquerra incapaz de sobreponerse a la entrada en prisión de Junqueras llevó a cabo una campaña errática, otorgándole al partido naranja la categoría de máximo rival y viendo como Puigdemont aparecía día sí día también en los medios.

Ahora, el objetivo es evitar tropezar con la misma piedra y alejar de nuevo los fantasmas de una posible derrota dentro del independentismo. Y, para ello, los republicanos preparan una «propuesta coral» con protagonismo de las personas que lideran el partido de Oriol Junqueras. Es decir, de Pere Aragonès, Marta Vilalta, Roger Torrent y Gabriel Rufián, entre otros, y también de Marta Rovira, actualmente en Ginebra. Un extremo, este último, adelantado por «El Periódico de Catalunya». Rovira, actual secretaria general y mano derecha de Junqueras, tendrá un papel «fundamental» en la estrategia de transversalidad de los republicanos, aseguran fuentes de la formación a este diario sobre sus posibles apariciones públicas vía telemática en la campaña.

La dirigente reforzará el discurso independentista de Pere Aragonès, candidato efectivo –a la espera de oficializarse internamente su proclamación cuando Torra llame a las urnas– dentro de un partido firme y unido en torno a la figura de Junqueras, que ha solventado sin ruido el debate entre él y Roger Torrent y alejado de las peleas internas que caracterizan a la postconvergencia. Aragonès, vicepresidente del Govern y consejero de Economía, ejemplifica la gestión y la transversalidad –pactó los presupuestos catalanes con los «comunes» de Ada Colau– de las que querían presumir los republicanos para presentarse por fin como partido de Gobierno ante el electorado.

No obstante, la gestión de la pandemia de coronavirus ha dejado algo tocada a Esquerra, al frente de las tres consejerías más importantes y cuestionadas en plena crisis sanitaria y social: Salud, Asuntos Sociales (soportaba la parcela de las residencias) y Educación, con el nuevo curso escolar como gran examen de septiembre. A modo de ejemplo, una escena: Torra acaparó foco en el nombramiento de Josep Maria Argimon como nuevo secretario de salud pública –«el Fernando Simón catalán»– en detrimento de la titular de sanidad, Alba Vergés (ERC), quien no tuvo protagonismo en la rueda de prensa.

En el terreno ideológico, los republicanos han consolidado su apuesta por la vía pragmática y centran sus reclamaciones en la autodeterminación y la amnistía, sin olvidar la república catalana que marcan como final del camino. Una vía contraria a los postulados más cercanos a la radicalidad del nuevo JxCat que le han valido las críticas del entorno de Puigdemont y de parte del electorado soberanista. «El supuesto independentismo práctico no tiene nada de práctico. (...) Los auténticos éxitos han venido desde el exilio», señaló en febrero Elsa Artadi, dirigente muy cercana al expresident de la Generalitat– marcando el camino a seguir contra ERC.

Los republicanos también han tenido que lidiar con los vaivenes de su relación de conveniencia con el PSOE tras la investidura de Pedro Sánchez, ahora realmente maltrecha tras la suspensión del tercer grado de Oriol Junqueras y los demás dirigentes condenados después del recurso interpuesto por parte de la Fiscalía. Desde ERC también se desmarcan de la negociación de los presupuestos con el Gobierno tras el acercamiento del PSOE y Ciudadanos –los republicanos parecen haber perdido la etiqueta de imprescindibles– y en pleno clima preelectoral en Cataluña.

A todo esto hay que añadirle la prórroga de la mesa de diálogo entre el Ejecutivo y la Generalitat, sin ningún encuentro previsto para antes de los comicios –el PSC de Miquel Iceta no se cansa de repetir que quizás «no es el mejor momento»– y las sucesivas críticas e intentos de boicot de JxCat, que ven en su fracaso una posibilidad para desgastar aún más a ERC antes de la batalla definitiva de las urnas.

A su favor, los respublicanos cuentan con la baza de haber ganado en las elecciones generales y municipales del año pasado en Cataluña a postconvergentes y socialistas. En contra está la victoria holgada de Carles Puigdemont en los comicios europeos con casi un millón de votos por los 733.000 de Junqueras. Un último precedente que muestra la enorme disputa dentro del independentismo más allá de la histórica dicotomía izquierda-derecha.