Bajo tierra
Siete lugares asombrosos de la Barcelona subterránea
Una ruta por el subsuelo de la Ciudad Condal para maravillarse con unos antiguos baños árabes, con los sótanos de un antiguo palacio y con depósito de agua en un castillo de Gaudí, entre otros espacios
Barcelona atrae cada año a millones de turistas deseosos de ver las obras maestras de Gaudí, los edificios modernistas del Eixample o el inacabable frente marítimo de la ciudad olímpica. Pero hay otra Barcelona en el subsuelo que, si bien no tiene la fama subterránea de localidades como Nápoles, esconde verdaderas joyas que pueden visitarse.
En el marco de las jornadas 48 horas Open House Barcelona, que se organizan los próximos 22 y 23 de octubre, puede recorrerse, por ejemplo, el depósito del rey Martí, descubierto en el año 2001.
Está ubicado junto a la Torre Bellesguard, una especie de castillo que ideó Gaudí sobre los restos de la última fortaleza en la que vivió el rey Martí I el Humano (siglo XV). De ahí viene el nombre de este antiguo depósito de aguas. En el recinto, de casi 600 metros cuadrados, se han restaurado siete naves longitudinales llenas de arcos y de pilares.
La construcción del antiguo depósito de aguas se vincula a la existencia de una mina de aguas que cruza la propiedad.
El depósito quedó completamente en el olvido bajo un bosque de pinos hasta que hace veinte años se redescubrió de forma accidental. Tras la reforma acometida en el año 2016, ahora lucen los arcos y las bóvedas con su carácter original, es decir, dejando visible las huellas del agua y la cal.
Refugios antiaéreos
El 48 horas Open House Barcelona también ofrece la posibilidad de visitar dos de los más importantes refugios antiaéros que se conservan en Barcelona.
El Refugio 307, en el barrio de Poble Sec, se construyó durante la Guerra Civil con el objetivo de proteger a la población de los bombardeos. Fue excavado por los propios vecinos de este popular barrio de Barcelona y sobrevive en buen estado en nuestros días
Dispone de tres entradas de acceso en la calle Nou de la Rambla y tiene cerca de 400 metros de túneles, con una altura de 2,10 metros y una anchura que oscila entre 1,5 y 2 metros. El refugio contaba con varias estancias: lavabos, fuente, enfermería, sala para niños y hogar, entre otros.
Otro refugio de la Guerra Civil en muy buen estado se halla en el sótano del Mas Guinardó. El edificio, que ahora es un centro de entidades, era una masía del siglo XV y en el refugio se pueden apreciar paredes y techos de ladrillos de diferentes tipos debido a la escasez de materiales. Contaba con luz eléctrica y pozo.
1.700 kilómetros de túneles
Otra visita sorprendente puede realizar a la red de alcantarillado de Barcelona. Su estructura actual la diseñó en 1886 Pere Garcia Faria, que realizó un plan de reforma del subsuelo que marcó un antes y un después en la ciudad, puesto que la calidad vida de sus habitantes se multiplicó al reducirse el impacto de muchas enfermedades que se transmiten a través de las aguas residuales.
El conjunto de los túneles mide unos 1.700 km y las excavaciones forman todo tipo de laberintos, tanto por el recorrido como las dimensiones. Los hay estrechos como tuberías y grandes como verdaderas calles subterráneas.
En todo caso, no pueden leerse en ninguno de ellos los nombres de las calles que recorren por debajo por motivos de seguridad (medidas antiterroristas).
Una caballeriza en el Palau Güell
Otro asombroso espacio de la Barcelona subterránea es el sótano del Palau Güell, antiguamente utilizado como establo. Se accedía desde la planta baja a partir de dos accesos: una rampa suave que servía para los caballos, y una rampa helicoidal utilizada por las personas.
La caballeriza del Palau Güell destaca por las columnas de ladrillos con capiteles fungiformes y por el techo abovedado. Llegaron a existir cuadros individuales de caballos con los comederos. El cochero y el mozo de cuadra disponían, cada uno de ellos, de una habitación en este espacio.
Dos lugares más resultan idóneos para una ruta por la Barcelona subterránea: una bebida en el Sidecar, cuyo sala subterránea en la plaza Real sigue siendo un templo del indie rock en la capital catalana y un baño árabe relajante en Aire Barcelona, junto al mercado del Born donde se aprovechó un antiguo almacén del siglo XVIII para ubicar un pequeño paraíso del decanso.
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