Memoria artística
Cuando Gustav Klimt fue víctima de los nazis
El Museu de l’Art Prohibit presenta uno de los pocos bocetos existentes de la obra maestra desaparecida del gran pintor
Además de los daños humanos, las guerras, las malditas guerras, al arrasarlo todo, también se llevan con ellas todo lo que representa cultura. La gran contienda bélica que vivió Europa entre 1939 y 1945 es un buen ejemplo de este poder aniquilador y Gustav Klimt fue una de sus víctimas por parte de los nazis.
En el Museu de l’Art Prohibit, que acaba de abrir sus puertas en Barcelona esta semana, y que muestra la colección que ha ido formando en los últimos años el periodista y empresario Tatxo Benet, siempre con el arte perseguido y censurado como hilo conductor, con trabajos de creadores como Goya, Picasso, Warhol, Banksy, Keith Haring o Eugenio Merino, entre muchos otros. En este conjunto destaca una pieza de Gustav Klimt con una historia apasionante a sus espaldas. Es el dibujo preparatorio para uno de los personajes que aparecían en una pieza hoy desgraciadamente inexistente.
En 1894, Klimt y Franz Matsch recibieron el encargo de realizar la decoración de la Gran Sala de Ceremonias de la que sería la nueva Universidad de Viena. Debían ser representaciones alegóricas de la filosofía, la medicina y la jurisprudencia. Las pinturas de Klimt, una vez concluidas, no gustaron a los responsables del encargo que decidieron no exponerlas públicamente, tildando de obscenas aquellas piezas. El escándalo creció hasta llegar al mismísimo Parlamento austriaco que prohibió a Klimt ejercer la docencia en la Academia de Bellas Artes vienesa. El artista lógicamente se enfadó y decidió llevarse con él aquel trabajo, las llamadas «Pinturas de la Facultad», a su taller vienés, declinando a partir de ese preciso momento cualquier ofrecimiento de encargo. Mejor limitarse a pintar retratos, algo que hizo hasta el final, hasta su muerte ocurrida el 6 de febrero de 1918.
Tras el fallecimiento, otro artista llamado Koloman Moser y el coleccionista Erich Loderer adquirieron las tres pinturas malditas. La dedicada a la medicina, de la que se conserva el estudio preparatorio en Barcelona, llegó a ser expuesta públicamente en el vienés Palacio Belvedere. Loderer, un rico empresario especializado en licores, había sido un buen amigo del artista quien había realizado algunos retratos de la familia. Un buen ejemplo es el que dedicó a Serena, esposa de Erich, y que hoy forma parte de los fondos del Metropolitan Museum de Nueva York.
El coleccionista murió en 1936. Dos años más tarde, Adolf Hitler decidió anexionar por la fuerza bruta Austria a su imperio nazi. Fue en ese momento cuando la Gestapo se llevó buena parte de la colección de obras de arte creada por Loderer, considerada como el fondo privado más importante en aquellos años dedicado a la producción plástica de Gustav Klimt. Es a partir de aquí que se pierde la pista los trabajos que aquí nos ocupan hasta 1942.
En esa fecha, Hitler, pensando que no tenía tan fácil la victoria final en la Segunda Guerra Mundial, decidió ocultar algunos de los tesoros de su colección privada de arte saqueado en un castillo. El escondite lo encontró en una fortaleza en Immendorf, en la Baja Austria. Todavía hoy sigue siendo un misterio el número de obras que tenía el tirano en el castillo al no existir inventario alguno. Se especula que trece pinturas de Klimt se encontraban en exhibición en unos de los salones del castillo, los mismos que fueron testigos de las orgías que por las noches llevaban a cabo las SS vigiladas por las mismas imágenes que habían sido tildadas como obscenas unas décadas antes, según consta en un informe policial de 1946.
El 7 de mayo de 1945 hacía una semana que Hitler se había suicidado en Berlín. La guerra estaba llegando a su fin, pero antes las tropas nazis quisieron dejar su huella destructiva. Uno de los escenarios de esa terrible despedida fue Immendorf y allí llegó una unidad de las SS ese día de mayo, el mismo día en el que los alemanes firmaron su rendición en territorio austriaco.
El 8 de mayo fueron colocados potentes explosivos en las cuatro torres del castillo. Una de ellas estalló iniciándose un incendio que acabaría destruyendo el edificio, saltando todo por los aires, incluyendo las pinturas de Klimt, aunque se ha llegado a especular que alguna obra pudo haberse salvado al ser robada por algún oficial nazi. Lo que sí es seguro es que la serie encargada en 1894 pareció entre las llamas.
Cuando las tropas soviéticas finalmente llegaron hasta Immendorf solo quedaban cenizas de la obra maestra de Klimt
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