Mirada de artista
Cuando el joven Picasso pintaba los toros en Barcelona
Una pequeña obra del pintor malagueño se pone en venta por cinco millones de dólares
Pablo Picasso siempre sintió una gran fascinación por la fiesta de los toros. Desde que su tío lo llevara siendo niño a ver algunos festejos en la plaza de su Málaga natal, el artista empezó a convertir esa obsesión en uno de los grandes temas de su producción creativa. Es algo que se constata incluso en la composición "El pequeño picador", un óleo realizado cuando tenía ocho años. La tauromaquia formó parte del equipaje picassiano: allí donde fue buscó el duelo entre el toro y el torero tanto como espectador pero también como pintor. Y Barcelona, una de las ciudades más importantes en el universo del autor de "Las señoritas de Aviñón" no pudo ser menos. En el museo del artista en la capital catalana encontramos numerosos ejemplos de esta afirmación, aunque no está todo allí.
El 15 de mayo, Sotheby's pone a la venta una composición taurina picassiana realizada en Barcelona en 1901. No es una obra menor: formó parte de la importantísima exposición que el galerista Ambroise Vollard organizó en su sala parisina. Picasso había aterrizado en 1900 en la capital francesa con 19 añitos y una ambición sin límites para comerse el mundo, pero acabó regresando a Barcelona, la ciudad en la que residían sus padres y en la que había conocidos días de gloria bohemia el día de Año Nuevo de 1901. Una vez en la capital catalana cogió sus bártulos y se dedicó a pintar sin parar pensando en los cuadros que podría llevar a Vollard. El galerista quería escenas festivas y folklóricas que pudieran interesar a sus potenciales clientes. Para Picasso el plasmar un momento taurino podría entrar en el terreno que acariciaba Vollard.
El gran biógrafo de Picasso, John Richardson, señala en su primer volumen dedicado a la vida del artista que las pinturas toreras del malagueño fueron las primeras en venderse en la exposición en París. Fue un éxito para el pintor que retomaba un tema que le resultaba familiar y que había plasmado en piezas, como la composición de 1900 que regaló a su querido amigo Santiago Rusiñol y que hoy se conserva en el Cau Ferrat de Sitges.
Pierre Cabanne, otro de los grandes estudiosos del artista, apuntaba sobre la pintura que ahora se subasta que en ella hay una parte de impresionismo, sobre todo por el uso de la técnica tachista. Cabanne apuntaba que, sin embargo, en lugar de un toque divisionista, el pintor "prefiere un desprendimiento de tonos, las manchas de color sutilmente diluidas entre sí. Sabía, habiéndoselo demostrado a sí mismo, que la audacia conduce a una ligereza, que a su vez deja de ser un juego si el dominio se basa en una técnica sólida: el cuadro es un todo basado en la libre reconstrucción de lo real. Pero el color también sería en adelante un determinante para Picasso, ya no sólo el revestimiento de la forma, sino un elemento plástico autónomo".
Sotheby's pone la obra en venta por cinco millones de dólares, pero espera alcanzar los siete millones. Habrá que esperar a la última oferta.
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