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Ellas también escribieron para dar miedo

Dos antologías descubren a las autoras anglosajonas que a finales del XIX se dedicaron al terror

Edith Wharton
Edith WhartonLa Razón

Desde hace un tiempo se está haciendo una elogiable labor de recuperación de la obra de una serie de mujeres que han sido silenciadas por el machismo y el paso del tiempo. Son artistas, científicas, escritoras, investigadoras, abogadas o políticas de las que poco a poco empezamos a saber más, además de poder conocer su obra. Pero sigue habiendo mucho trabajo por hacer y en muchos terrenos, pese a que se han dado pasos importantes. Si nos fijamos en la literatura, hay un género que parece que solamente era material para los hombres, como es el fantástico clásico, con una puntual excepción que es el “Frankestein” de Mary H. Shelley.

Pero después de Shelley hubo muchas, algunas de ellas incluso todavía sin traducir en nuestro país. Entre ellas destaca Catherine Hold de quien se acaban de recopilar ahora en Reino Unido la totalidad de sus historias breves, aparecidas en pequeñas publicaciones inglesas entre 1892 y 1901. Desde que esos relatos vieron la luz, no han vuelto a aparecer en letra impresa. Pero el suyo no es un caso aislado, pues son muchas las narradoras que han sido calladas. Es como si solamente hubiera existido Charles Dickens y sus discípulos masculinos en ese tiempo.

Desde hace tiempo, Melissa Edmunson se ha dedicado a reunir a esas mujeres y ya ha logrado publicar dos antologías con ellas en Gran Bretaña. En la primera de ellas, “Women’s Weird. Strange Stories by Women, 1890-1940” son las autoras inglesas y estadounidenses quienes toman la palabra, con historias firmadas por Louisa Baldwin, D.K. Broster, Mary Butts, Mary Cholmondeley, Charlotte Perkins Gilman, Margaret Irwin, Margery Lawrence, Elinor Mordaunt, Edith Nesbit, Eleanor Scott, May Sinclair, Francis Stevens y Edith Wharton. Probablemente esta última sea la más conocida al ser la autora de la célebre novela “La edad de la inocencia”. El resto no ha tenido tanta suerte, pese a que han sido una gran influencia para otros escritores.

Por ejemplo, tanto J. K. Rowling como C.S. Lewis nunca han ocultado su deuda con Edith Nesbit, una mujer adelantada a su tiempo, quien a través de la narrativa destinada a los más jóvenes introdujo no pocos elementos sobrenaturales, como ocurre en su libro más aclamado: “El castillo encantado”. La británica Mary Cholmondeley ha empezado a ser conocida por aquí gracias a la edición que Nocturna Ediciones ha hecho de su “Un guiso de lentejas”. Pese a tratarse de una creadora que conoció incluso el aplauso de Virginia Woolf, muchos de tus textos no se han traducido todavía. Por su parte, Margery Lawrence fue un amante de lo sobrenatural y de la llamada cultura “pulp”. La búsqueda del otro lado, de lo que había más allá de la muerte, la llevó a explorar el terreno de lo sobrenatural en muchos de sus relatos y novelas. Sigue prácticamente inédita para nosotros y su obra es inencontrable. Otro nombre en esta lista puede ser la poeta y modernista Mary Butts, una mujer que fascinó por igual a Jean Cocteau y a T.S. Eliot, especialmente celebrada por “Armados por la locura”, pero que también escribió un sorprendente relato protagonizado por unos guantes embrujados.

A consecuencia del éxito obtenido por esta primera antología, esta semana se ha publicado una segunda entrega que, otra vez, nos ofrece luz sobre estas mujeres a las que les gustaba tanto la oscuridad, moverse en el terreno de la fantasía y de aquello que se escapa a la lógica, entre el terror y lo ilógico, entre lo racional y lo irracional. Eso es lo que nos enseñan una serie de historias aparecidas en diarios, revistas, gacetillas y pasquines, algunos de ellos casi imposible de localizar hoy. Ellas son, en esta ocasión, Edith Stewart Drewry, Lettice Galbraith, Sarah Orne Jewett, Barbara Baynton, Mary E. Wilkins Freeman, Katherine Mansfield, Bithia Mary Croker, Bessie Kyffin-Taylor, Marjorie Bowen, Helen Simpson, Lucy Maud Montgomery, Mary Elizabeth Counselman y Stella Gibbons.

De alguna de ellas casi no tenemos información, como ocurre con Edith Stewart Dewry o Lettice Galbraith. De otras sabemos un poco más, como es el caso de Sarah Orne Jewett, quien tuvo un temprano éxito gracias a sus relatos para niños, un total de diecinueve libros con cuentos De ella ha quedado su adscripción a cierto costumbrismo anglosajón, pero nada que ver con su otra vertiente, con su simpatía hacia lo que ocurre al otro lado aunque para contarlo haya que recurrir a la imaginación.