Cataluña

Aragonès sí usará el despacho de Puigdemont

El nuevo president de la Generalitat recuperará la sala habitual de trabajo de los líderes del Govern después de que Torra la dejara vacía por deferencia con el líder de JxCat

El ex presidente catalán Carles Puigdemont en su antiguo despacho del Palau de la Generalitat en Barcelona
El ex presidente catalán Carles Puigdemont en su antiguo despacho del Palau de la Generalitat en BarcelonaEmilio MorenattiAgencia AP

La dimensión simbólica ha copado mucho protagonismo durante todo el «procés»: tanto es así que hasta la declaración de independencia del 2017 se aprobó en el Parlament de forma «simbólica» –así lo declararon los propios impulsores ante el juez–. Esa dimensión ha llegado a los lugares más recónditos de la política catalana y ha alcanzado el Palau de la Generalitat, sede de la presidencia del Gobierno catalán: allí, durante la pasada legislatura, Quim Torra tomó una decisión inédita y no usó el despacho oficial del president en todo su mandato en un gesto deferente con Carles Puigdemont, anterior líder del Govern, huido de la Justicia en Bélgica y cesado por la aplicación del 155.

En cambio, Aragonès, que aterriza en la Generalitat con la voluntad de pasar página a determinados simbolismos «estériles» y recuperar cierta «normalidad», tiene intención de usar el despacho oficial de president, según han confirmado desde su entorno. Torra usó como lugar de trabajo el salón de la Mare de Déu de Montserrat mientras que habitualmente los presidents usan el antiguo salon de los «Oïdors de Comptes». Ambas estancias están una al lado de la otra y están ubicadas en la Galería Gótica, espacio en el que los presidents han hecho en ocasiones algunas declaraciones solemnes –ahí fue donde Torra, por ejemplo, salió a anunciar que daba por acabada la legislatura en enero de 2020–.

Despacho del President
Despacho del PresidentJosé Luis Montoro

Ahora habrá que ver cómo toman e interpretan en JxCat que Aragonès se instale en el despacho oficial, que, a pesar de ser un gesto insignificante, puede ser leído como una hostilidad y, sobre todo, como una forma de deslegitimar a Puigdemont –considerado en el independentismo desde que fue cesado por el Gobierno de Mariano Rajoy como el president «legítimo»–.

En cualquier caso, este gesto no deja de ser también un símbolo de la nueva fase en la que se adentra la política catalana. A priori, Aragonès trata de abanderar un cambio de rumbo tras años de desgobierno e inestabilidad por la mala relación entre Esquerra y JxCat y busca proyectarse como el president de la «Generalitat republicana», renovando y «modernizando» la institución y dotándola de «cambios de fondo y forma». Esta declaración de intenciones ya supone en sí mismo un cambio diametral con el discurso que empuñó en su momento Torra, que miró y gobernó condicionado por el pasado, con la intención de restituir al Govern cesado. De hecho, se llegó a especular con que el propio expresident cambió de despacho por orden directa de Puigdemont. En cambio, desde su entorno se argumentó que ese cambio respondía a la deferencia con su predecesor en el cargo y a que también se hicieron obras en la estancia.

Ahora, Aragonès tiene la voluntad de cambio, de huir de simbolismos y gestionar. Más allá de algún llamamiento tímido a «culminar» la independencia, la intención del nuevo president, que tomará posesión del cargo a partir de mañana, pasará ahora por el «buen gobierno» y por ampliar la base electoral del independentismo para acumular fuerzas y cargarse de «razones democráticas» a nivel internacional. En este sentido, el primer paso estratégico que defiende es la vía del diálogo con el Gobierno, que, siendo consciente de que puede tener poco recorrido porque la Moncloa ya ha rechazado toda posibilidad de ceder a la autodeterminación o a la amnistía, permitiría al independentismo esgrimir en el exterior que la negociación es una pantalla pasada y es necesario explorar alguna alternativa.

En cualquier caso, Aragonès, que hasta ahora ha estado trabajando desde la consellería de Economía reubicada en la Zona Franca de Barcelona –tras años situada en Rambla Catalunya con Gran Vía–, se mudará al centro de Barcelona. El Palau de la Generalitat está situado en la Plaza Sant Jaume, justo enfrente del Ayuntamiento de Barcelona, otro centro de poder con el cual Aragonès tendrá que cultivar buena sintonía si tiene interés por entenderse en el Parlament con los Comunes, sobre todo, pero también con el PSC –ambas formaciones gobiernan en el consistorio de la capital catalana–. Ya durante su investidura, el president envió claros guiños a ambos partidos para llegar a pactos durante la legislatura, que nace con mucha incertidumbre por cómo se ha fraguado el acuerdo de investidura entre ERC y JxCat y porque en 2023 tendrá un alto en el camino porque Aragonès se tendrá que someter a una moción de confianza.

También en los próximos días, el Palau de la Generalitat cobrará protagonismo porque, además de ser el lugar en el que se reúne semanalmente el Govern –en una sala situada en el patio de los naranjos, contiguo a la Galería Gótica–, será el espacio en el que tomen posesión los consellers del nuevo ejecutivo.