Navidad
«Oh, blanca Navidad, sueño
Que todo es blanco alrededor».
¿Blanco? Será a 2.577 kilómetros al norte de Barcelona. En Barcelona, puede llegar a hacer más frío que en Oslo cuando la humedad cala en los huesos y el aire se cuela en los hogares donde no hay calefacción. Pero nieva poco y cuando nieva, prefiere hacerlo en febrero o marzo. Aunque los villancicos y cuentos hablan de Navidades blancas, este año el Ayuntamiento de Barcelona ha apostado por una decoración más realista y sostenible. En vez de tirar de porexpán para teñir de blanco su fachada, la ha iluminado con 50 arcos de luz que reproducen imágenes de vecinos del Raval con nombres y apellidos e historias reales.
Una propuesta para estos días en Barcelona es bajar a la plaza Sant Jaume a ver este espectáculo de luces con «spin-off» en quince calles del Raval. La instalación lumínica se llama «Abrazos #RavalKm0». Y tras la idea está el proyecto comunitario #RavalKm0, promovido por la Fundación Tot Raval y la cooperativa Impulsem, que fomenta la inserción laboral y la dinamización social y económica del barrio. Los diseñadores Maria Güell y Curro Claret son los autores intelectuales de la instalación, pero par dar vida a las luces se ha contratado a personas en paro, como Nazia, y se ha contado con vecinos del Raval. La pandemia ha golpeado con fuerza al Raval. Pero este barrio, crisol de culturas, también es un ejemplo de cooperación y alegría inclusiva, los pilares del origen de las fiestas de Navidad, cuando los primeros cristianos decidieron celebrar el nacimiento de Jesús a la vez que los paganos celebraban que los días recuperaban horas de sol. Así es como en estas fiestas, hay misas y banquetes. Estas son las historias que hay tras las luces que iluminan la Navidad de Barcelona.
Alexandra Salvador
Alex, como la llaman sus amigos, hace siete años que perdió a su familia y desde entonces no celebra la Navidad. «Puede resultar algo sorprendente que haga de luz de Navidad, ¿no?», pregunta. Pero de contradictorio no tiene nada, porque con su trabajo en el barrio, guía y ayuda a los vecinos todo el año. Alex fundó el Jardinet dels Gats, que además de rescatar a animales abandonados, acompaña a las familias con gatos. Muchos eran ancianos que vivían solos. Lo dice en pretérito imperfecto porque algunos no han sobrevivido a la Covid-19. «La pandemia ha afectado mucho al barrio», lamenta. Chewaca, Becky, Cutie o Lina son algunos de los gatos de los que se han hecho cargo este año, después de que sus amos fallecieran, ingresaran en el hospital o de que las familias con las que vivían hayan perdido la casa o regresado a su país de origen empujados por la crisis económica que ha traído la epidemia.
Este año han dado en adopción 65 gatos. «No ha sido fácil porque muchos eran animales viejecitos, de 15 o 17 años como Chewaca o Becky, que vivían con gente mayor y necesitan casas tranquilas», comenta. Las primeras mascotas víctimas de la pandemia fueron tres gatos que vivían con un vecino del barrio. Ingresó en el hospital y ya no salió. «No murió, superó la Covid y vive en un sociosanitario. Sus tres gatos tienen una nueva familia», cuenta Alex. Una historia con final semifeliz. En la foto sale con Minipitu, un gato que recogieron herido en la calle. “No sabemos si lo atropellaron o le dieron una patada”, dice. La cuestión es que lo acogió mientras se curaba y se lo quedó. “El nombre de Minipitu viene porque ya tenía otro gato que se llamaba Pitu”, explica.
Àgata Costantini
Àgata Costantini regenta una tienda de periódicos recuperados. Fueron sus padres, él italiano y ella catalana, quienes fundaron el negocio ahora hará 26 años, de manera que Àgata se siente parte de un barrio, del que destaca, sobre todo, su sentimiento comunitario. Un rasgo curioso porque el Raval es un amalgama de culturas y personas de orígenes diversos. Quizás sea este «melting pot», como llaman los británicos al crisol de culturas, el secreto de que este barrio expire creatividad.
«El Raval es un barrio de artistas, donde coincide gente muy diversa, pero hay mucha colaboración entre todos. Somo todos muy diferentes, pero en esta diversidad hay cabida para todos», asegura Àgata, que ha participado en este proyecto de iluminación con su hijo y con sus padres. «Es una iniciativa original que empodera a la gente del barrio», comenta Àgata, quien aún desconoce cómo y con quién va a pasar estas fiestas navideñas. «Lo decidiremos un poco sobre la marcha, en función de cómo vayan las cosas y cómo nos sintamos todos porque mis padres son mayores y no queremos ponerles en riesgo. Con mi familia, estamos esperando hasta el último momento a ver cómo lo hacemos, pero con la familia de mi pareja sí que nos juntaremos porque solo somos ocho y estamos conviviendo mucho con ellos a diario», explica
Maite Roca
Maite Roca es vecina del Raval desde los 14 años. Lleva casi toda la vida en el barrio, donde también ha regentado un negocio, pero además está muy involucrada en el tejido asociativo y vecinal. Es presidenta de la Associació Institut de Promoció de la Cultura Catalana. «El Raval es un barrio comunitario, en el que todos hacemos cosas por todos», cuenta.
Maite, que es protagonista de uno de los arcos de luz de la fachada del Ayuntamiento junto a su marido y su nieta, aplaude una iniciativa que «contribuye a iluminar un barrio, habitualmente poco con poca luz». Además, le llena de orgullo que el Raval salga en la Prensa por algo bueno».
Maite no tiene previstas grandes celebraciones. Pasará los días más señalados con su burbuja de convivencia: su marido, su hija y yerno, y su nieta. «Vivimos todos juntos», explica.