Polémica

Un diputado de Junts acusa de “woke” a ERC y a Gabriel Rufián: “Hay que divorciarse de esta izquierda”

Un artículo crítico en Núvol sobre la trayectoria de Rufián desata una ola de reproches en redes y reaviva las tensiones entre republicanos y posconvergentes

Sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Gabriel Rufian © Alberto R. Roldán / Diario La Razón. 28 05 2025
Gabriel Rufián en el Congreso de los DiputadosAlberto R. RoldánFotógrafos

El descarrilamiento del Procés ha desembocado en una descomposición ideológica que está generando escenas insólitas. Una de ellas, ver al diputado de Junts Agustí Colomines, de perfil progresista, acusando de “woke” a ERC y, en concreto, a Gabriel Rufián, que en los últimos días se ha convertido en blanco de nuevas críticas dentro del independentismo procesista.

El detonante ha sido un artículo de Gerard Furest en Núvol titulado "Gabriel Rufián, el Frankenstein d’ERC", que describe el declive político del dirigente republicano. “Un personaje que emergió como una anomalía positiva, como un revulsivo para el soberanismo clásico, con el tiempo se ha convertido en un problema”, sostiene Furest.

La propuesta de Rufián de impulsar una coalición de las izquierdas españolas ha encendido las alarmas entre parte del independentismo, que interpreta el movimiento como la confirmación de que el portavoz de ERC en Madrid nunca ha sido verdaderamente independentista, sino un “caballo de Troya” del españolismo.

La carga de Colomines

Entre las reacciones más sonadas a este artículo figura la de Agustí Colomines, quien en X escribió:

“El verano invita a la reflexión, y quizás por eso muchos divorcios llegan en otoño, pasadas las vacaciones. El artículo que nos regala Gerard Furest en Nuvil sobre Gabriel Rufián es pura miel: radiografía la deriva de un político que sigue siendo la voz en Madrid del partido que lo hizo célebre, ERC. Nadie lo desmiente cuando ataca, cada vez con más virulencia, al independentismo vinculado a Carles Puigdemont.

La anécdota, nada menor, que explica Furest sobre la reacción de Rufián a su hilo en X es devastadora. En 2020 denunciaba que ni siquiera en la recepción del hospital donde había nacido su hija le atendieron en catalán. En lugar de defender los derechos lingüísticos, Rufián retuiteó una respuesta catalanófoba que le reprochaba, con acritud, dar importancia a la lengua en vez de cuidar a la mujer y a la hija recién nacida. Una actitud equiparable a la de las actrices de Teatro Sin Papeles, que se atrevieron a tergiversar injustamente aquella situación. Es la vieja visión de cierta extrema izquierda, la misma que, cuando yo era joven, pretendía que habláramos castellano en las asambleas antifranquistas.

Apadrinado por gente no independentista, Rufián aspira a construir una especie de ‘Catalunya Insubmisa’ que imite el modelo francés de Mélenchon, junto a los Comunes, Esquerra y la CUP. Revelador.

Es evidente que una izquierda independentista como la que reclama Furest, ‘poco dogmática, bastante nacionalista, muy integradora y completamente libre de sumisiones discursivas y mentales para poder avanzar’, no se encuentra entre los matorrales de la actual izquierda narcisista.

Yo la he encontrado en Moviment d'Esquerres. Hay que asumir riesgos en momentos históricos como el actual, que invitan a retroceder en aspectos que son, de hecho, esenciales. Este partido, surgido de una escisión del PSC en 2014, primero se alió con Esquerra y ahora lo está con Junts. Para esta izquierda centrada, el objetivo de 2017 sigue vigente y tiene un líder claro: Carles Puigdemont.

Hace un año, al aceptar la invitación de presentarme a las elecciones y convertirme en diputado de Junts en el Parlament, ya lo entendí así. Después, para reforzar esta convicción de unidad independentista desde la socialdemocracia, me afilié a MESCat. El camino para hacer crecer la izquierda que necesitamos está abierto y la esperanza está bien viva. Solo hace falta que la gente sensata presente, de una vez, el divorcio a la izquierda ‘woke’”.

Colomines plantea así un modelo de izquierda independentista “antiwoke” que, a su juicio, debería encarnar el Moviment d’Esquerres que él mismo dirige. Este partido, escisión del PSC, pasó por una etapa de colaboración con ERC antes de integrarse en la órbita de Junts. El exprofesor de Historia Contemporánea reivindica como referente político a Carles Puigdemont y como proyecto la “unidad independentista desde la socialdemocracia”.

Críticas y réplica sobre el término “woke”

La utilización del término “woke” por parte de Colomines no ha pasado desapercibida. Un usuario le replicó en redes:

“Eso del término ‘woke’ es un invento de la extrema derecha trumpista. Curioso que te definas de izquierdas y uses los términos de la derecha. Sobre todo porque lo de ‘woke’ es tan indeterminado que nadie es capaz de definir qué es ‘woke’ y qué no”.

Colomines respondió defendiendo su uso y explicando el origen y evolución del concepto:

“Va, un poco de ciencia, al menos para desmontar tópicos y aportar claridad:

El movimiento ‘woke’ nació en Estados Unidos en la década de los treinta del siglo XX para combatir los prejuicios y la discriminación raciales, con un mensaje progresista que denunciaba la opresión racial como una opresión social.

A partir del segundo milenio del siglo XXI, el término ‘woke’ se generalizó y desbordó su significado original y, en lugar de profundizar en la denuncia de las desigualdades sociales —propia de la socialdemocracia—, se dedicó a exaltar las identidades de las minorías, no nacionales (que no interesan, por ser consideradas burguesas), sino de comunidades de género o, paradójicamente, de raza o religión (de ahí la defensa que algunos hacen del velo islámico).

El término se expandió por todo el mundo en 2014, con el nacimiento del movimiento Black Lives Matter tras el brutal asesinato de Michael Brown a manos de la policía en Missouri. En ese contexto, ‘stay woke’ (‘presta atención y despierta’) se convirtió en la consigna de alerta de los activistas ante la brutalidad policial. Con los años, y especialmente tras las protestas por la muerte también brutal de George Floyd, el término se ha transformado en una definición ambigua de la ideología política de izquierdas y su defensa del feminismo y la teoría crítica de la raza.

El extremismo de este planteamiento, acompañado por la llamada ‘cultura de la cancelación’ y la difusión del mal llamado lenguaje inclusivo, ha generado una reacción no solo de la derecha, como dices tú, sino también de la izquierda más lúcida, que reivindica volver a defender políticas de equidad social que lo incluyan todo, sin hacer de la identidad una forma de exclusión o sin que la defensa de lo ‘políticamente correcto’ se convierta en una manera de coartar la libertad. Eso es lo que ocurre, por ejemplo, en el Parlament de Catalunya, donde la opinión de los políticos sensatos queda anulada por extremistas de derecha y de izquierda”.

La ofensiva verbal de Colomines contra Rufián se enmarca en la guerra abierta entre ERC y Junts, en la que cada bando trata de desacreditar al otro dentro de un independentismo cada vez más dividido y con estrategias ideológicas en conflicto.