Chufo Lloréns, el autor que enseña sobre la historia gracias a la novela

Si usted está leyendo esta noticia en algún momento entre las cuatro y media de la tarde y las nueve de la noche, estará coincidiendo con las horas de trabajo de Chufo Lloréns. Es el momento en el que este autor de 91 años trabaja en sus novelas. La más reciente de ellas, «La vida que nos separa», acaba de llegar a las librerías de la mano de Grijalbo. En esta ocasión, Lloréns, que nos tiene acostumbrado a recorrer debidamente documentada la historia antigua, se ha ido a los años del tardofranquismo y la transición para contar un relato protagonizado por una mujer, Mariana Casanova, que deberá tomar las riendas de su vida.

El autor, que demuestra una gran fuerza creativa a su edad y ganas de seguir contando relatos, explicó ayer, durante la presentación de la obra, que «hace treinta años que escribo. He hablado del siglo XI de los Berenguer, del Siglo de Oro, de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial... Los lectores han aprendido más de la historia leyendo estas novelas que en el colegio. Eso es lo que pasa con la novela histórica que es una introducción a la historia. Es como las canciones de Serrat con poemas de Machado o Hernández y que son una introducción a la poesía. O lo que hace Santiago Posteguillo para difundir el Imperio Romano», explicó el autor sobre un género que ha hecho suyo.

En este caso, a Chufo Lloréns le ha interesado adentrarse en una historia de mujeres valientes que plantan cara. Sobre su protagonista de, como él la definió, su «penúltima novela», señaló que «ella vive en una época patriarcal, un tiempo en el que las mujeres no tenían derechos. Si, por ejemplo, querían abrir una cuenta corriente tenían que pedirle permiso al marido. Ella sigue la vida y la vida está cambiando». Para contar todo esto, el escritor «tomo cosas que sé que ha vivido gente, en muchos casos que yo conozco. Me gusta coger esos elementos reales e incluirlos en mis libros».

A su edad, Lloréns reconoció que le sigue atrapando el reto de la hoja en blanco, de narrar la vida de otros, ya sea en tiempos pasado o en el presente. «Es algo que me entretiene, que me hace hace trabajar la cabeza. El hecho de no querer equivocarte, de no repetir, de ser exactos, es un esfuerzo mental muy válido. Otros se dedican a jugar al ajedrez por internet, yo escribo novelas. Pero es que esto de pensar, de darle vueltas a la cabeza, me fascina. Antes iba a la piscina y allí me recitaba versos en latín», reconoció el novelista barcelonés. Así que todos los días, en el horario citado al inicio de este artículo, el narrador se pone delante del ordenador y gracias a un programa de dictado, trabaja al detalle en su novela.

El que fuera uno de los nombres más importante del ocio en la noche en la capital catalana sí tiene claro que hay un libro que por desgracia ha decidido que no escribirá nunca. Son sus memorias porque «si lo hiciera, al día siguiente de su publicación, estaría saliendo de España. Y eso que el noventa por ciento de los que saldrían en esa autobiografía ya están muertos».

En el cajón sí hay, todavía, otras historias de ficción que aún no han visto la luz. Una de ellas se titula «Nada sucede en la víspera» y solamente ha sido leída por el jurado que en 1986 le concedió el Premio Planeta a Terenci Moix por su obra «No digas que fue un sueño». «La tengo corregida, pero no se ha editado nunca, pese a que muchas veces me han escrito pidiendo un ejemplar pensando que ya estaba publicada», dijo el escritor. Igualmente le da vueltas a una historia sobre un hombre que una vez muerto rememora lo ya vivido. Hay todavía Chufo Lloréns para rato.