Sentimiento nacional
¿Los catalanes se sienten "orgullosos de ser españoles"? Esto dice el CEO
A pesar de una alta identificación Cataluña, los últimos datos demuestran que más del 50 % de los ciudadanos catalanes se declara, al menos, “bastante orgulloso” de ser español
El debate identitario en Cataluña ha vivido numerosos giros en la última década, pero los últimos barómetros permiten ver un cambio de tendencia que hasta hace poco habría parecido improbable. Los datos del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) muestran que casi la mitad de los catalanes —un 49%— afirma sentirse, como mínimo, “bastante orgulloso” de ser español. Una proporción nada menor si se tiene en cuenta que, durante años, la identidad española ha sido asociada en muchos discursos políticos catalanes a posiciones ajenas o incluso contrarias al sentir mayoritario del país.
El contraste con el orgullo de ser catalán es evidente, pero también revelador. Un 80% de los ciudadanos se declara “muy” o “bastante” orgulloso de ser catalán, lo que confirma que la identidad de los catalanes combina perfectamente la "catalanidad" con la "españolidad". Una identificación no excluye la otra: la mayoría de los catalanes ya no viven su identidad nacional como una disyuntiva. Para muchos, ser catalán y ser español no es una contradicción, sino una dualidad perfectamente natural.
Sentimiento de "catalanidad" entre los catalanes
Muy orgulloso/a de ser catalán: 45%
Bastante orgulloso/a de ser catalán: 35%
Poco orgulloso/a de ser catalán: 11%
Nada orgulloso/a de ser catalán: 6%
NS/NC: 3%
Sentimiento de "españolidad" entre los catalanes
Muy orgulloso/a de ser español: 19%
Bastante orgulloso/a de ser español: 30%
Poco orgulloso/a de ser español: 26%
Nada orgulloso/a de ser español: 21%
NS/NC: 4%
Esta lectura encuentra un respaldo sólido en la encuesta Òmnibus de la Generalitat correspondiente a 2025. Según ese estudio, solo el 26,9% de los catalanes preferiría que Cataluña fuese un Estado independiente, mientras que el 68,8% apuesta por seguir dentro de España, ya sea como comunidad autónoma, en un modelo federal o incluso como región. Es un descenso sostenido del apoyo a la independencia que confirma una tendencia a la baja desde hace años.
Pero quizá la parte más significativa de otro sondeo de hace un mes es la que atañe a la identidad. El 37,8% de los encuestados asegura sentirse tan catalán como español; un 21,6% se siente más catalán que español; y un 15,8% únicamente catalán. En el otro extremo, un 6,8% dice sentirse más español que catalán y un 6,2% solo español. Es decir, quienes reconocen algún grado de identificación española representan más de la mitad de la ciudadanía. Incluso buena parte de los que se definen como “más catalanes que españoles” no renuncian del todo a la identidad española.
La consecuencia lógica de estos datos es clara: la identidad catalana sigue siendo muy fuerte, pero la identidad española no desaparece, sino que convive. Los años en los que ambos sentimientos se presentaban como incompatibles van quedando atrás, y la mayoría social empieza a situarse en posiciones mixtas, alejadas del maximalismo identitario.
El giro es tan profundo que empieza a tener reflejos políticos visibles. Uno de los más llamativos es el comportamiento electoral de los jóvenes. En Cataluña, Vox se ha convertido en el partido más votado entre los jóvenes de 18 a 25 años, un fenómeno inesperado hace apenas un lustro y que ilustra un vuelco generacional imposible de ignorar. Que un partido abiertamente españolista lidere la preferencia juvenil en una comunidad donde el independentismo tuvo durante años un fuerte arraigo es un indicador más de que el mapa mental del país está cambiando.
La suma de todos estos elementos —descenso del apoyo a la independencia, aumento de las identidades compartidas y crecimiento del orgullo de ser español— apunta a una Cataluña que se mueve hacia posiciones más pragmáticas y menos polarizadas. No significa que desaparezca el catalanismo ni la reivindicación nacional, que siguen siendo fuertes, pero sí que la sociedad ha empezado a situarse en un terreno más matizado, menos binario y más compatible con la idea de una doble pertenencia.