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Un periodista cultural llamado J. V. Foix

El libro “Documents propis i texts d’altris” recoge las colaboraciones del poeta con la revista “Serra d’Or”

J. V. Foix
J. V. FoixLa Razón

El año empezó el 1 de enero, pero en realidad no empieza a circular hasta que aparece uno de los libros que publican conjuntamente Edicions 62 y la Fundació J. V. Foix. Es una nueva aportación al conocimiento y la divulgación de la obra literaria del poeta de Sarrià, de una de las mejores cosas que le han pasado a la literatura catalana en el siglo XX.

En esta ocasión, «Documents propis i texts d’altris», que en unos días llegará a las librerías, recoge las colaboraciones que el poeta realizó entre marzo de 1960 y octubre de 1962 en la revista «Serra d’Or», todo ello bajo el cuidado de Margarida Trias y con prólogo de Antoni Martí Monterde. Dentro de la sección «Lletres», Foix pasó a ser una suerte de altavoz de lo que denominó como «documents propis» –es decir, opiniones de escritores catalanes– y «texts d’altri» –opiniones sobre escritores forasteros–. De esta manera, nos encontramos artículos brillantes e inteligentes sobre Manolo Hugué, Enric Casanoves, Joan Miró, Max Aub, Josep Carner, Jaume Balmes, Tennessee Williams o Paul Valéry. Un manojo de textos en los que caben desde las novedades editoriales del momento, a recuerdos de literaturas olvidadas en el tiempo, además de reflexiones sobre la creatividad artística o la ciencia.

No sé puede olvidar que gran parte de la obra de Foix se dio a conocer en las páginas de varios diarios y revistas. El autor de «Gertrudis» y «Sol, i de dol» consiguió de esta manera ser un escritor conocido y leído que combinó sus convicciones literarias con lo que hoy podríamos denominar como periodismo cultural. Y es que J. V. Foix fue precisamente eso: un periodista cultural. El libro que ahora ve la luz demuestra que esta afirmación es correcta sobre alguien con una gran amplitud de miras en temáticas culturales porque puede ir a la tradición, pero no le importa apoyar y escribir sobre la modernidad. Eso es lo que le hace ir en estos textos desde los textos medievales del maestro Ramon Llull al expresionismo abstracto que promovía con sus pinceles Antoni Tàpies. Es decir, en estos artículos promovía lo mismo que dijo en uno de sus más celebrados versos: «M’exalta el nou i m’enamora el vell».

Vayamos a la modernidad. A Foix le cabe el honor de ser uno de los primeros en reivindicar y avisar de la maestría de Joan Miró, cuya obra descubrió en una de la exposiciones de las Galeries Dalmau, en la Barcelona de las primeras vanguardias. En su sección de «Serra d’Or» no podía olvidar al creador y amigo recordando que pertenece a ese grupo de artistas catalanes que han dado más prestigio a la pintura de vanguardia, y donde cita también a Clavé, Cuixart, Ponç o Tàpies. En su artículo del 14 de julio de 1961, Foix se hace eco de las palabras que ha dedicado Michel Ragon a Miró en la revista «Arts». De esta manera podemos saber, por ejemplo, que la escritora estadounidense Gertrude Stein, mecenas de muchos de los creadores que pasaron por el París anterior a la Segunda Guerra Mundial, consideraba al autor de «La Masía» como un «Mickey Mouse abstracto». Sin embargo, pese a las bromas que demuestran cierta incomprensión plástica, en el mismo texto se exponía que las pinturas de Miró esstán llenas de humor, además de ser una obra «diversa y, sobre todo, profética».

Una de las particularidades de la sección de Foix en «Serra d’Or» era la recuperación de textos poco o nada conocidos en nuestro país, en algunos casos significativos para saber más y mejor de nuestras raíces. Un buen ejemplo de ello es cuando rescata del olvido las palabras que dedicó el escritor italiano Edmondo De Amicis, muy popular por su novela «Corazón», a la ciudad de Barcelona dentro de su libro «Spagna». A Amicis le había llamado la atención la llegada al trono español de un monarca italiano, como era Amadeo I, por lo que no duda en acercarse a España para saber qué está pasando. Foix rescata los fragmentos referidos a sus paseos por Barcelona que le parece «la ciudad menos española de la Península». También constata que los catalanes son gente que trabaja y piensa y a la que interesa más los ingenios mecánicos que el sonido de la guitarra.

Foix se hace eco de algunas otras polémicas referidas a la visión que se tenía fuera de Barcelona. Cuando le llega que parece ser que Tennessee Williams ha acusado a los barceloneses de caníbales y, por tanto, cree que es mejor que no acudan a ver su teatro, el poeta de Sarrià responde a estos ataques recuperando los halagos que Paul Valéry dedicaba a la capital catalana donde había estado «en condiciones deliciosas».