Exposición
El buen arte de querer matar a la pintura
La Galeria Marc Calzada de Barcelona expone la obra reciente de Joan Punyet Miró y Marcel Aragonès
La casualidad ha hecho que cuando se cumplen cuarenta años de la muerte de Joan Miró, su nieto Joan Punyet Miró coja el pincel, junto a su amigo Marcel Aragonès y exponga el fruto de ese esfuerzo en la Galeria Marc Calzada de Barcelona. Son piezas de gran formato que juegan con los elementos más sencillos y evidentes de la naturaleza, una vuelta a lo primitivo en tiempos en los que lo digital parece hacer mucho ruido para imponerse en nuestra retina.
Punyet Miró y Aragonès hablaron ayer con este diario sobre esta muestra. Cuando se le pregunta al primero lo que ha querido plantear con estas obras, la define como «una apología de la pintura automática del surrealismo justo cuando el año que viene se cumplirán cien del manifiesto de André Breton. Queremos hacer todo lo opuesto a la academia, todo lo opuesto a la figuración con una pintura mucho más gestual y directa, cercana al Action Painting de Jackson Pollock y al abstracto americano».
Las obras nacieron en Mont-roig del Camp, una tierra «que tanto significó para mi abuelo Joan Miró», con pinturas realizadas en Barcelona y una tela de lino que, en palabras de los dos creadores, «representa toda la idiosincrasia del lugar, de la montaña, del sol, de la luna y de la llamada de la tierra, con una pintura viva, gestual y atemporal».
Al escucharles hablar y argumentar sobre sus objetivos, el periodista siente la tentación de preguntar si los dos comparten esa declaración de principios mironiana de asesinar a la pintura. «Evidentemente. Evidentemente es así», proclaman. «Es algo que también es cercano a la antipoesía que proclamaba el gran poeta chileno Nicanor Parra. Hay también en todo esto una oda al automatismo porque hoy estamos en la época de la reproducción mecánica y de la inteligencia artificial que nos quita toda la inventiva y narrativa. Así que el ser humano debe hacer apología de las imperfecciones, de nuestros errores, del accidente, de lo fortuito y esa es la antipintura que estamos defendiendo».
La revolución en el arte, como se visualiza en la muestra, es contar con lo que la tierra ofrece, con lo primitivo, apartándose de la máquina y de lo digital. Punyet Miró argumenta que «hoy no hay nada más revolucionario que tener un huerto de tomates, sandías, melones y cebollas. Es entonces cuando hemos ido a ese llamamiento a la ecología en un momento en el que Cataluña está sin agua, ene l que hay una destrucción apocalíptica por el cambio climático que todo el mundo intenta callar. Así que nosotros hacemos un grito a la tierra, a la naturaleza que hay que respetar más que nunca».
Aragonès reconoce que «vamos a contracorriente, pero es que vamos a contracorriente desde que nacimos. Somos creadores a los que les gusta rebelarse contra las normas que nos imponen. Tenemos el mismo espíritu, pese a que hemos estado un tiempo separados, pero ahora hemos unido nuestra creatividad y nuestras ganas de hacer arte. En esta exposición puede verse el resultado de todo eso».
¿Ser el nieto de Joan Miró es un gran peso en el momento de ponerse ante el lienzo en blanco? Joan Punyet Miró admite que «claro que lo es, pero es que llevo toda mi vida junto a mi abuelo y su legado con las fundaciones y las exposiciones. Desde pequeño siempre estoy dibujando y en Nueva York, cuando vivía allí, hacía clases y lo acababa destruyendo todo por falta de convicción. Ahora, con Marcel a mi lado, nos sentimos cómodos y libres hasta el punto de dejar atrás los prejuicios».
Todo esto cuando hace cuatro décadas que nos dejó Miró. «Por fin todo el mundo ha entendido que fue un artista irrepetible», concluye su nieto.
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