Cómic
La Capilla Sixtina de Francisco Ibáñez
Bruguera publica en un volumen las cinco primeras historias largas que protagonizaron Mortadelo y Filemón ya como agentes de la T.I.A., una serie que se inició con «El sulfato atómico»
La gran obra de Leonardo da Vinci es «La Gioconda». La de Miguel Ángel es la Sixtina. La de Picasso es «Guernica», aunque también podríamos hablar de «Las señoritas de Aviñón». Si seguimos haciendo recuento de genios añadamos a Francisco Ibáñez, alguien que supo elevar a las cotas más altas el mundo del cómic. Su Sixtina fue, de la mano de sus más celebradas creaciones Mortadelo y Filemón, una serie de historietas largas que sus personajes protagonizaron entre 1969 y 1971, como son «El sulfato atómico» o «Valor y... ¡al toro!».
Desde que murió Ibáñez, Bruguera está realizando un notable esfuerzo para que la producción del dibujante esté vigente y sea conocida por nuevos lectores. Dentro de esta línea se encuentra un voluminoso tomo que contiene las primeras aventuras extensas de los dos alocados agentes de la T.I.A., algo que llega a las librerías en edición limitada y numerada. Es el momento en el que Ibáñez se reafirma como uno de los referentes del cómic europeo, con un estilo que no tiene nada que envidiar a lo que en ese momento hacían, por ejemplo, Uderzo, Morris o Franquin. Y es que Ibáñez, en esta nueva andadura de sus personajes por el mundo de las viñetas, se adentró en el estilo francobelga, realizando una serie de álbumes con los que Bruguera, en la década de los setenta, quería rivalizar con series como Astérix o Lucky Luke.
El primer resultado de este esfuerzo, con un detallismo que se acabará convirtiendo en marca de la casa, es «El sulfato atómico», publicado originalmente en 1969. Es el momento en el que Mortadelo y Filemón dejan de ser una agencia de información, en disparatado funcionamiento desde 1958, a integrantes de una organización que trata de arreglar el mundo. Es la T.I.A., siglas que ocultan a Técnicos de Investigación Aeroterráquea. En ese álbum ya aparecieron dos de quienes serán secundarios de lujo en todas estas aventuras como son el sufrido superintendente Vicente, más conocido como el Súper, y el absurdo doctor Bacterio, autor de los más increíbles y fallidos inventos. En «El sulfato atómico» también tenemos otra de las características de la serie, como son las absurdas entradas secretas por donde acceden Mortadelo y Filemón a la sede de la organización, así como los más extraños métodos de transporte para poder cumplir sus misiones, en este caso en una dictadura militar llamada Tirania, todo un ejercicio de riesgo en ese momento, es decir, en los últimos años del franquismo. «El sulfato atómico» apareció por primera vez en forma serializada en la revista «Gran Pulgarcito», entre el 27 de enero y el 30 de junio de 1969. Y un par de detalles: Mortadelo usa una montura diferente de gafas y Filemón no viste su celebrada pajarita, algo que será diferente en el siguiente trabajo largo de Ibáñez.
Si podría parecer difícil el intentar superar la aventura del sulfato, el dibujante consigue subir el listón en «Contra el “Gang” del Chicharrón» con una decena de malhechores de todo tipo, desde el Vizconde de la Porra a Mac Mochuelo pasando por Wo-Ti-Jo «el Canijo».
En 1970, Francisco Ibáñez escribió y dibujo otras dos entregas imprescindibles de la serie como son «Safari callejero» y «Valor y... ¡al toro!». Probablemente sean estas dos las mejores obras de Ibáñez, con un dibujo muy cuidado y un entintado extraordinario de la mano del mismo autor. Hay también en estas páginas un extraordinario manejo del gag deudor del cine cómico que tanto le entusiasmaba a este maestro, así como los más absurdos y divertidos juegos de palabra.
El libro concluye con otra historia larga, «El caso del bacalao», así como otras más cortas que se publicaron en «Gran Pulgarcito», «Súper Pulgarcito» y «Extra Pulgarcito». Es aquí, concretamente el 10 de noviembre de 1969, cuando se publica una entrega fundamental para conocer mejor a Mortadelo y Filemón porque es allí donde podemos conocer, por ejemplo, cómo se conocieron ambos. Un conjunto que es la Sixtina de Ibáñez.