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Novedad editorial

«Abrazos fuertes, largos y anchos de Maruja Mallo»

Un libro recoge la totalidad del epistolario de la pintora, uno de los nombres claves del arte español del siglo XX y de la Generación del 27

Una carta de Maruja Mallo a Gabriela Mistral Biblioteca Nacional Digital de Chile

En los últimos años ha crecido de manera justa la fascinación alrededor de la vida y la obra de Maruja Mallo, una pintora fascinante que ha visto como se han ampliado la bibliografía alrededor de ella, en ocasiones con títulos que se copian entre ellos. Guillermo de Osma ha sido, desde su galería de arte en Madrid, una de las personas que más ha contribuido a que sepamos más y mejor sobre esta pintora. A él le debemos exposiciones reivindicativas, además del catálogo razonado de la pintura y, ahora, una pieza más y fundamental en este universo: el epistolario.

«Cartas de Maruja Mallo», publicado esta semana por Renacimiento, es una fascinante oportunidad de escuchar la voz de la artista gracias a la correspondencia que mantuvo con Carmen Conde, Salvador Dalí, Sebastià Gasch, Gabriela Mistral, José Ortega y Gasset, Gregorio Prieto, Nelson Rockefeller o María Zambrano, entre muchos otros. Todo ello está ordenado alfabéticamente y contiene abundante documentación inédita hasta la fecha, algo que se beneficia de la investigación que también ha realizado para esta obra Miriam Sainz de la Maza.

Las cartas nos exponen a una Maruja Mallo que emplea estas notas para informar sobre su producción plástica y la difusión que tiene. Pocas veces, muy pocas encontramos datos sobre su propia biografía. Sin embargo, lo mejor de esta documentación, piedra angular a partir de ahora para cualquier estudio sobre la pintora, es la oportunidad de dejarnos escuchar a nuestra protagonista con sus luces y sus sombras, con su fascinante manera de entender la vida y el arte por parte de quien es uno de los nombres fundamentales de la Generación del 27.

Había en Maruja una gran preocupación y es la de hacer de una especie de corresponsal de aquellos países que visitaba. Por ejemplo, en una nota a Ortega y Gasset de 1931 le apuntaba que «he estado en todo París. La pintura francesa es la que menos me interesa del mundo, impersonal fría, insulsa. (...) Lo que más me interesa es París, la ciudad partida por un río, la asociación de las cosas más refractarias. Lo único que echo de menos es el pueblo; existe en cambio una burguesía monótona, triste y sin arranque. Y en general aquí nadie tiene ilusiones, parece que todo el mundo está conforme con lo poco que tienen, Hay desde luego una gran flexibilidad que todo lo acepta, esto es poco».

Con uno de los más prestigiosos críticos de arte catalanes de su tiempo, Sebastià Gasch, mantuvo cierta correspondencia, interesante no solo por la divulgación de su obra en los medios de Barcelona sino también por sus impresiones de algunas de sus telas, como la serie «Verbenas»: «Me parece muy justo lo que me dice de las “Verbenas”, pues aunque de composición son bastante geométrica no me he preocupado en hacer una cosa de abstracción sino una cosa más espontánea y lírica y quiere dar la sensación de desorden pensado y optimismo popular planetario y verbenero: de color es una vibración de colores puros y grises simultáneos. Este grupo de verbenas es las primeras telas que pinté».

Entre la correspondencia más personal tenemos la que fue redactada durante la Guerra Civil, con sus impresiones sobre lo que estaba viviendo, como le cuenta en enero de 1938 a la escritora María Rosa Oliver al comentarle que «te escribo con la emoción que me han causado los bárbaros bombardeos de estos días sobre Valencia y Barcelona. La cantidad de mujeres y niños muertos es enorme, mucho más todavía de lo que los diarios dicen, pues las bombas en Barcelona han sido lanzadas sobre los paseos donde jugaban los niños, en Valencia las han dejado sobre la Casa de la Cultura. Esto como ves no se trata de ya de una guerra ideológica, ni de invasión, es el crimen y la barbarie internacional frente a la humanidad y la inteligencia».

Uno de los objetivos de Maruja Mallo en sus cartas es que aquellos con quienes se comunica sepan del éxito que estaba teniendo su obra en todo el mundo, aunque a veces esas informaciones eran algo exageradas. Un buen ejemplo de ello es una carta enviada a la escritora Concha Méndez, otro nombre fundamental del 27, y que es del 29 de agosto de 1945. En ella le comunicaba que «te envío por correo marítimo los primeros recortes [de] prensa que llegan a mis manos. Mis cuadros se encuentran en todas las colecciones particulares y los museos también han adquirido cuadros míos».

Que la pintora se movía lo demuestra la carta que ella recibe de Nelson Rockefeller tras haber recibido un catálogo y que resultó ser del gusto del empresario y mecenas.