Historia oculta
Saturno, el parque de atracciones perdido de Barcelona
Durante una década escasa, la ciudad contó con una de las más espectaculares montañas rusas nunca construidas
Vamos a hacer un viaje, uno de esos viajes que valen la pena porque nos lo vamos a pasar bien. Vamos a dar rienda suelta a nuestro lado más lúdico y festivo. Para ello solamente necesitamos 10 céntimos. Con esa moneda se nos asegura poder disfrutar de las más insólitas y atrevidas atracciones. El anuncio publicado en algunos diarios nos habla de las montañas rusas llamadas Los Urales, pero también de Water-chut o lanzamiento al agua, «el deporte más moderno y de mayor éxito». También tenemos el patín siglo XX, el tobogán, el “tub desgringolat”, tiro automático norteamericano, tiro de pichón, sport walk, un gran café, además de servicio esmerado y refrescos de todas clases. Todo ello está amenizado con música en director gracias al concierto que ofrece una reputada banda militar.
Estas eran las principales propuestas de un parque de atracciones que asombró a Barcelona, que sirvió para divertir pero también para sorprender por su audacia y modernidad. Abrió sus puertas en 1911 en el Parc de la Ciutadella y durante diez años fue un punto de encuentro para muchos barceloneses. El conjunto se llamaba Saturno Parque y forma parte de una Barcelona divertida, pero desaparecida al ser víctima de la decadencia.
No adelantemos acontecimientos. Todo esto ocurrió en una época en la que los parques de atracciones, como hoy puede pasar con los parques temáticos, estaban de moda. En el caso de Barcelona, antes de la llegada de Saturno, la Rabassada era el escenario de un espectacular gran casino que llevaba el nombre de esta carretera. El establecimiento, del que hoy apenas quedan unos pocos restos al alcance de los curiosos, contaba con su propio parque de atracciones.
Es en este eje temporal, en las primeras décadas del siglo XX, que se instala en el Parc de la Ciutadella otro espacio lúdico y que se llamó Saturno Parque, aunque también fue conocido como Atracciones Saturno e, incluso, como Saturno Park. Era una manera de reactivar uno de los rincones más queridos de la ciudad y que había sido escenario en 1888 de la Exposición Universal. La Ciutadella se reinventaba alrededor de la plaza de Armas junto a algunos de los pabellones que todavía quedaban de los festejos de 1888. La inauguración tuvo lugar el 25 de mayo de 1911.
Lo que más impresionó a todo el mundo fue una imponente montaña rusa que se llamó Los Urales y que fue en su momento la más grande de Europa. En realidad no era barcelonesa sino que se había construido por primera vez, en 1909, para ser presentada en Valencia, concretamente en su Exposición Regional. Sin embargo, los empresarios detrás de Saturno la vieron con muy buenos ojos y no dudaron en adquirirla para trasladarla hasta la Ciutadella. Fue un total acierto y atrajo a la gente que quería subir a unas vagonetas que ascendían hasta treinta metros para luego caer en un imponente lago. Las fotografías de la época aún siguen impactando a cualquier espectador, especialmente por las muchas curvas que contenía el recorrido de la montaña rusa, además de un gusano que parecía comerse las vagonetas.
El parque de atracciones también contaba con otras propuestas, como una pista de patinaje, un tren que permitía tener una visión panorámica de aquella Barcelona que buscaba la modernidad o unas oleadas embrujadas que fueron todo un éxito.
El modelo no solamente se quedó en Barcelona sino que incluso fue copiado en Madrid, concretamente en el Paseo de Rosales, donde también se abrió un Saturno Park que tenía, entre otras diversiones, una reconstrucción imponente del Titanic cuando todavía estaba fresco en el recuerdo la tragedia de su naufragio. En la prensa de la época se decía que detrás del proyecto en Madrid se encontraba un empresario llamado Antonio Bargues que había realizado propuestas del mismo tipo en Barcelona.
Pero ¿qué pasó? ¿Por qué desapareció de la capital catalana esa invitación a conocer otro planeta con sus anillos? Poco a poco, la novedad dejó de serla y los barceloneses empezaron a darle la espalda a aquel paraíso de diversiones. El mismo conjunto de la Rabassada fue cayendo en desgracia y se vio obligado a cerrar sus puertas. En el Parc de la Ciutadella pasó lo mismo y en 1921 las Saturno Atracciones tuvieron que echar el cierre. En su lugar, el célebre arquitecto y paisajista Jean-Claude Nicolas Forestier ideó un jardín, el mismo en el que hoy preside la obra de Llimona «Desconsuelo».
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