Salud mental

Entrenar la resiliencia, clave para el bienestar de los jóvenes

El 16º informe FAROS pone el foco en la responsabilidad de los adultos de dotar a niños y adolescentes de herramientas para afrontar las adversidades de la vida

Los problemas de salud mental entre adolescentes crecemn del 5,3% al 12,3% en cinco años
El informe FAROS destaca la importancia del modelo de crianza positiva, que combina firmeza y amabilidadlarazon

Seis de cada diez jóvenes dice haber tenido algún problema de salud mental, mientras que el 70% declara haber sufrido malestar emocional o mental. Estos datos alertan de la importancia de trabajar en favor del bienestar emocional de niños y adolescentes, favoreciendo sus factores de protección y facilitándoles herramientas para enfrentarse a las adversidades y ese es precisamente el argumento entorno al cual se articula el 16º informe FAROS, impulsado por el Hospital Sant Joan de Déu.

"Hemos de ofrecer a nuestros jóvenes estrategias validadas y que funcionen" para alcanzar el bienestar" y, en este sentido, cobra especial relevancia el concepto de resiliencia, tal y como señaló durante la presentación del informe Ester Camprodón, directora del programa Henka, una herramienta promovida por el hospital junto a Zurich, para trabajar en el entorno escolar en favor del bienestar.

"Una buena resiliencia permite resolver los problemas de forma más adaptativa y construir relaciones sociales más positivas, favorece el éxito académico, mejora la autoestima del individuo...", indicó Camprodón.

Y esa resiliencia que se presenta como una pieza clave para alcanzar el bienestar, pese a tener una base genética que predispone, es entrenable y la responsabilidad de que un niño sea capaz de adquirirla y aplicarla en su día a día recae sobre el propio individuo, por supuesto, pero sobre todo, sobre la familia, que debe apostar por un modelo de crianza basado en la disciplina positiva, y el entorno, que ha de garantizar las condiciones para que ese niño o adolescente pueda ser resiliente y alcanzar el bienestar.

En este sentido, el informe establece diez acciones fundamentales. En el ámbito familiar, insiste en la importancia de escuchar y validar las emociones del menor, de establecer un vínculo sano y seguro con él y estar presentes y disponibles para cuando nos necesite, de fomentar su autonomía y participación permitiendo que se equivoque y pase sus adversidades para poder así hacer sus propios aprendizajes, lo cual está estrechamente relacionado con un estilo de crianza que fomente la disciplina positiva en un equilibrio entre la firmeza y la amabilidad, y enseñar a través del ejemplo, porque el niño o adolescente aprende más por lo que ve que por lo que le dicen.

Además, en el decálogo también se pone de relieve la importancia del entorno, que debe fomentar ese bienestar emocional, así como la autonomía del menor, y promover la resiliencia, la empatía y la consciencia emocional. En este contexto, también son imprescindibles comunidades que acompañen, en las que los niños y adolescentes se sientan amparados y que sean inclusivas con los más vulnerables, y políticas públicas comprometidas con la salud mental y el bienestar emocional.

La responsabilidad del adulto

David Bueno, catedrático de Neuroeducación de la UB que ha participado en el informe, destacó que el "bienestar emocional no es sinónimo de felicidad, que consiste en picos intensos de dopamina, que saturan rápido nuestro cerebro y entonces llega la bajada". Por el contrario, "el bienestar emocional no tiene fecha de caducidad, porque no satura, y permite la tristeza, la frustración, la envidia y los celos... y es que, para poder mantenerlo con mayor facilidad, son necesarios también los momentos de malestar".

"El bienestar emocional es un equilibrio, es una cuestión de subidas y bajadas suaves", aseguró Bueno, y son esas bajas las que "nos permiten ver que hay algo que no funciona bien para entonces intentar solucionarlo". En problema es que, como señaló el catedrático, "vivimos en una época de estrés, probablemente de las que más, y eso disminuye la capacidad de los jóvenes de reflexionar o gestionar las emociones".

A ello se une, a su entender, "un exceso de sobreprotección". "Hay que dejar que los niños y adolescentes se equivoquen y se frustren y hay que estar su lado para que el estrés baje y puedan afrontar los malestares".

En definitiva, como resume Marta Pardo, psiquiatra del Hospital Sant Joan de Déu, el informe pone de relieve que, "los pilares para que el niño o adolescente desarrolle su bienestar emocional son el sentimiento de pertenencia y el de contribución a la familia y al grupo social", así como también es clave "la capacitación de los adultos para enseñar resiliencia y habilidades de afrontamiento y el uso de una metodología educativa basada en la disciplina positiva".

"Tenemos la responsabilidad como adultos de enseñarles estrategias para gestionar las adversidades, las cuales el cerebro va incorporando y, por lo tanto, tienen efectividad a largo plazo", indicó Pardo. Y es que dotarles de habilidades para afrontar la vida de forma saludable o, lo que es lo mismo, entrenar su resiliencia, es imprescindible para favorecer su bienestar emocional.

Y prueba de ello son los resultados tan positivos que ha cosechado el programa Henka para la promoción del bienestar emocional entre los estudiantes de secundaria, en el que ya han participado 20.000 alumnos de más de 160 centros españoles y que ha generado la experiencia y el conocimiento necesarios para la elaboración de este informe FAROS.