Memoria deportiva

Cuando Barcelona intentó organizar los Juegos Olímpicos de 1924

Documentación conservada en el ANC permite conocer las conversaciones de Cataluña con Coubertin

Una imagen del Estadio Olímpico de Barcelona
Una imagen del Estadio Olímpico de BarcelonaAjuntament de Barcelona

Dentro de unos días, París volverá a ser el escenario de unas Olimpiadas, como lo fue Barcelona en 1992, algo que ha marcado lógicamente en la historia de la capital catalana. Sin embargo, Barcelona lo intentó durante mucho tiempo al ser una ciudad olímpica.

El Arxiu Nacional de Catalunya (ANC) ha hecho pública la documentación de la primera vez que se buscó esa nominación, algo que fue un empeño de Josep Elias i Juncosa, un periodista especializado en lo que fue su pasión: el deporte. Fue directivo de diversas entidades, como el F. C. Barcelona, la Federación Gimnasia Española, Sportmen's Club o el Real Club Marítimo de Barcelona. Fue también pionero en la publicación de trabajos sobre el deporte, director de “Los Deportes” y redactor en “La Veu de Catalunya”, además de tantear con la política al formar parte de la Lliga Regionalista. Elias tenía un sueño y ese era que Barcelona fuera el escenario de unos Juegos Olímpicos. Había un precedente como era el hecho de haber creado en 1913, junto con Josep Maria Co de Triola, Jaume Mestres i Fossas y Narcís Masferrer i Sala, hecho que le permitió acceder al todopoderoso Pierre de Coubertin, el presidente del Comité Olímpico Internacional.

En 1920, al frente del gobierno de la Mancomunitat se encontraba quien también fue arquitecto modernista Josep Puig i Cadafalch, continuista de la labor que había llevado a cabo Enric Prat de la Riba, su predecesor en el cargo. Puig i Cadafalch, en este sentido, fue partidario de seguir las políticas y sociales de la Mancomunitat y fue ahí donde entró el proyecto de organizar en Barcelona unos Juegos Olímpicos. En enero de ese año, se aprobó la construcción del estadio en el Sot de la Foixarda, en Montjuïc, lo que podría leerse como un primer paso para materializar el sueño olímpico. En uno de los documentos guardados por el ANC se habla de esta obra como “templo dedicado a la cultura física donde pudiera forjarse el temple de las generaciones presentes y futuras”.

Un poco más tarde, en agosto de ese año, se aprobó que fuera Josep Elias el encargado de tratar de conseguir las Olimpiadas, encargándole que presentara oficialmente la candidatura al Comité Olímpico Internacional en Amberes. En el ANC se conserva un informe extenso de Elias a Puig i Cadafalch hablando de las posibilidades que tenía Barcelona para llevarse la llama olímpica, recordando las atenciones que en el pasado había tenido con Cataluña el mismísimo Coubertin, como era el hecho de invitar a la delegación catalana a estar presente en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos en Amberes, junto al rey Alberto I de Bélgica y una treintena de personalidades. Elias acariciaba la idea que Barcelona pudiera organizar las Olimpiadas de 1924 con la Exposición de Industrias Eléctricasque debía tener lugar en la capital catalana. En sus informes, Elias peca de excesivo optimismo cada vez que escribe al Emperador de Cataluña, como se dirige a Puig i Cadafalch. En uno de estos documentos, Elias afirma que Coubertin “me hizo saber lo mucho que sabía de la situación política de Cataluña, comunicándome sobre todo que nuestro país tenía todas sus simpatías en diferentes órdenes y muy especialmente en el sentido olímpico, ya que el tiempo le había hecho comprender que pese a la existencia de muchos años de un Comité Olímpico en España, la capitalidad deportiva estaba en Barcelona”.

Por otra parte, Madrid no mostró ningún apoyo a Barcelona, ni desde el gobierno de Eduardo Dato ni desde los periódicos del momento. Entre los papeles de Puig i Cadafalch hay recortes del diario “El Mundo” que en ese 1920 hablaba de la utilización política que desde Cataluña se hacía de los Juegos Olímpicos con intenciones separatistas.

Finalmente los Juegos Olímpicos de 1924, por deseo expreso del propio Coubertin, se celebraron en París. Barcelona, tras algunos intentos fallidos, tuvo que esperar hasta 1992.