Arte

La intimidad de Joan Miró

Una exposición presenta las obras que el gran artista realizó para las colecciones de su familia

Un visitante de la muestra fotografía una de las piezas expuestas
Un visitante de la muestra fotografía una de las piezas expuestasAlejandro GarcíaAgencia EFE

Los grandes museos dedicados al arte moderno cuelgan en sus salas algunas de las piezas más destacadas de Joan Miró. Sin embargo, el artista guardó para los suyos algunos de sus trabajos más especiales. Son piezas que permanecieron fuera del alcance del gran público, joyas a las que Miró siempre tuvo una gran estima. Son esos tesoros los que hoy son el eje de una imprescindible exposición que abre sus puertas en la fundación barcelonesa que lleva el nombre del artista.

En «Miró. El llegat més íntim» reúne unas ochenta obras del pintor y que permiten contemplar su trayectoria durante siete décadas. Además se presentan varios dibujos preparatorios, así como documentación personal y fotografías inéditas procedentes de los fondos familiares. Todo ellos nos sirve para conocer a un Miró diferente, en zapatillas, entre los suyos.

La exposición establece un fascinante diálogo entre los cuadros propiedad de la familia Miró –ahora en depósito temporal– con aquellos que forman parte de los fondos de la propia Fundació. Es un paso en la buena relación que existe entre este centro y los herederos mironianos y que se ha prolongado durante tres generaciones. Miró hizo que no solamente su mujer fuera la mejor coleccionista de su obra sino que siguieran sus pasos su hija Dolors y sus nietos David, Emili, Joan y Teo con unos fondos pictóricos de primer nivel.

El prólogo a todo esto lo tenemos en 1975, cuando Joan Miró decidió que una parte de su colección personal sería la base del Centre d’Estudis d’Art Contemporani (CEAC), es decir, lo que sería la fundación que llevaría su nombre y que se instalaría en la montaña de Montjuïc en un edificio concebido por su amigo Josep Lluís Sert. Eran trabajos de los años setenta donde se mostraba a un Miró más transgresor, revolucionario y, pese a la edad, juvenilmente contestatario. Por su parte, Pilar Juncosa, la esposa del pintor, siguió sus pasos al donar una parte destacada de su fondo personal, trabajos anteriores a la década de los setenta.

Los actuales descendientes de Joan Miró y Pilar Juncosa han tomado su relevo y son hoy los responsables de un depósito que este año se ha visto incrementado con con la llegada de 54 nuevas obras mironianas, además de cinco originales de Alexander Calder, íntimo amigo del pintor.

En un primer ámbito del recorrido expositivo se pueden contemplar originales como «Bosque de Bellver» (1910), cuando Joan Miró tenía 17 años, obras académicas de cuando estudiaba en la Llotja. En otras nos encontramos a un Miró cercano al fauvismo y al cubismo de su querido Picasso. Es un proceso que llega a su apoteosis con su entrada en el surrealismo, algo que queda patente en el único cuadro que dedicó a sus padres: «Pintura (La botella de vino)» (1924). La pieza viene acompañada de una carta de 1911 en la que el pintor escribía a a sus progenitores que quería dedicarse al arte y no al comercio.

Mención aparte la merecen las composiciones que Miró destinó a Pilar Juncosa, prácticamente una de cada una de las series que generó, como es el caso de «Pintura» (1936), «Grupo de personajes en el bosque» (1931), la primera pintura al óleo que guardó para Pilar, y «La estrella matinal» (1940), el único gouache de la serie de las «Constelaciones» que se puede ver en Europa actualmente y que pintó durante la II Guerra Mundial.