Cisma

Junts gana tiempo y consultará a la militancia la semana que viene si rompe el Govern

Tras el golpe sobre la mesa de Pere Aragonès al cesar de forma fulminante al ya ex vicepresidente Jordi Puigneró, el partido preguntará a sus bases el 6 y 7 de octubre

Junts mantiene en jaque el Govern de la Generalitat, la principal institución catalana. A raíz de la crisis desatada después de que el president Pere Aragonès cesara de forma fulminante al vicepresidente Jordi Puigneró (Junts) por no haberle avisado de la cuestión de confianza, los posconvergentes han evitado una salida «exprés» del gabinete y preguntarán a su militancia la semana que viene –6 y 7, jueves-viernes– si rompen el Ejecutivo y pasan o la oposición, o bien si siguen en el poder.

Eso sí, la manobra esconde cierta gestión de los tiempos por parte del partido de Laura Borràs y Jordi Turull. Los posconvergentes remiten al president Aragonès un mandato con «concreciones y garantías» en torno a tres exigencias que le ponen encima de la mesa: constituir el «Estado mayor del procés», un frente común entre Esquerra y Junts en el Congreso y la apuesta decidida por la autodeterminación y la amnistía en la mesa de diálogo con el Gobierno de Pedro Sánchez. Es más, Junts fija hasta el domingo para negociar con la plana mayor de ERC y el propio president, 72 horas de límite.

El lunes, Junts reunirá a su ejecutiva para convocar formalmente la consulta a la militancia –se hará sí o sí, sea cuál sea el resultado de las negociaciones con Aragonès– y decidirá la pregunta que trasladará a las bases en función de cómo hayan ido las conversaciones con el jefe del Ejecutivo. Un aspecto capital a tener en cuenta y que decantará la balanza definitiva de una consulta con la que el partido lleva avisando desde junio, pero que ahora ha acelerado a toda prisa.

De hecho, el golpe sobre la mesa de Aragonès al destituir de forma fulminante a Puigneró –hasta el miércoles por la noche, hombre fuerte de Junts en el Palau de la Generalitat– ha provocado un auténtico cisma en la política catalana. También ha abierto en canal a la posconvergencia, un partido con varias corrientes contrapuestas y luchas de poder entre familias, una dirección bicefalia entre Laura Borràs y Jordi Turull y con Carles Puigdemont y su influencia desde la sombra.

A grandes rasgos, Laura Borràs y sus afines defendían los planteamientos más radicales de romper de inmediato el Govern, mientras que los alcaldes y consejeros de Junts apostaban por la continuidad en el Ejecutivo. En este punto hay que destacar la importancia de las elecciones municipales de primavera del año que viene. En apenas siete meses, la posconvergencia se juega su arraigo territorial y su poder local, claves para un partido imberbe y sin la presidencia de la Generalitat. Visto el resultado, los partidarios de contemporizar la crisis se impusieron por la mínima y Junts se da 72 horas para reconducir la crisis antes de trasladar la responsabilidad a sus bases. En este plazo, se descarta nombrar a un sustituto de Puigneró.

Todo después de que ayer a primera hora los posconvergentes reuniesen a su ejecutiva en la sede de Barcelona para debatir si rompían o no con Esquerra tras el sainete independentista con el Govern en medio de una crisis nunca vista. La primera reacción el miércoles por la noche fue tildar de «error histórico» la destitución del ex vicepresidente en un comunicado oficial.

Los movimientos continuaron ante los focos: antes de la maratoniana cumbre interna, el secretario general de Junts, Jordi Turull, dio algunos detalles de cómo había había transcurrido la crisis con Esquerra y el cara a cara con el president en el Palau de la Generalitat. O, lo que es o mismo, empezó a fijar el relato a través de los medios: defendió que Puigneró no había comunicado a Aragonès la cuestión de confianza –un órdago conocido también por Carles Puigdemont– porque se decidió ejecutar en el último momento y tras la réplica de Aragonès; dijo sentirse «expulsados» del Ejecutivo; y aseguró que los consejeros de la Generalitat de su partido habían puesto su cargo a disposición de la Ejecutiva de la formación.

Es decir, trató de cerrar filas y proyectar una imagen de unidad interna después de que Aragonès trasladara la pelota al tejado de Junts con el cese fulminante de Puigneró y el ultimátum a los posconvergentes, un varapalo de difícil digestión. Cabe recordar que antes de esta crisis, Junts ya había impuesto las tres exigencias a ERC para no romper: pactar un nuevo sanedrín independentista para negociar otra hoja de ruta del «procés», unidad en el Congreso y endurecer las reclamaciones independentistas en la mesa de diálogo con el Gobierno, o bien la mencionada cuestión de confianza de la discordia. Las mismas que trasladarán ahora a Aragonès pidiendo «concreciones y garantías» antes del domingo en el enésimo órdago entre ambos.