Memoria histórica

Las viñetas con las que reír pese a las bombas durante la Guerra Civil

Un imponente libro recupera lo mejor del humor gráfico que apareció en revistas y diarios de los dos bandos durante los años de la contienda bélica

Dos viñetas antirrepublicanas en la revista "Pelayos"
Dos viñetas antirrepublicanas en la revista "Pelayos"RBA

Pese al drama, pese a la evidente tragedia, el humor gráfico también tuvo su hueco. Muchos dibujantes tuvieron el poder de saber explicar con su trazo la realidad que se vivía, ya fuera a partir de lo cómico o, simplemente, subrayando la herida que había producido tras el golpe militar de julio de 1936. Jordi Riera Pujal y Jaume Capdevila «Kap» se han encargado de llevar a cabo una laboriosísima investigación en archivos y hemerotecas que permite saber lo que apareció en los medios durante el tiempo que duró la contienda. Eso es lo que aparece en las páginas de «Historia gráfica de la Guerra Civil», que acaba de publicar RBA y que cuenta con un prólogo del historiador Paul Preston.

Este libro es la historia que quedó en publicaciones de los dos bandos, como «La Metralladora», «L’Esquella de la Torratxa», «Pelayos», «La Traca», «Pocholo» o «En Patufet», con autores como Tono, Miguel Mihura, Pere Calders, Lluís Bagaría, Josep Escobar o Enrique Herreros, entre muchos otros. Ellos son los protagonistas de los centenares de imágenes que se mueven entre la sátira más salvaje y el humor que se convirtió en simple propaganda. Es también, como reconocen los responsables de esta obra, la reivindicación de «unas obras de arte olvidadas o consideradas menores, las viñetas, que nos ayudan a comprender e interpretar los sucesos de aquellos dramáticos meses entre 1936 y 1939».

Hitler, Mussolini y Franco jugándose España en la revista "La Traca"
Hitler, Mussolini y Franco jugándose España en la revista "La Traca"RBA

Los artistas no tardaron en estar a pie de guerra con el lápiz en la mano y se estableció una división, como se apunta en el libro: humor de derechas contra humor de izquierdas y que podría estar representada, como ejemplo, por «La Ametralladora» y «L’Esquella de la Torratxa». La primera, que muchos han visto como el precedente más inmediato de lo que después fue «La Codorniz», tuvo a Miguel Mihura como su director, apostando por el humor absurdo como una manera de plantar cara a la violencia de la realidad. Por su parte, «L’Esquella de la Torratxa» fue una revista catalanista que seguía la tradición republicana. Aguantó hasta el fin de la guerra, aunque en abril de 1938 tuvo que cerrar dos semanas porque muchos de sus colaboradores fueron llamados a filas.

Stalin en una viñeta de la época
Stalin en una viñeta de la épocaRBA

Los dibujantes fueron los primeros en identificar a los enemigos con los que había que batirse, pero sin disparar bala alguna. La respuesta se daba con tinta fresca. Tono, por ejemplo, dibuja a un padre y un hijo ante un bazar en el que se expone en el escaparate una pequeña casa de juguete. Debajo de la escena podemos leer: «MARXISMO. Papá, ¿por qué no me compras una casita como esa, para que yo la queme?». Por su parte, Goñi, en «L’Esquella de la Torratxa» traza a dos desalmados personajes con ecos marroquíes y que tienen el siguiente diálogo: «¿Tú eres del Marruecos español?». El otro responde: «No. Yo soy de la España marroquí».

Franco se convirtió en uno de los principales protagonistas de los humoristas republicanos que lo caricaturizaron como un perro que regalaba Mallorca a Hitler y Mussolini o ironizando sobre su hipotética homosexualidad.

La represión incluso da para algunas viñetas impresionantes, incluso más allá de la guerra. Es el caso del hambre que asola tras el final de la contienda y que personificará como nadie uno de los personajes más famosos de Josep Escobar. Se trata de Carpanta, una serie que nació en la revista «Pulgarcito» en 1947.

Cuando un dibujo te costaba la vida

El libro no se olvida uno de los casos más sangrientos en el terreno del humor bélico. Se trata de Carlos Gómez Carrera, más conocido como Bluff, hoy recordado por sus numerosas viñetas antifascistas y en las que Franco fue uno de los personajes habituales de su lápiz en la revista «La Traca». En 1939 acabó en la cárcel, al igual que Vicent Miguel Carceller, el editor de la citada publicación. Tras pasar un año entre rejas, los dos fueron fusilados en las tapias del cementerio de Paterna. Era como si Franco se hubiera cobrado su venganza por aquellos dibujos que no le hacían gracia.