Cataluña

Esquerra da por hecho que la mesa de diálogo se reunirá pronto

Los republicanos evitan dar una fecha tras el incumplimiento del Gobierno en enero

Noticias de última hora en La Razón
Última hora La RazónLa RazónLa Razón

El «procés» ha perdido mucho fuelle: tanto que, desde hace ya mucho tiempo, no está prácticamente ni en la agenda política. Pedro Sánchez trató de liquidar la crisis política catalana concediendo los indultos hace ya más de medio año y, con ese gesto y una reunión de la mesa de diálogo en septiembre, ha conseguido prácticamente apagar del todo las amenazas del independentismo. Y, en este marco, se está pudiendo permitir dejar en un segundo plano la carpeta catalana: en concreto, la mesa de diálogo, aplazada «sine die» pese a las exigencias de Esquerra, socio imprescindible de esta legislatura.

Los republicanos están reclamando su convocatoria, aunque sin excesivas presiones, conscientes de que el independentismo ha perdido mucho fuelle en la calle y ya están más que amortizadas las críticas públicas que van a recibir por su apuesta de diálogo y conscientes también de que tampoco les conviene tensar demasiado la cuerda y romper con el Gobierno. Eso no quita que, de vez en cuando, adviertan también de que la mesa influye mucho en la confianza en la Moncloa y amaguen con dejar caer al ejecutivo de Pedro Sánchez.

En Esquerra evitan ponerle fecha a la mesa y dar ultimátums, aunque dan por hecho de que se reunirá pronto. Los republicanos quieren evitar quedar presos de fechas concretas, como ocurrió a principios de año cuando dieron anunciaron públicamente que sería en enero y finalmente han quedado algo desgastados por el incumplimiento. En las filas republicanas sostienen que tanto el Govern como el Gobierno están trabajando para que la cita se celebre lo antes posible y aseguran que se darán avances en la negociación: y es que, precisamente, la condición que fijaron para reunirse era que tenía haber acuerdos.

No obstante, el contexto tampoco ayuda a situar la negociación con el Estado como prioridad. Ahora con más razones aún, después de la sexta ola del coronavirus, que da sus últimos coletazos, y el estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania que tiene conmovido a toda la opinión pública española, lo que también deja la mesa de diálogo como menos urgente. De hecho, el domingo, Aragonès y Sánchez coincidieron en la cena inaugural del Mobile World Congress en Barcelona, pero se limitaron a hablar del conflicto de Ucrania, según las fuentes conocedoras de las conversaciones.

Con un Pere Aragonès más volcado en la gestión del Govern y con ansias de estabilidad para hacerse fuerte en la Generalitat, tiene poco margen para dar alas a los desafíos. En este sentido, pese a las apelaciones a la unidad del independentismo (a JxCat y la CUP) para explorar algún camino alternativo al diálogo, tampoco ha enviado ninguna señal de mostrarse convencido de transitar hacia escenarios de confrontación o unilateralidad.

El propio Oriol Junqueras, presidente del partido, se reunió el viernes con Arnaldo Otegi para reforzar su estrategia compartida en el Congreso y pese a las advertencias al Gobierno por no atender las «agendas nacionales» de Cataluña y el País Vasco, evitaron en todo momento dar a entender que podrían romper con el Gobierno. De hecho, trataron de proyectarse como los socios de preferencia del Gobierno para evitar que entre en Moncloa un ejecutivo formado por PP y Vox. Y es que tanto en Esquerra como en EH Bildu se han dado sobradas muestras de arrepentimiento por el voto en contra a la reforma laboral, una maniobra poco comprendida entre su electorado. Basta con echar un vistazo al CIS y ver cómo los votantes de los republicanos estaban mayoritariamente a favor: además, era una iniciativa con mucha carga de simbolismo por su afinidad a los sindicatos y, concretamente, a UGT.

Más allá de estos choques, tampoco dio resultados la Comisión Bilateral de hace 10 días: apenas hubo traspasos del Gobierno a la Generalitat y Aragonès ha valorado la cita como insuficiente.