Arte

Cuando Sorolla inaugura un palacio

El Palau Martorell abre sus puertas como sala de exposiciones con una aproximación a la producción en pequeño formato de l gran artista valenciano a las puertas de la conmemoración del centenario de su muerte

La exposición "Sorolla. Cazando impresiones", comisariada por la biznieta del artista valenciano, Blanca Pons-Sorolla, inauguró hoy el nuevo espacio de exposiciones del Palau Martorell, que albergará grandes exposiciones internacionales. EFE/Alejandro García.
La exposición "Sorolla. Cazando impresiones", comisariada por la biznieta del artista valenciano, Blanca Pons-Sorolla, inauguró hoy el nuevo espacio de exposiciones del Palau Martorell, que albergará grandes exposiciones internacionales. EFE/Alejandro García.Alejandro GarciaAgencia EFE

En una época como esta, en la que la palabra crisis se ha convertido en corriente en cualquier conversación, no deja de ser una buena noticia la inauguración de nuevos espacios culturales. Desde esta semana Barcelona cuenta con una nueva sala de exposiciones que abre sus puertas de la mano de Joaquín Sorolla y sus apuntes pictóricos.

Situado en la plaza de la Mercè, no muy lejos de donde un jovencísimo Pablo Picasso tuvo su primer estudio como pintor, el Palau Martorell, gracias a la iniciativa privada, pasa a ser un espacio para exposiciones temporales. Esa será el cometido, desde esta semana, de sus 1.600 metros cuadrados en el número 11 de la calle Ample, frente a la citada plaza. Hablamos de un edificio neoclásico, construido entre 1886 y 1900, y que fue la sede de la Antigua Sociedad del Crédito Mercantil y en desuso durante mucho tiempo. Esta iniciativa privada está dirigida por dos gestores culturales, Jesús Rodríguez y José Félix Bentz, que llaman al Palau Martorell «un proyecto de ciudad». Ambos responsables de este espacio apuntaron que «queremos traer a Barcelona importantes muestras de grandes maestros como Chagall, Alphonse Mucha, Calder, Basquiat o Tamara de Lempicka, entre otras grandes exposiciones».

El pistoletazo de salida lo ofrece una aproximación a la manera de trabajar del pintor valenciano Joaquín Sorolla de quien el próximo año se cumplen cien de su fallecimiento. En esta ocasión, y con la colaboración del museo que lleva en Madrid el nombre del artista, se ofrece al visitante una aproximación a la manera de hacer del autor. Todo ello a partir de 193 piezas, óleos en pequeño formato que se convierten en los luminosos bocetos que posteriormente el maestro trasladaría al lienzo.

El recorrido nos lleva desde los años de formación de Sorolla, cuando es un joven artista becado en Roma que no duda recoger en estas tablillas de madera todo lo que ve, desde los canales de Venecia hasta los restos arqueológicos del pasado de un imperio ya viejo, demasiado viejo en el tiempo. A partir de ese momento, esa manera de trabajar se convertirá en el «modus operandi» del pintor a lo largo de su carrera plástica que lo llevan a convertirse en uno de los grandes nombres del arte español de su tiempo.

El artista calificaba estas piezas como «apuntes», pero también decía que eran «manchas» o «notas de color». Todas ellas le servían al valenciano para ir «cazando impresiones», que es como se titula esta muestra que cuenta con el comisariado de Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del artista, y María López, del Museo Sorolla.

En la muestra se recogen algunos pinceles del maestro junto a cuadernos, los mismo que empleó para estos bocetos, alguno de ellos en cartón. Para Sorolla eran también una manera de ejercitarse artísticamente. Conservaba estas obras en su estudio, sujetas con alfileres cubriendo con ellas paredes enteras, aunque no tardó en enmarcarlas. Eso hizo que en todas sus exposiciones, junto a los grandes óleos, junto a aquellos cuadros que se convirtieron en objeto de deseo de algunos de los más destacados coleccionistas estadounidenses, no faltarán estas pequeñas joyas.

En ellas también nos ofrece el pintor escenas familiares, momentos de cierto costumbrismo en los que aparecen su esposa Clotilde García del Castillo, además de sus hijos María, Joaquín y Elena perdidos en juegos infantiles.

Los bocetos también nos permiten viajar por los escenarios que marcaron al pintor, especialmente los de las playas valencianas donde dio rienda suelta de su talento, plasmando desde barcos de vela ondeando el Mediterráneo a los niños que cubrían su desnudez con las olas del más luminoso de los mares. También podemos ver la fuerza del pincel de Sorolla para capturar al momento la pesca del atún para pasar a las escenas más idílicas de sus paseos por San Sebastián.

Es, en definitiva, una manera de adentrarnos en el taller portátil de Joaquín Sorolla gracias al Palau Martorell.