Días claves
Junts agita la precampaña con la vuelta de Ponsatí y el caso Borràs
La sentencia de la presidenta de Junts, que se conoce hoy jueves, puede trastocar los planes en el Parlament. Los posconvergentes usan la vuelta de la eurodiputada para atizar a ERC
Junts sacude el tablero. Los posconvergentes han encendido la precampaña con la fugaz vuelta de Clara Ponsatí a Barcelona y el caso de Laura Borràs –hoy se conocerá la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC)–, dos sucesos que agitan al independentismo y trastocan los planes de los partidos a dos meses de las elecciones municipales.
El regreso de la eurodiputada posconvergente, su posterior detención por parte de los Mossos y la puesta en libertad citada a declarar ante el juez Pablo Llarena el 24 de abril han servido para reabrir la dura guerra entre ERC y Junts. Los dardos y reproches han sido constantes a lo largo de las últimas horas, algunos de calado y con un importante trasfondo político.
El mismo Oriol Junqueras salió al paso de las críticas de parte del independentismo y aseguró que si Ponsatí había podido volver había sido gracias a la reforma del Código Penal pactada entre el Gobierno de Pedro Sánchez y ERC. Una modificación que Junts siempre ha despreciado para rebajar las contrapartidas conseguidas por los republicanos referentes a la carpeta la «desjudicialización» del «procés» en el marco de la mesa de diálogo.
Por el otro lado, Junts criticó que fueran los Mossos d’Esquadra los que detuvieran a Ponsatí y cuestionaron el papel del presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. También escocieron en el seno republicano las duras acusaciones propinadas a Meritxell Serret (ERC) por parte de la misma Ponsatí. Tras calificar de «pasiva» la política del Govern, la eurodiputada de Junts cargó con dureza contra la actual consejera de Exteriores, Meritxell Serret, a quien achacó su comparecencia en el Supremo cuando regresó a España. «Serret va paseando por el mundo y pone la bandera española más grande que la catalana. Hay una cierta inconsistencia que yo no comparto. Es conocido desde hace tiempo que no comparto lo que hace el Govern», dijo tras asegurar que hay una «doctrina Serret» que aplica el Supremo.
Tanto molestó en ERC que ayer Aragonès salió al paso de las críticas y dejó clara su posición: «A mí no me encontrarán intentando confrontar entre represaliados». Así lo dejó en declaraciones a los medios ante al TSJC, preguntado específicamente por las críticas de la ex consejera Ponsatí a la estrategia política que permitió a Serret volver a Cataluña. «Se ha producido en unas condiciones más favorables que hace unos meses por la derogación del delito de sedición», dijo siguiendo la línea de Junqueras de sacar pecho y presumir de los beneficios de la reforma del Código Penal.
De hecho y pese a que la concentración del independentismo a las puertas de la Ciudad de la Justicia sirvió para ver juntos a representantes de los posconvergentes, los republicanos y los antisistema –una fotografía inédita, por ejemplo, en la Diada–, lo cierto es que las heridas siguen igual de abiertas y la ruptura se antoja definitiva a las puertas de volver a luchar en las urnas.
A esta recta final de precampaña de alto voltaje hay que añadirle el caso de Borràs. Hoy, el TSJC la ha citado para darle a conocer la sentencia acusada de haber fraccionado contratos para otorgarlos a dedo en la Institució de les Lletres Catalanes. Aquí el embrollo será político: la dirigente de Junts perderá su acta de diputada si es inhabilitada, y los partidos deberán proceder a su relevo en la presidencia del Parlament. Junts quiere retener el puesto y tendrá que negociar con ERC en un ambiente de tensión permanente. De hecho, los republicanos siempre se han puesto de perfil con Borràs frente a los posconvergentes, que blindan a su líder y compran el argumento de que es víctima, según sus palabras, de una «persecución política» obviando que se trata de una trama de corrupción
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