Opinión

Librerías (canto de réquiem)

Unos clientes buscan libros en una conocida librería del centro de Barcelona, que ha colocado su puesto de venta en la calle para anticipar y evitar las habituales aglomeraciones en su establecimiento mañana Diada de Sant Jordi, día del libro y de la rosa.
Unos clientes buscan libros en una conocida librería del centro de Barcelona, que ha colocado su puesto de venta en la calle para anticipar y evitar las habituales aglomeraciones en su establecimiento mañana Diada de Sant Jordi, día del libro y de la rosa.Marta PérezAgencia EFE

El largo confinamiento de la primavera de 2020 del que ya apenas nos acordamos trajo también sus cosas buenas. El silencio y la pacificación del tráfico fue una de ellas, y la dedicación a la lectura, que aumentó considerablemente, fue otra. Si la primera duró muy poco, la segunda pareció haber echado raíces, y así lo atestiguaban los números de las librerías, a las que no les fue nada mal aquellos meses. Incluso se rompió la tendencia de los años anteriores y abrieron algunas nuevas.

Pero ahora que hemos vuelto a las andadas, otra vez saltó este otoño la triste noticia de una librería que cerraba. ¡Y cuántas van ya en Barcelona! Cuando un servidor llegó a esta ciudad, pronto hará los cincuenta años, las librerías eran uno de sus mayores reclamos. Estamos hablando de los primeros años de la década de los setenta, y acuden enseguida a la memoria las que pronto empecé a frecuentar. Las dos primeras, la Bosch y la Castells, en la Ronda Universitat. Y la tercera, que fue todo un descubrimiento, por la cercanía al viejo edificio de la Universidad y por el fondo bibliográfico que ofrecía, la Herder, que después se llamó Alibri y que ahora, a tres años de su centenario (la editorial alemana Herder escogió en 1925 el número 26 de la calle Balmes para establecerse en España), ha estado a punto de cerrar. Afortunadamente, y según se anunció este mismo sábado, se ha podido salvar y seguirá abierta, pero ahí quedan la herida y el aviso, y eso que, tanto bajo el rótulo actual como bajo el antiguo y original (todavía muchos barceloneses lo siguen empleando) fue siempre la referencia obligada en lo que a libros de estudio de otras lenguas se refiere. Una pérdida irreparable, de haberse consumado, como tantas otras que golpean al comercio tradicional, y una pena que nadie le ponga remedio a estas cosas, pero ya se sabe que la cultura es la pariente pobre en esta época nuestra tan llena de sobresaltos

La Herder/Alibri es la última que queda de aquella época, y acaso también, por asociación, de aquel viejo estilo de vender libros. Cerraron o se trasladaron lejos del centro las ya citadas Bosch y Castells, especializadas, creo recordar, en libros de texto. Cerró también la librería del Drugstore del Paseo de Gràcia, abierta hasta las tantas de la noche, y en la que, según se decía en los corrillos estudiantiles, no era difícil salir con algún libro bajo la trenka sin pasar por caja (servidor, alentado por las habladurías, lo probó una vez, con «La casa verde» de Vargas Llosa, y salió escarmentado). No lejos de allí, un poco más arriba en la misma calle, bajó años después la persiana la Librería Francesa, e idéntico camino siguieron la mítica Cinc d’Oros, emblema de la progresía y referente de la lucha antifranquista, y Áncora y Delfín, vinculada a la editorial Destino, ambas establecidas en la Diagonal. Completan este triste recorrido otras dos que en su día estuvieron ubicadas en el centro de la ciudad: Catalònia, en Ronda Sant Pere, y La Formiga d’Or, en el Portal de l’Àngel.