Criminalidad
Sherlock Holmes supo quién era Jack el Destripador
El escritor Arthur Conan Doyle creyó identificar por encargo de Scotland Yard al asesino de cinco prostitutas
El próximo día 31 será el aniversario del inicio de una oleada de crímenes que nos siguen fascinando, tanto por la crueldad con la que se desarrollaron como por lo enigmático que sigue siendo hoy en día ponerle nombre y apellido al autor de esos hechos. Son las salvajes muertes de manera violenta de cinco prostitutas en una de las zonas más pobres de Londres en 1888. El autor de aquella carnicería ha pasado a la historia por el nombre con el que fue bautizado en esos días: Jack el Destripador. Desde el primer asesinato han sido muchos los que han tratado de resolver aquellos sucesos. Uno de esos investigadores fue el padre de Sherlock Holmes, el detective más famoso de todos los tiempos. El médico y escritor Arthur Conan Doyle dedicó no pocos esfuerzos para esclarecer esos hechos.
El nombre del autor de “El perro de los Baskerville” ha llegado a sonar como el de uno de los sospechosos de los asesinatos. Para muchos, la habilidad del asesino perforando y cortando los cuerpos con algo parecido a un bisturí solamente podía ser la obra de un médico habilidoso. Eso ha hecho que algunos hayan visto en Conan Doyle al favorito como posible autor de los crímenes. Pero estaban equivocados porque el autor inglés se interesó por el tema, pero para poder arrojar luz.
Las historias del detective Sherlock Holmes y su fiel ayudante John H. Watson empezaron a llegar a los lectores de todo el mundo en 1887 con la publicación de “Estudio en escarlata”, la carta de presentación del célebre personaje. No tardó en convertirse en la lectura favorita de muchos, hecho que obligó a Arthur Conan Doyle a dejar de lado su profesión como médico para dedicarse de lleno a idear nuevos casos que resolver. La sociedad victoriana estaba fascinada por esos relatos de ficción hasta que en 1888 se topó con la realidad más abrupta por culpa de la salvaje muerte de cinco mujeres en el barrio de Whitechapel.
En ese momento, además de un joven escritor, Doyle hacía sus pinitos como investigador formando parte de una sociedad llamada Crime Club en la que había algunos aspirantes a detectives. Uno de los casos que llegó a aquel grupo fue el vinculado con los sucesos en ese barrio abandonado y empobrecido de Londres donde algunas mujeres se ganaban la vida por unos pocos peniques. Por otra parte, Doyle había empezado su andadura en el mundo de la medicina una década antes de la mano del doctor Joseph Bell de la Edinburgh Royal Infirmary. A este médico recurrió Scotland Yard cuando vio que no sabían encontrar una solución al sangriento enigma. Bell le contó a la policía británica que conocía a alguien que era un ferviente seguidor de este tipo de acertijos y que, por tanto, estaba convencido que querría echar una mano. Así que se puso en contacto con Arthur Conan Doyle que no dudó en formar parte del equipo que debía identificar y atrapar a Jack el Destripador.
Mentor y discípulo trabajaron durante semanas en el caso. No era una labor fácil. A cada paso dado se le sumaba otro nuevo crimen, un total de cinco, además de otros cometidos por seguidores de un Jack el Destripador que empezó a enviar algunas notas a la prensa explicando su modus operandi. Bell, el modelo para Doyle para construir su Sherlock Holmes, sabía que estaban trabajando contrarreloj y que era urgente concluir el informe con la identidad del principal sospechoso.
Cada uno investigó por su cuenta hasta que llegó el momento de recopilar toda la información. La mejor manera de saber que el trabajo había sido eficaz e independiente fue que cada uno y por separado apuntara en un papel, sin que lo viera el otro, el nombre de quien pensaba que en realidad se ocultaba tras el alias de Jack el Destripador. Ambos coincidieron y con esos datos elaboraron un informe para Scotland Yard. Por desgracia, el documento desapareció y nunca ha visto la luz, pero sí es cierto que poco después de que los dos médicos metidos a detectives argumentaran sus conclusiones, acabaron los asesinatos.
La escritora Diane Madsen, que ha seguido las pesquisas del padre de Sherlock Holmes, está convencida que Bell y Doyle sostenían en el informe desaparecido que Jack el Destripador no era otro que James K Stephen, tutor del príncipe Alberto Víctor, hijo del Príncipe de Gales. El escándalo que hubiera provocado la divulgación del nombre hizo que el documento entregado a Scotland Yard desapareciera sin dejar rastro, igual que las huellas del asesino. Probablemente Doyle se inspiró en esto para escribir “Un escándalo en Bohemia”, uno de los casos de su detective, y en el que Holmes se ve de mala obligado a proteger al jefe de una casa real europea.
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